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Opinión - Sin proyecto y sin memoria. Por Esther Palomera
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TOMA DE TIERRA
El papa de la carta de San Pablo a los corintios

El papa Francisco visitó a Fidel Castro en su domicilio de La Habana
21 de abril de 2025 12:46 h

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“Amigos, romanos, compatriotas, escuchadme: he venido a enterrar a César, no a ensalzarlo”. Eran las palabras que Shakespeare puso en voz de Marco Antonio en el discurso fúnebre que dedicó a Julio César.

Ha muerto el papa Francisco a los 88 años y es preciso que este día no pase en vano porque el paso por la tierra del primer papa jesuita no hubiese sido tan mediático, si no fuera tan escandalosa la incomparecencia de actores políticos de Izquierda que deberían defender con unidad aquello que concierne a las mayorías sociales.

Podemos decir que el pontífice fue el líder mundial con más seguidores que se opuso a la carrera armamentística y a la deriva antirracista de Europa y que no se había hecho una comunicación tan vinculada a la justicia social desde el Concilio Vaticano Segundo, aquel que propuso el papa Juan XVIII, pese a la oposición de los sectores más conservadores de la Iglesia.

Hablamos de un papa que usó las nuevas formas de comunicación y su voz en asuntos en los que muchos políticos han callado por no pagar el precio mediático que supone posicionarse sobre determinados temas, quizá el más paradigmático, el de los derechos de las personas que se ven obligadas a migrar y la deriva del imaginario de lo que una vez forjó la Europa que conocemos hoy; la antifascista, la fraterna, la del Himno de la Alegría.

En un mundo de geopolítica convulsa, recalcar esto nada tiene que ver con la fe (o sí), pero más bien en la fe en la humanidad y lo que se puede hacer en términos terrenales.

Actualmente, como diría el proverbio indígena, dentro del Vaticano, y hasta la próxima fumata blanca, habitan dos lobos: uno que entendió el mensaje de Francisco, del cristianismo primitivo, de Las sandalias del pescador o el de la carta de San Pablo a los corintios, y el lobo que cierre filas para no pagar más nunca la broma de poner a un papa rojo al mando de la comunicación de la institución más importante del mundo y con más franquicias repartidas.

La defensa que hizo de la justicia social, resumida en su lema de las 3T; tierra, techo y trabajo, conceptos básicos del socialismo, pero que por cuya defensa en España, judicialmente persiguen a líderes políticos o activistas, fueron el eje de sus planteamientos que arengaba a la gente a revolverse contra las injusticias, el poder económico mundial, que explicaban para el pontífice la pobreza estructural y mensajes rotundos contra la violencia de género y el genocidio sobre la población palestina de Gaza.

No todo fueron luces, ni estamos hablando de una institución idílica (si acaso, todo lo contrario), pero debe entenderse la valentía del pontífice justamente desde ahí; desde el modo en que entendió que la Iglesia necesitaba un cambio de rumbo que hablara a las mayorías sociales cuando no tenía por qué embarcarse en empresas impopulares.

La Historia, que todo pone en su sitio, hablará de él mejor que esta humilde opinión o como seguía el discurso de Marco Antonio: “El mal que hacen los hombres les sobrevive, el bien queda sepultado con sus huesos”. Veremos.

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