Una investigación arqueobotánica, publicada el pasado mes de junio en la prestigiosa revista científica Vegetation, History and Archeobotany, arroja dos conclusiones novedosas sobre el poblamiento norteafricano de las Islas Canarias. La principal: las poblaciones amaziges trajeron hace aproximadamente 1.800 años productos agrícolas –semillas y esquejes de higuera- a las siete islas habitadas antes de la Conquista; las crónicas aseguraban que los indígenas de La Palma y Fuerteventura desconocían la agricultura. La segunda: el análisis genético y las dataciones de las semillas encontradas en veintiocho yacimientos no aportan pruebas que avalen nuevos eventos migratorios tras la colonización inicial del Archipiélago, en los primeros siglos de la era común.
El doctor en Arqueobotánica Jacob Morales, profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, afirma que hasta la llegada de navegantes europeos al Archipiélago, a partir del primer tercio del siglo XIV, “las islas permanecieron aisladas entre sí y del mundo exterior, condición que con el tiempo llevó a una disminución de la diversidad de cultivos en todas las islas excepto Gran Canaria”. Morales es un experto carpólogo que colabora en proyectos nacionales e internacionales.
La investigación La agricultura y la dispersión de cultivos en la periferia occidental del Viejo Mundo: el asentamiento amazige/bereber de las Islas Canarias (siglos II-XV), coordinada por el doctor Morales y firmada por otros diez investigadores, entre historiadores, arqueólogos y biólogas genetistas, aporta nuevos hallazgos arqueobotánicos inéditos y dataciones directas por radiocarbono de restos vegetales de las diferentes islas que permiten determinar cuándo llegó la agricultura a Canarias. Hasta ahora, se sabía que los primeros colonos trajeron del norte de África semillas de cebada, trigo duro, lenteja, haba, guisante y esquejes –solo se han localizado en Gran Canaria- de higuera. Ahora, gracias a esta investigación, sabemos que la agricultura se conocía en las siete islas que estuvieron habitadas durante el periodo prehispánico, aunque su evolución no fue igual en todas ellas.
Esta investigación es el resultado de una veintena de años de trabajo de campo y de laboratorio, con algunos datos que ya se habían difundido, pero esta última publicación aporta “hallazgos inéditos”, ha declarado a Canarias Ahora Jacob Morales. Por ejemplo, “todos los referentes a Lanzarote y Fuerteventura, porque no teníamos información arqueobotánica sobre la práctica de la agricultura en esas dos islas”. También “ofrecemos datos novedosos de El Hierro y La Gomera porque hemos incorporado nuevos yacimientos. Hemos datado semillas con carbono 14 y nos aporta datos precisos sobre cuándo se inicia la agricultura”. La información que se tenía de Tenerife, La Palma y Gran Canaria se ha ampliado con las investigaciones de los últimos años y recogida en el citado artículo publicado por la revista internacional más relevante en el campo de la arqueobotánica.
Diversidad de cultivos
La cebada “es el cultivo más abundante y extendido del Archipiélago. Se registra en todas las islas y es la única planta cultivada que ha sido identificada en todos los sitios” que se han estudiado para realizar la investigación publicada en Vegetation History and Botany. Esto sugiere, asevera Morales, “que fue el grano más importante en la dieta indígena a lo largo del período prehispánico”. Además, según la genetista Jenny Hagenblad –una de las científicas que firma este trabajo-, la cebada “es más tolerante a la sequía y, en comparación con el trigo puede cultivarse en suelos más pobres, por lo que se adapta mejor a las condiciones semiáridas de las Islas Canarias”.
El trigo duro es el otro cereal de la dieta indígena pero es menos frecuente; se ha registrado su cultivo en todas las islas menos en Lanzarote. Según los investigadores, “no hay evidencia del cultivo del trigo panificable ni de otras especies de trigo, como la espelta, durante la época prehispánica. Los análisis moleculares de los granos de trigo que datan del período colonial -siglos XV al XVII- revelan que el trigo harinero o panificable se introdujo en este período y, por tanto, los indígenas no conocían ese alimento; los exploradores europeos también notaron el escaso papel del trigo en la dieta indígena, afirmando que su consumo era en forma de granos enteros cocidos en caldos”.
