El silencio que envuelve la inmensidad de las montañas de Anaga (Tenerife) se rompe con el golpeteo de las lanzas contra las piedras, mientras un nutrido grupo de personas de diferentes edades avanza “brincando” por los escarpados filos de los barrancos, una tradición pastoril fruto de la necesidad de dominar el terreno que hoy está más viva que nunca gracias al trabajo de las jurrias.
Y es que el salto del pastor canario, como se conoce al uso de largas lanzas de madera de unos tres metros de altura y metal en su punta para desplazarse por la accidentada orografía de las Islas Canarias, está de celebración al cumplirse 30 años de la fundación de las primeras agrupaciones que lograron conservar y promover su legado.
De una iniciativa popular nacieron en 1994 los primeros colectivos: Aguere (Tenerife), Guanil y Aridamán (Gran Canaria), formados por personas que compartían intereses vinculados al patrimonio cultural, artesanal y deportivo del Archipiélago, un paso que continuó en 2001 con la creación de la Federación de Salto del Pastor Canario, en la que hoy existen numerosas jurrias y que cuenta con centenares de federados.
Uno de ellos es Daniel Castro, miembro del colectivo Aguere, quien explica a EFE que el salto del pastor para él fue un “descubrimiento absoluto” que cambió su “percepción de las actividades tradicionales”, ya que además vivió el proceso de rescate desde sus orígenes visitando a los antiguos cabreros de los municipios rurales para recabar toda la información posible.
“Yo había visto alguna gente por ahí saltando alguna vez en algún risco, pero el formar parte del grupo, salir juntos a saltar, conocer a la cantidad de gente que hemos conocido, sobre todo los cabreros que tuvieron que usarlo como herramienta de trabajo, que han sido los que nos han enseñado y nos han dado las líneas a seguir y demás, para mí ha sido algo que cambió mi vida”, afirma.
Como él, otros muchos se comenzaron a interesar por esta actividad que consiste en moverse por lugares agrestes, sobre todo “riscos, barrancos y zonas de difícil acceso” con un “palo largo encabado con una punta de metal para que se pueda firmar bien en el suelo y no resbale”, ha continuado, para poder “apoyar en el suelo y deslizarte por la lanza” con el objetivo de que los movimientos “sean lo más seguros y ágiles posibles”.
El origen de esta tradición se remonta a los guanches, los antiguos habitantes de las Islas Canarias antes de la llegada de los europeos, según narran los cronistas de la época, quienes incluso la exportaron a la isla de Madeira cuando fueron llevados como esclavos por los castellanos durante los tiempos de la colonización del nuevo mundo.
Con el paso de los siglos y con la asimilación total de las Islas Canarias por parte de España, la práctica del salto del pastor quedó relegada al mundo rural hasta la llegada de las jurrias, que surgieron en un momento de quiebre en el que su uso natural se encontraba a punto de desaparecer.
“El cambio más importante que ha sufrido el Salto del Pastor en toda la historia fue sacarlo de su contexto natural, donde la gente lo utilizaba por necesidad, por trabajo. Nosotros ahora ya no lo usamos por necesidad, lo usamos por vicio. Vamos a saltar porque queremos, porque nos gusta la actividad así y porque nos gusta el mantenimiento de las actividades tradicionales y de la cultura canaria”, indicó Castro.
De ese cambio se cumplen ahora treinta años y desde el Colectivo Aguere han organizado un programa de actividades entre los días 9 y 15 de septiembre para conmemorar los orígenes de su fundación, pero también promover el encuentro y el debate con charlas acerca de cuestiones como la cosmovisión guanche o los estudios genéticos de la población aborigen, a manos de reconocidos investigadores.
Un encuentro que tendrá lugar en la casa del ganadero en La Laguna y que sirve para recordar y valorar el trabajo realizado hasta la fecha, pero también para dibujar el futuro del salto del pastor y mantenerlo vinculado a sus orígenes, aunque ya no queden pastores que lo sostengan.
“Lo que nosotros estamos haciendo hoy, como saltadores en toda Canarias, es lo que se va a conocer del salto del pastor dentro de 30 o 20 años (…) y para mi, la referencia es que si cualquiera de los viejos que nos han enseñado y apostado por nosotros levantara la cabeza pasado ese tiempo sea capaz de reconocerse en la actividad que nosotros hacemos”, concluyó Castro.