EL HIERRO ARQUEOLÓGICA, EL LEGADO BIMBAPE / 2
La conexión astronómica de los aborígenes herreños
La Estrella del Agua ha estado presente en la memoria herreña hasta el pasado siglo XX. Las Cabrillas también, como denominan a las Pléyades en la más occidental de las Canarias. Solo en los días del solsticio de invierno, el sol irrumpe sobre la cumbre de la Punta Jis y se proyecta sobre el conchero del poblado de Los Llanos de Irama. A pocos kilómetros, también en esos días mágicos del invierno, desde el ara de sacrificio de Punta Gorda, y solo desde ahí, se observa al sol salir por la cresta del volcán Tanganasoga, una atalaya de 1.384 metros sobre el Atlántico. En el oeste de la Isla, pero durante los equinoccios, ocurre un fenómeno similar desde el ara de Orchilla, donde se encuentra el mítico faro de la Isla del Meridiano. ¿Tenían conocimientos astronómicos los bimbapes? Científicos del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) han demostrado con sus observaciones, mediciones y cálculos matemáticos la conexión astronómica de yacimientos aborígenes de Gran Canaria y La Palma, como vimos en las dos primeras entregas de esta investigación periodística sobre los astrónomos del pasado. En El Hierro, al menos hasta ahora, no hay pruebas tan contundentes pero sí indicios sólidos de la vinculación de sus primeros pobladores con el cielo.
Juan Antonio Belmonte es astrónomo del IAC y una autoridad internacional en el campo de la arqueoastronomía. Ha escrutado el firmamento de El Hierro desde varios yacimientos, pero también se ha sumergido, junto a la antropóloga Margarita Sanz de Lara, en los saberes tradicionales asociados al cosmos, una investigación etnográfica que se plasmó en El cielo de los magos. El libro, sostiene la doctora Sarai Cruz, profesora de Filología en la ULPGC, “constituye el primer estudio sistemático que se realiza en Canarias sobre las costumbres tradicionales relacionadas con la observación del cielo”.
“Los herreños antiguos”, nos contó el doctor Belmonte durante la realización de este reportaje, “predecían la llegada de las lluvias al observar en el firmamento a la Estrella del Agua”. Se trata del planeta Venus. “Los perlos”, explica el especialista, “eran los encargados de llevar a cabo la observación y la predicción correspondiente”. Llovía “cuando lucía al alba”. De ahí viene Lucero del Alba, a veces llamado Estrella del Alba, una denominación popular para referirse a Venus cuando es visible en el cielo al amanecer.
El cúmulo de las Pléyades, en la constelación de Tauro, “es el asterismo más famoso de la bóveda celeste y es usado como jalón estacional”, ya que siempre ilumina el cielo durante los meses de enero y febrero, en el hemisferio norte. “Su uso”, explica Belmonte, “está confirmado en la cultura tradicional canaria con el nombre de las Cabrillas, el Ganado o Siete Estrellas”. Escuchar estas denominaciones “en El Hierro resultaba revelador”. ¿Los bimbapes se guiaban por las Cabrillas? “Es muy probable que se conocieran y se usasen como marcador durante el periodo aborigen”, responde con la cautela que caracteriza a este científico cuando no tiene pruebas fehacientes.
Aras de sacrificio
El ara de sacrificio de Punta Gorda, en el valle de El Golfo, es una estructura circular de algo menos de dos metros de diámetro y uno de altura, perfectamente conservada. Está construida sobre una colada volcánica de malpaís, en un saliente sobre el mar. Sixto Sánchez fue uno de los arqueólogos que la excavó en 1977. Con él, la visitamos el pasado 3 de junio. Las aras “se usaban para incinerar cabras y ovejas, generalmente ejemplares jóvenes aunque aparecen también restos de cuernos de animales más crecidos”. Se sabe por los restos óseos localizados en el orificio central de la estructura y su posterior análisis. Lo que no se puede concretar son las fechas de uso porque no se han realizado dataciones de los huesos.
La Gomera y El Hierro tienen documentadas decenas de aras de sacrificio, estructuras cultuales vinculadas a las creencias de los primeros habitantes de las Islas, tal como reflejan las crónicas tras la Conquista. En las aras, recuerda Sixto Sánchez, “se celebraban ofrendas, con el humo ascendiendo al cielo para darle gracias a sus dioses por las buenas cosechas de ese año o para pedirles que la naturaleza fuera propicia para la subsistencia del ganado y de la propia comunidad”.
El ara de Punta Gorda está en un entorno con bastantes huellas aborígenes. Casi en línea recta pero a varios cientos de metros de altura está Sabinosa. “En la parte de abajo del pueblo hay evidencias de hábitat, mientras que en la costa se conocen cuevas de habitación y de enterramiento, los juaclos, tubos volcánicos que sirvieron de necrópolis”, explica Sánchez.
El historiador Miguel Martín, estudioso de la cosmovisión de los antiguos canarios y de la conexión astronómica de algunos yacimientos –ver El Verde, la espiral del solsticio de verano benahoarita, defiende que la ubicación del ara de sacrificio de Punta Gorda “no fue una elección aleatoria, tiene una explicación astronómica”. Afirma que durante “el solsticio de invierno, varios días antes y después del día exacto del solsticio, desde el ara se observa claramente como el orto solar aparece por la cima del volcán de Tanganasoga” -con sus 1.384 metros, es la tercera montaña más elevada de la Isla, cuyo techo es el Pico de Malpaso (1.501 metros)-. Martín reconoce que no ha sido testigo de este fenómeno, pero sí lo ha constatado a través de los programas astronómicos que consulta. En época de los bimbapes, afirma que “el sol también salía por ese punto, como he comprobado en Stellarium Astronomy Software”.
