“Este trabajo es el primero que se ocupa del estudio de estas colecciones en Canarias”. Esta obra es “única para los registros cerámicos de los yacimientos canarios de la época moderna”. “Es un trabajo interesante y será una valiosa contribución a la arqueología española del período colonial español”. Son las opiniones de dos de los revisores a los que la editorial BAR Publishing encargó fiscalizar la obra La cerámica blanca lisa del convento franciscano de Las Palmas de Gran Canaria antes de dar luz verde a la publicación en un libro que este verano ha salido de la imprenta. La arqueóloga y doctora en Historia Elena Sosa Suárez es la autora de una investigación en la que ha invertido varios años, incluso participó en la excavación arqueológica del solar de San Francisco, en 1992, donde hoy se levanta el conservatorio de la ciudad más populosa del Archipiélago.
La autora de esta investigación considera clave señalar “que el estudio de las cerámicas a las que se refiere el libro forma parte de los restos materiales de la excavación del antiguo convento de San Francisco de Asís de Las Palmas de Gran Canaria”. La importancia del yacimiento, añade Elena Sosa, “es que el solar excavado albergó el primer convento franciscano fundado a raíz de la conquista de la isla de Gran Canaria y que se mantuvo en pie hasta el siglo XIX”. En consecuencia, “el material arqueológico que se estudia es testigo mudo de cinco siglos de historia”.
Pero, ¿qué es la cerámica blanca lisa? Sosa tiene la respuesta: “Cuando hablamos de la serie blanca lisa nos referimos a un conjunto de piezas de cerámica cubiertas con esmalte blanco, sin ningún tipo de decoración, en las que, en ocasiones, presenta aplicaciones parciales de vidriado verde. Dentro de esta serie existe una variante a la que se le ha añadido manganeso a la mezcla estannífera en el proceso de producción, dando como resultado final un color grisáceo o negruzco. Ambos tipos están ilustrados perfectamente en el cuadro de Velázquez La Mulata.
En el caso de la serie blanca lisa, mayoritaria en los restos excavados, “la técnica que se empleó es la conocida como el brazo mecánico y la horma; utilizada desde época nazarí, multiplicó el volumen de producción a partir del siglo XVI como se ha comprobado en muchos yacimientos arqueológicos a ambos lados del Atlántico”. El término blanca lisa, concluye la experta, “hace referencia a una serie cerámica que se produce desde finales del siglo XV hasta el siglo XVIII en alfares sevillanos. Gracias a los análisis petrográficos, los restos extraídos del solar franciscano son, sin lugar a dudas, sevillanos. El problema es que a lo largo de los años de investigación hemos encontrado diferentes nomenclaturas para referirse a este tipo cerámico; además, en investigaciones portuguesas se habla también de una producción lusa paralela; en este sentido, hemos creído conveniente emplear un término que incluyera toda la terminología empleada en la historiografía precedente para referirse a esta serie en el ámbito nacional e internacional”.
La procedencia andaluza es mayoritaria, pero también se excavaron fragmentos de Portugal, Italia, Holanda e Inglaterra. Hay restos cerámicos de tradición hispanomusulmana, cuenta Sosa en su libro, “de finales del siglo XV y que se mantienen en el siglo XVI”, pero la mayor representación se manufacturó en alfares del Guadalquivir. Del siglo XVI aparecen piezas italianas de Génova, Pisa o Montelupo, mientras que del XVII “hay una buena representación de fayenzas portuguesas; una de las series lusas rescatadas en San Francisco fue presentada en un congreso internacional de cerámica en Portugal en el año 2013. Continuando con el siglo XVIII, también tenemos ejemplares de cerámicas italianas de Montelupo y catalanas, e incluso, si nos adentramos en el siglo XIX, encontramos alguna representación cerámica de botellas de cerveza de jengibre inglesa”.
“Como ve”, declara la doctora Sosa a esta redacción, “es en un abanico muy amplio, el que por el momento hemos podido caracterizar la serie blanca de procedencia sevillana. Lo importante es que con el estudio de la cerámica hemos podido determinar un método de análisis de cada una de las series cerámicas que puede servir al estudio de futuras piezas cerámicas de las mismas características que aparezcan en otros yacimientos, sobre todo canarios”.
2.004 fragmentos
El trabajo de la investigadora ha sido arduo y laborioso. Sosa estableció tres objetivos centrales: conocer la procedencia, clasificación cronológica y la reconstrucción artificial de los depósitos del yacimiento ante la ausencia de datos de campo en la memoria de la excavación. Para ello, tuvo que desembalar los más de dos mil fragmentos; solo de la serie blanca, explica, “hemos contabilizado 2.004 registros”, con la dificultad añadida de que la “fragmentación de las piezas es muy alta. Si observamos el catálogo del libro, vemos que puede haber una treintena de escudillas casi completas y muy pocos platos enteros. La contabilidad es orientativa, no definitiva, pues se contabilizan fragmentos no piezas completas. El cómputo final nos da una visión de conjunto que nos permite comprobar que la serie blanca lisa fue la más usada en la mesa de los franciscanos”.