El cultivo de legumbres –lentejas, habas y guisantes- “solo se identifica en las islas de Fuerteventura, Gran Canaria, Tenerife y La Palma. Las lentejas y las habas son las más comunes, mientras que el guisante se ha detectado en solo cuatro yacimientos de Gran Canaria y Tenerife”. Los exploradores europeos solo aluden en sus crónicas al cultivo de habas y guisantes durante el período de contacto (siglos XIV y XV).
El único cultivo frutal identificado es el higo y “está estrictamente limitado a Gran Canaria”, afirma el profesor Jacob Morales. El hecho de que sea exclusivo de esa isla “puede estar relacionado con la práctica de riego artificial y la falta de contactos con otras islas”. La datación de los siglos VII y VIII de “individuos con semillas de higos insertas en sus caries dentales”, señala la bioarqueóloga Teresa Delgado, otra de las investigadoras que firma el trabajo científico, “indica claramente la importancia temprana de la planta. La alta prevalencia de caries entre la población indígena de Gran Canaria se ha relacionado con un alto consumo de alimentos ricos en azúcar”, como higos y cereales. Un trabajo conjunto de Morales y Delgado en 2007, con restos de higos encontrados en graneros, “prueba que se almacenaban como higos pasados para su posterior consumo; era un alimento básico”.
El cotejo de las semillas y sus dataciones sugiere a los investigadores “una disminución en la diversidad de cultivos en todas las islas, excepto en Gran Canaria, a partir del segundo milenio”, tras los siglos X y XI. Los casos más notables, añaden los arqueólogos, “son La Palma y Fuerteventura, donde el 'paquete' de cultivos se perdió por completo en el segundo milenio”. Cuando llegan los europeos, precisa Morales, “nos dicen las crónicas que no hay agricultura en esas dos islas”. El trigo en La Gomera y El Hierro sólo se documenta en contextos del primer milenio y está ausente en yacimientos fechados a principios del segundo milenio“. Cuando llegan los europeos, solo había cebada en El Hierro y La Gomera. En Tenerife, ”ocurre algo similar; en el segundo milenio solo hemos encontrado cebada y mocán“, una fruta silvestre nativa de Canarias y Madeira.
Los alimentos cultivados “que fueron desapareciendo se sustituyeron por los frutos de plantas recolectadas silvestres”, como mocanes, pinos o fayas. Aunque “los resultados aún son preliminares”, advierte Morales, “interpretamos que la pérdida de biodiversidad agrícola se deriva del aislamiento de las diferentes islas y la falta de medios para repoblar los cultivos perdidos”. Esta pérdida de biodiversidad no es exclusiva de Canarias. En las Islas Británicas ocurrió durante el neolítico, también en otras zonas de Europa e incluso en Japón. La clave, explica Morales, “es que las semillas las traen navegantes, se asientan, por lo que se aíslan del continente y se va perdiendo la diversidad de cultivos”. Los guanches “llegaron y se quedaron aislados; ocurrió en otras islas, como en Pascua”.
Señalan los expertos en la investigación publicada por la editorial Springer Link que “presiones ambientales como las fluctuaciones climáticas o las erupciones volcánicas probablemente favorecieron el pastoreo, la recolección de plantas silvestres y la explotación de los recursos marinos, relegando la agricultura a un papel secundario”. De hecho, “los restos de plantas silvestres consumidos por las poblaciones indígenas se registran en todas las islas excepto en Lanzarote; las plantas silvestres son especialmente frecuentes en las islas occidentales, donde con mayor frecuencia superan en número a las semillas de plantas cultivadas, como el trigo o la cebada”.