La elección del lugar en la que se construyó el ara de sacrificio de Orchilla tampoco “resulta casual”, señala Martín. Sobresale la estructura en el paisaje árido y volcánico del oeste de la Isla. Desde ahí se divisa el cráter casi perfecto de Montaña Negra, presente desde mucho antes de que se poblara El Hierro. Lo que no vio la población prehispánica es el faro que ilumina el perfil del extremo más occidental del Archipiélago, la Punta de Orchilla. Aquí se estableció el meridiano cero, que estuvo vigente dos siglos hasta 1884.
Ubicada sobre una oquedad “usada como refugio de pastores, con paredes de piedra que crean espacios habitables, como prueba un pequeño conchero”, describe Martín, “el ara está ubicada en un lugar concreto para sincronizar la Montaña Quemada con el sol que surge por detrás de su silueta durante los equinoccios indígenas”. No se trata de un marcador del tiempo, pero Martín sí relaciona los ritos cultuales con el astro rey, como citan los cronistas. En este sentido, la arqueóloga María de la Cruz Jiménez afirma en La religión de los bimbaches -publicado en 2023-: “Sabemos que los libios, según Heródoto, adoraban al sol y la luna y a ellos les hacían sacrificios”. Este documento, añade la historiadora, “ha sido bien contrastado y de sobra conocido en las primitivas culturas del Archipiélago”.
Lo que no ha verificado aún la astronomía moderna es la relación entre la ubicación del poblado de Los Llanos de Irama, en la Punta de la Dehesa, con el fenómeno que se produce durante el solsticio de invierno. Solo en este momento del año, asegura el investigador Miguel Martín, fundador de la Asociación Iruene, el sol ilumina el yacimiento “cuando los rayos deslumbran sobre la cima de la Punta de Jis, pico situado junto al emblemático Roque de Bascos”. Las teorías del profesor Martín sobre las aras y el conchero de Irama no han sido falsadas ni publicadas en revistas científicas, pero exploran una senda que invita a seguir avanzando en el universo de la arqueoastronomía.
Este alumbramiento solo ocurre durante el solsticio de invierno. El sol surge en la cumbre de la Punta Jis. Este vídeo fue grabado en diciembre de 2023 por David Pérez Barrera.
Miguel Martín afirma que el conchero, “alejado de la costa”, se ubicó en ese lugar como consecuencia del fenómeno solar descrito. Sin embargo, la arqueología cuestiona el argumento de la distancia. “La mayor parte de los concheros de El Hierro”, aclara Sixto Sánchez, uno de los arqueólogos que mejor conoce el legado aborigen de la Isla, “están alejados de la costa porque se localizan junto a antiguos asentamientos”. De hecho, junto al conchero hay tres estructuras con restos de cerámicas y material lítico; posiblemente fueran viviendas aborígenes, pero no se puede asegurar porque no se han excavado. El arqueólogo aporta otro dato sobre por qué los concheros no suelen estar en el litoral: “Las lapas y los otros moluscos que consumían no se preparaban en la costa sino en sus poblados, con el propósito de mantener el alimento lo más fresco posible antes de su consumo”.
Las cazoletas bimbapes
Hay un elemento común a las creencias de los guanches en todas las islas: las estaciones de canales y cazoletas. De hecho, hay manifestaciones de estos yacimientos en culturas prehistóricas de la Península Ibérica –ENLAZAR ver Viaje a la Alcarria visigoda y a La Mancha de la Edad del Bronce-. Precisamente ha sido Sixto Sánchez el primer arqueólogo en documentar los pocos yacimientos cultuales de esta tipología que construyeron los bimbapes. Fue en el verano de 2019, en dos artículos publicados en Diario de Avisos, cuando Sánchez da cuenta de la existencia de estaciones de cazoletas en El Hierro.
Durante el viaje que realizamos para elaborar esta serie de reportajes, visitamos tres estaciones. Son muy modestas. Una solo presenta una cazoleta, pero está perfectamente encuadrada en canalillos. Está en el yacimiento de Afotasa, excavado en 2010 y 2011 porque se construyó un parque eólico junto a un yacimiento aborigen. La estación más interesante es Piedra Juan; está labrada sobre una roca grande, algo inusual en las estaciones del resto del Archipiélago. Está en las medianías de El Golfo.
La tercera estación que vimos es una de costa, pero con solo dos receptáculos que usan los pescadores para preparar sus engodos. Está ubicada en el Pozo de la Salud. Las estaciones de cazoletas de mar, muy abundantes en La Palma, están rodeadas de una controversia porque hay voces que defienden que la gran mayoría son naturales, originadas por microorganismos. Estudios geológicos son claves para arrojar luz a este respecto.
Luz, la que penetra durante el solsticio de invierno en la Cueva del Agua, con sus interesantes grabados geométricos e inscripciones de letras de la escritura líbica-bereber que inmortalizaron los primeros habitantes de Canarias en siete islas, será protagonista, junto a las singulares manifestaciones rupestres de los nativos herreños y la aculturación religiosa, del último capítulo de esta trilogía sobre el legado y la cosmovisión del pueblo bimbape.
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