Expertos advierten que la erosión de las dunas amenaza la supervivencia de las playas

Adrián Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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“La playa no es una infraestructura pública más, como un enorme cajón de arena, sino un sistema vivo y complejo cuyos procesos tenemos que respetar”, dice Carolina Peña, doctora en Gestión Costera e integrante del Grupo de Investigación de Geografía Física y Medioambiente del Instituto de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC)

“Nosotros somos parte de ese sistema natural, pero no sus dueños”, recalca.

Peña aplica sus conocimientos para explicar cómo funcionan los sistemas de las playas, y en especial los de las dunas, analizando cómo actúan en ellos los múltiples factores y agentes involucrados para mejorar su gestión y preservación como recursos ecológicos, económicos y sociales.

Las playas no son solo agua y arena. Estos sistemas están formados por sus recursos naturales, las infraestructuras presentes en ellas, las acciones de los usuarios y la gestión de las administraciones competentes.  Cualquier alteración en una de estas variables puede desencadenar cambios en todo el sistema.

“Un cambio como el paso de un tractor por las mañanas o una mayor densidad de hamacas afecta al estado de la playa, cambia la percepción de los usuarios y eso a su vez cambia la manera de actuar de los gestores de la playa”, explica la doctora.

En los sistemas de playa, las dunas juegan un papel esencial. Además de su valor paisajístico y su atractivo turístico, las dunas son las grandes protectoras de la arena. Las dunas costeras, que se encuentran al límite de la playa, entre el mar y el resto de sistema de dunas, actúan como barreras de protección cuando una marea brava amenaza con arrastrar la arena de la playa. “Si perdemos estas barreras, ponemos en peligro todo lo que tenemos detrás, toda la playa”, sostiene.

Las dunas cumplen otros papeles de importancia en el ecosistema ya que la vegetación de las dunas absorbe agua del acuífero y crea reservorios de agua. Además, la vegetación da cobijo a ecosistemas de invertebrados. En Canarias, al estar fragmentadas las dunas, estos ecosistemas son muy diversos, teniendo cada montículo un ecosistema particular.

La fragmentación de las dunas de Canarias se debe al clima árido de las islas y la vegetación que permite. La falta de agua fomenta una vegetación parcheada formada por arbustos que crean montículos a su alrededor. La fragmentación de estas dunas basadas en arbustos, como las de Playa del Inglés, las hace especialmente vulnerables. Por contraste, las dunas continuas de Doñana o Barcelona, en climas más húmedos, están formadas por herbáceas y son más resistentes.

Las investigaciones hechas en Canarias por  el ICOAG sobre las vulnerabilidades de las dunas en zonas áridas, hasta entonces ignoradas, se han podido extrapolar a dunas de la costa de África y la costa de Australia, guiando su gestión de las dunas.

El estado de salud de una duna se evalúa midiendo tres variables: su susceptibilidad a la erosión, su exposición a presiones y su capacidad de adaptación. La susceptibilidad de la duna depende de la cobertura, distribución y fuerza de su vegetación. También depende de su ángulo respecto a la playa, ya que en ciertos ángulos se crea un equilibro que permite que la duna resista mejor la erosión del mar y se recupere más fácilmente.

La exposición de la duna viene determinada por las presiones naturales y antrópica a la que está expuesta. Las presiones naturales son la erosión del viento y, especialmente, del mar. La presión antrópica es el elemento más importante desde el punto de vista de la gestión costera porque es el que más rápido está dañando las dunas y el más fácil de controlar. La presión antrópica depende del volumen de uso de la playa y el nivel de conciencia del usuario respecto a la conservación de la playa. Los abusos de los usuarios incluyen violar espacios acordonados, crear pasillos entre la vegetación, orinar en la vegetación y arrancarla.

Las malas acciones de los usuarios dañan la vegetación y fragmentan la duna, desencadenando un ciclo que amenaza la supervivencia del sistema. “Si muere la vegetación, muere la duna, desaparece la playa y desaparece su ecosistema”, lamenta Peña.

Finalmente, el tercer parámetro a tener en cuenta al evaluar la salud de una duna es su capacidad de adaptación a las situaciones cambiantes. Según explica la investigadora, “la estructura puede cambiar, pero lo importante es que el montículo, y la protección que proporciona, permanezcan.”

Las acciones en el entorno de los sistemas de dunas también les afectan. Investigadores del IOCAG están estudiando el impacto del desarrollo urbanístico en la terraza natural del Inglés, epicentro de la industria hotelera de la isla de Gran Canaria, sobre las Dunas de Maspalomas, el mayor atractivo turístico de la zona.

En su ciclo natural, la arena entra al sistema de dunas de Maspalomas por el este, circulando con el viento hasta la terraza y volviendo al mar por el oeste. Por el agua, circula de nuevo hacia el este y vuelve a empezar el ciclo, preservando la mayoría de la arena del sistema.

El incremento en unos 40 metros de la altura de la terraza del Inglés ha acelerado el viento en la zona, alterando todo el funcionamiento del sistema de dunas. Por un lado, la aceleración del viento ha creado unos vórtices en el extremo sur, en la Punta de Maspalomas, que erosionan la duna costera y reducen la barrera de protección de todo el sistema. Por otro lado, los investigadores están observando que la aceleración del viento por las calles de la urbanización en la terraza del Inglés crea rasguños en las dunas y acelera su erosión. 

El diagnóstico de las dunas canarias no es sencillo. Peña, dice que, teniendo en cuenta todos los factores, las dunas tienen un nivel de salud “medio”. Según la investigadora, “lo que más les afecta es la presión humana y el efecto el viento debido a la alteración de los procesos naturales”.

Su grupo de investigación ha evaluado los sistemas de dunas de Maspalomas (Gran Canaria), Corralejo (Fuerteventura), Caleta de Famara (Lanzarote) y unos sistemas en la isla de La Graciosa. El que se encuentra en peor estado es el de Maspalomas, la joya del turismo de Gran Canaria, debido, precisamente, a su mayor presión antrópica.

La investigadora reclama más y mejores intervenciones desde las administraciones públicas para proteger las dunas. Del proyecto Más Dunas, a través del cual el Cabildo de Gran Canaria busca recolocar arena para la conservación del sistema de Maspalomas, dice que “la vegetación empleada era muy pequeña, así que la arena pasaba por encima y se la comía. Además, no han puesto vigilancia. Aunque han puesto pivotes, la gente se los salta y se coloca dentro”.

Peña reclama que se sigan tres pasos para asegurar que la gestión de nuestros sistemas de dunas sea efectiva: ejecutar un plan, informar a la población y vigilar para asegurar su cumplimiento.