A la tarea de catalogación, se unió la reconstrucción de muchas piezas, “a través del dibujo arqueológico o a partir de la propia restauración de las piezas cerámicas”. En este sentido, abunda la arqueóloga, “este trabajo atesora un catálogo que incluye el dibujo de las piezas más completas o significativas para la reconstrucción de las vajillas empleadas entonces”. Paralelamente, se realizó un análisis microscópico para determinar los tipos de pasta que se utilizaron, “que hablan de la procedencia del barro que empleó el alfarero para su producción”.
Esta investigación se inició en el verano de 1992, recién concluida la carrera de Historia, cuando la autora participa en la excavación arqueológica del solar del antiguo convento de San Francisco de Asís, posteriormente reconvertido en cuartel. Después de trescientos años de vida, los franciscanos se vieron obligados a abandonar el convento por la desamortización decretada por el Gobierno en 1835. Se cierran las casas religiosas y a sus moradores se les dispersaba para incautarle sus bienes y venderlos en subasta pública, por lo que el cenobio pasaría a manos del Estado. Desde 1849, se usó como cuartel de artillería, luego pasó al cuerpo de Ingeniería y, por último, en 1893, al de Infantería.
Al concluir la intervención arqueológica, “fui invitada a formar parte del inventario del material recuperado en la excavación y así fue como comencé a visitar las dependencias del laboratorio de El Museo Canario”. Una vez concluido el registro de los materiales arqueológicos y certificar que el material quedaba almacenado en cajas, Elena Sosa decide “estudiar y analizar la cerámica de importación en las Islas, pues consideré que aquellos fragmentos de cerámica, de tan variados colores, formas y tamaños, me ‘gritaban’ que no querían permanecer en el olvido. No podían prescribir como si se tratara de un caso policial sin resolver”.
Y el resultado es La cerámica blanca lisa del convento franciscano de Las Palmas de Gran Canaria, el libro recién publicado por BAR Publishing, una editorial independiente dedicada a la arqueología académica desde hace 48 años y que ha logrado reputación internacional por publicar investigaciones en todas las áreas de la arqueología. Antes del libro, en 2015, el grueso de la investigación fue la tesis con la que se doctoró Sosa Suárez.
Restos esperando en cajas
Aunque la investigación se circunscribe, como hemos visto, a la cerámica de época colonial importada a Canarias, la doctora Sosa enfatiza el dato de que “desde Canarias lo que hago es una visión de conjunto nacional e internacional”. Al respecto, la cronología que propone es “a partir de excavaciones en Marruecos, América, España y Portugal”. Por lo tanto, “aportamos una visión general, unificando criterios de los estudios precedentes desde los tres continentes que rodean al Archipiélago”.
Otro dato que aporta esta investigación, en la búsqueda “incesante por localizar yacimientos en los que apareciera el mismo tipo de material”, es la localización de una producción idéntica en Portugal. “La confirmación de la producción de la misma serie blanca en tierras lusas, a mediados del siglo XVI, nos llevó a considerar que el estudio de las producciones cerámicas debe abarcar una visión más amplia y analizada en conjunto, recordándonos que debemos concebir a la Península Ibérica del Quinientos de manera diferente, sin separar los dos territorios de la concepción geopolítica actual”.
Pero el trabajo realizado hasta ahora no es suficiente: “Es necesario que los restos de las excavaciones no se queden en cajas esperando a que alguien las estudie, sino que se complete con el estudio final interdisciplinar para llegar a conclusiones más completas del espacio excavado. Creo que si no es así la investigación queda coja; la excavación de San Francisco tiene todavía mucho que decir y comunicarnos si seguimos profundizando en su estudio”.
Y ese es el nuevo reto de la historiadora. “Esperamos continuar su estudio individualizado en los próximos años. Un trabajo que nos gustaría realizar en equipo, no solo a través de la consulta de la documentación de los archivos, sino también de la mano de todos aquellos especialistas que han profundizado en la cerámica bajomedieval y moderna a ambos lados del Atlántico”, con el propósito de aportar una “necesaria visión de conjunto con la que unificar criterios y definir nuevos campos dentro de esta investigación de la arqueología moderna canaria, europea y, por qué no, mundial”.
¿Se puede contemplar algunas muestras de esta cerámica blanca medieval encontrada en Las Palmas? La mayor parte está en cajas custodiadas en El Museo Canario, pero en sus vitrinas se expone una muestra de las cerámicas exhumadas de la excavación de San Francisco. “Podemos observar”, indica Sosa, “un abanico cronológico con diferentes piezas cerámicas que representan cada uno de los siglos en los que se mantuvo en pie el edificio, desde finales del siglo XV hasta el siglo XIX”. Además de vasijas de la serie blanca, hay una muestra de otras piezas de Italia, Portugal o Inglaterra.
Actualmente y sólo hasta el próximo 3 de septiembre, el Museo Arqueólogico Nacional (MAN), en Madrid, alberga la exposición Historias de una isla, arqueología de Gran Canaria, entre las que se exponen algunas de las piezas rescatadas de la excavación de San Francisco.
Si el contenido de la investigación de Sosa tiene una importancia capital para el estudio de estas colecciones, la arqueóloga está muy satisfecha con otro legado de su trabajo: “El esfuerzo de recopilar toda esta información ha servido para traer hasta nuestras islas una nutrida bibliografía que abre y allana el camino a todos aquellos que quieran continuar en este campo de la investigación cerámica de época Moderna en las Islas Canarias”.