Las ciudades patrimonio: el reto de preservar y conciliar un bien de la humanidad

Imagen de archivo de personas en diferentes terrazas de La Laguna, en Tenerife

Efe

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¿Qué implica ser Patrimonio de la Humanidad? ¿Está el turismo masificado degradando nuestro patrimonio? Estas son algunas de las preguntas que los expertos y organismos como la UNESCO se plantean ante la necesidad de conciliar desarrollo y conservación del patrimonio.

Quince ciudades y un total de 49 bienes -culturales (43), naturales (4) y mixtos (2)-, más cuatro fronterizos, es la aportación patrimonial que España lega a la humanidad y que tiene la encomienda de proteger a través de múltiples mecanismos, que no están exentos de riesgos que también marcan la agenda electoral estos días, como la vivienda, el turismo o el cambio climático.

Un patrimonio que no sólo está compuesto por los cascos históricos de 15 ciudades y bienes culturales como la Alhambra -el monumento más visitado de España-, el Acueducto de Segovia, la cueva de Altamira o la Mezquita-Catedral de Córdoba y sus patios, sino también por patrimonio natural como Doñana y por el inmaterial (19), como el flamenco, las Fallas, el toque manual de campanas y, previsiblemente, la jota cuando sea reconocida por la UNESCO.

Ciudades y patrimonio: espacios vivos

Si hay algo que la UNESCO y el Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España tienen claro es que el patrimonio no es algo ajeno al desarrollo de una ciudad, de ahí que ambas organizaciones tengan como máxima la labor de compatibilizar la protección del bien y la normalización de la vida de las ciudades que los albergan.

“Las ciudades patrimonio no son entes anclados en el tiempo, son espacios vivos, cambiantes, que tienen que desarrollarse y evolucionar con el tiempo”, expresa en una entrevista con EFE el actual presidente del Grupo Ciudades del Patrimonio de la Humanidad en España y alcalde de San Cristóbal de la Laguna (Tenerife), Luis Yeray Gutiérrez.

De hecho, según Gutiérrez, quizá el principal reto de estas ciudades es “saber gestionar esa tensión que se produce entre la conservación del patrimonio edificado y el desarrollo de la actividad propia de las ciudades contemporáneas”.

Algo con lo que precisamente concuerda la UNESCO, que considera que la “integración de las poblaciones” es el principal reto.

“Los sitios no son santuarios intocables, ni deben convertirse en parques de diversiones: albergan comunidades que tienen en ellos su modo de vida y los habitantes tienen una historia común con estos sitios y muchas veces son los mejores protectores de este patrimonio”, explica en una entrevista con EFE un portavoz del centro del patrimonio mundial de la UNESCO.

Los retos: masificación y vivienda

La proyección internacional de la declaración en 1994 del singular barrio granadino del Albaicín como Patrimonio Mundial se tradujo en la llegada de nuevos habitantes atraídos por este reconocimiento, que ha conllevado también problemas para los vecinos de un barrio “incapaz de soportar la presión de los apartamentos turísticos”.

Es esta una práctica que está haciendo perder gran parte del patrimonio de viviendas: “Donde antes vivía una familia, ahora hay tres apartamentos turísticos”, denuncia Lola Boloix, residente del Albaicín desde hace 50 años y miembro activo durante dos décadas de la asociación vecinal del barrio, que lamenta, en declaraciones a EFE, la falta de accesos y transportes públicos, la pérdida de comercios tradicionales y la fuga de vecinos.

El aumento de los precios en el alquiler y venta de viviendas, empujados en muchas ocasiones por la creciente oferta de apartamentos turísticos, es otro de los retos que reconoce el grupo de ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad, que esperan que con la aprobación de la nueva Ley de Vivienda se abra una oportunidad para la regulación a través de la declaración de zonas tensionadas donde poder limitar el aumento descontrolado de precios.

Como ejemplo, el Ayuntamiento de Toledo ha modificado recientemente su Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) para incluir la regulación de los pisos turísticos en el Casco Histórico, de modo que el número de estos alojamientos no puede superar el 20 % de las viviendas en cada barrio y sólo podrán instalarse en planta baja (excepto si hay un comercio) y primera planta.

Además del problema de la vivienda, la concentración de un gran número de visitantes en unos cuantos enclaves de la ciudad a menudo provoca problemas para la convivencia vecinal, amenaza la sostenibilidad del desarrollo del municipio e incluso puede provocar daños en los destinos, como advierte la UNESCO.

Así, según señala a EFE el experto en patrimonio y doctor en Arquitectura Juan Luis de las Rivas, una de las claves para aliviar esta masificación es ofrecer “información urbana” de calidad y otras ofertas diferentes a las tradicionales, e incluso utilizar las nuevas tecnologías para guiar a los visitantes de manera efectiva.

El cambio climático: el problema silencioso

Al igual que los anteriores, el cambio climático es, a juicio de la UNESCO, otro de los grandes retos ligados a la protección patrimonial, de ahí que uno de sus portavoces muestre la preocupación por el negacionismo climático y sus consecuencias.

Precisamente, la UNESCO alerta en esta entrevista de que en estos momentos el sitio español que más les preocupa es el Parque Nacional de Doñana y, en particular, “la posible evolución de las reglamentaciones locales”, de modo que, según este organismo internacional, “es urgente que Doñana ponga en marcha el plan de salvaguardia que prevea el cierre de los pozos ilegales, como ha señalado el Comité del patrimonio mundial en repetidas ocasiones”.

Un problema, el cambio climático, que también preocupa al grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad en España, que lamenta que “determinadas corrientes políticas no solo descuiden, sino que minimicen sus amenazas”, de ahí que apuesten por un “consenso básico en materia de conservación y protección patrimonial que sea irrenunciable, con independencia de quien esté al frente de las instituciones públicas” a partir del 28M.

Pero... ¿Cómo se protege el patrimonio?

Al igual que las capas terrestres, la protección de un bien patrimonial se compone de varios estratos. El más externo y que engloba a todos las demás es la Convención del Patrimonio Mundial que, como explica la UNESCO, es “un tratado jurídico de naturaleza vinculante” en el que los signatarios se comprometen a “proteger el valor universal excepcional de todos los sitios de manera que puedan transmitirse a las generaciones futuras”.

Ya a nivel de los Estados, cada país tiene su propia regulación, como la Ley de Patrimonio Histórico de España (1985) o la Ley de Patrimonio Natural (2007), aunque cada comunidad también ha ido desarrollando las propias y cada bien puede tener incluso su propia ley, como Doñana (1978), ya que también se trata de un Parque Nacional.

Finalmente, la capa de protección más pegada al bien la desarrollan los propios ayuntamientos, con los Planes de Especial Protección, que marcan la pautas en las que se puede intervenir en dichos entornos bajo las directrices anteriores, como el recientemente aprobado en Segovia, que recoge multas de entre 750 y 3.000 euros para quien pueda ocasionar daños al Acueducto.

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