El caso de Gran Canaria
Gran Canaria es una isla singular en el contexto de la prehistoria y la arqueología del Archipiélago. Es la única que tiene cementerios tumulares. También es la única que atesora pinturas rupestres –el parque arqueológico de Cueva Pintada es su máximo exponente- y cuevas artificiales que operaban como templos astronómicos –la más relevante es Risco Caído, declarada patrimonio mundial por la Unesco-. En el campo de la agricultura, también se distingue del resto de las islas porque es la única que atesora “graneros artificiales construidos en cuevas, en lugares de difícil acceso o naturalmente fortificados”, explica Morales.
Gran Canaria, por otra parte, fue la única isla que “conservó todo el 'paquete' de cultivos durante todo el periodo prehispánico”. También por su orografía, señala el investigador, “con sus grandes valles y caudales permanentes de agua, es más apta para la agricultura de regadío”, circunstancia que “produjo una producción agrícola más regular y segura que la de las otras islas”. Morales afirma que “no se ha registrado ninguna referencia al regadío prehispánico salvo en Gran Canaria. Por lo tanto, es probable que los cultivos en las islas restantes fueran de secano, lo que las hizo propensas a fallas en la cosecha debido a la falta de precipitaciones suficientes. Esto también aumentó el riesgo de pérdida de la biodiversidad de los cultivos”.
Gran Canaria actualmente no revela ninguna evidencia arqueológica directa de un sistema de riego prehispánico. Sin embargo, puntualiza el profesor de la ULPGC, “análisis de archivos históricos confirman su existencia durante el período de contacto con los europeos. De hecho, estos archivos indican que los campos indígenas y los canales de riego fueron reutilizados por los colonos europeos, que reemplazaron la cebada y las higueras por la caña de azúcar”.
Sin pruebas de nuevas oleadas
La otra gran conclusión de La agricultura y la dispersión de cultivos en la periferia occidental del Viejo Mundo: el asentamiento amazige/bereber de las Islas Canarias (siglos II-XV) es la ausencia de pruebas en el registro arqueobotánico que avalen oleadas migratorias después de la colonización inicial del Archipiélago, entre los siglos III y IV.
“Hemos identificado un mismo grupo de plantas cultivadas en todas las islas. Las hemos datado y están presentes desde el inicio de la colonización. Creemos que fue un solo episodio migratorio porque durante todo el periodo prehispánico no hemos documentado la llegada de nuevos cultivos, en todo caso, pérdidas”, explica a esta redacción el doctor Morales. ¿Y qué quiere decir eso? La respuesta es categórica: “Aislamiento”. Si se hubiesen producido nuevos contactos, argumenta el carpólogo, “hubiesen traído nuevos cultivos o nuevas variedades. La cebada que trajeron hace 1.800 años es la misma que se cultiva hoy en las islas”. Si hubo una segunda oleada, “vinieron sin plantas ni animales; y eso es muy raro”, sentencia el investigador.
La datación más antigua de un resto humano está fechada a principios del siglo III de la era y fue localizado en Lanzarote, como han certificado Verónica Alberto Barroso y Javier Velasco Vázquez. El poblamiento de Canarias, coinciden todos los historiadores, se inició por las islas orientales –Lanzarote y Fuerteventura-. Por eso, expone Morales en su investigación, “es intrigante que las dataciones más antiguas de semillas se han documentado en La Palma, en el yacimiento de El Tendal”. Las islas occidentales de La Gomera y El Hierro también proporcionan “evidencias arqueobotánicas muy tempranas de agricultura”, con fechas más antiguas que las registradas en las islas centrales: siglos VI-VII para Gran Canaria y del VII al IX para Tenerife. “Quedan muchas preguntas por responder”, reflexiona.
Canarias, concluye el doctor Morales, “es muy importante en la investigación de la Antigüedad porque representa la última frontera occidental previa al descubrimiento de América. No solo vino gente a las Islas, sino que arribaron con unas plantas y animales que las definen: por eso imaginamos a esas personas consumiendo gofio –harina de cebada- y criando cabras”. Esa es la identidad que legaron los primeros habitantes del Archipiélago: los guanches.