LANZAROTE ARQUEOLÓGICA, ANTES Y DESPUÉS DE LA CONQUISTA /1
San Marcial de Rubicón, la primera ciudad de Canarias

En  primer plano, lugar donde se levantó la fortificación; en el cauce se aprecia las cubiertas de los pozos de San Marcial y La Cruz. Las estructuras descubiertas en otras campañas están tapadas para protegerlas

Luis Socorro

14 de octubre de 2023 10:04 h

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La costa del Rubicón, con sus paradisiacas playas del sur de Lanzarote, fue el lugar elegido por el normando Jean de Bethencour para fondear sus barcos y fundar el primer asentamiento europeo en el Archipiélago. Fue en 1402, con esta expedición, cuando la Corona de Castilla inicia la conquista de Canarias. Dos años después, gracias a una bula del papa Benedicto XIII, se declara a San Marcial de Rubicón como ciudad y se crea la primera catedral de Canarias. Un equipo de arqueólogos de las universidades de La Laguna y Las Palmas de Gran Canaria está realizando una nueva campaña de excavaciones que concluye el próximo 21 de octubre. Con esta publicación, Canarias Ahora-elDiario.es inicia una serie de cuatro reportajes semanales sobre enclaves del patrimonio histórico de Lanzarote que tienen en común vestigios anteriores y posteriores a la Conquista.

San Marcial de Rubicón es el yacimiento arqueológico del Archipiélago que mejor refleja la convivencia entre las culturas indígena prehispánica y la europea durante el proceso de conquista, que se prolongó casi una centuria en el siglo XV. Hasta hace unas cuantas décadas, solo se sabía de este enclave lo que escribieron los cronistas en Le Canarien. Con este documento en la mano, nos cuenta Macri González, codirectora junto a Esther Chávez de las investigaciones arqueológicas actuales, “se presentaron los historiadores Antonio Tejera Gaspar y Eduardo Aznar”.

La pista para dar con el enclave es una cruz que se había colocado para recordar que en ese lugar se había levantado la primera catedral de las islas. Hay una referencia de que el templo a mediados del siglo XVI estaba en ruinas. La primera intervención arqueológica, recuerda el historiador Miguel Clavijo en el documental San Marcial de Rubicón: historias, arqueologías, biografías, la realizaron los hermanos Serra en 1960. Encontraron la torre que citan las crónicas y dos cuerpos sin ajuar.

La investigación se retomó en 1984. Cuando Tejera y Aznar llegaron a la Playa del Pozo no había ni rastro del antiguo campamento normando. Tan solo se atisbaba dos pozos. Tejera encargó la limpieza de los mismos, tarea que coordinaron Juana Hernández y Alejandro Valencia; este fue quién descubrió unos grabados en el dintel del pozo de La Cruz.

Las excavaciones estuvieron paralizadas hasta 2019. Desde entonces, los arqueólogos han encontrado los cuatro pozos del enclave, dos de ellos –San Marcial y La Cruz o Los Escalones-, de incuestionable factura medieval, tiene un gran valor por su técnica arquitectónica. También, han excavado restos de construcciones, muros de tapial que por ahora “solo se ha documentado en las islas” en este yacimiento, según González, una casa en un lugar prominente con restos del piso, piezas de metal, decenas de monedas de la época, seis cuerpos humanos, como adelantó este periódico hace una semana, y, entre otros registros arqueológicos, mucha cerámica europea e indígena, lo que pone de manifiesto la cohabitación entre ambas culturas. Este es un dato de gran relevancia para los investigadores por la información que aporta de la etapa del contacto.

Una sola ocupación

Desde que el actual equipo científico emprendiera esta investigación -gracias a un convenio entre las dos universidades públicas de Canarias, la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno autónomo y el Ayuntamiento de Yaiza, cuya implicación logística es sobresaliente-, la arqueología no ha dejado de hablar. Hay una conclusión contundente: “Las excavaciones, sin ningún genero de dudas, determinan que San Marcial solo tuvo un momento de ocupación: el siglo XV. No estuvo ocupado ni antes ni después”. Quién así se expresa es Miguel Ángel Hervás, especialista en arqueología medieval.

Esa ocupación se inició a mediados de 1402. Los expedicionarios recalaron en Lanzarote con dos guanches, dato documentado en las crónicas, con el objetivo de que les sirvieran de traductores. Estos indígenas fueron capturados en una de las razias que se hicieron a lo largo del siglo XIV por parte de navegantes que periódicamente viajaban por las islas. Marcos Sarmiento, profesor de Filología de la ULPGC, da cuenta en su libro Cautivos que fueron intérpretes del papel que jugaron algunos nativos en la comunicación entre conquistadores y aborígenes. Esta circunstancia pone de relieve que a pesar de los diversos dialectos guanches que se hablaban en las islas, todos tenían un tronco común, una misma cultura que facilitaba el entendimiento.

La elección del sur de Lanzarote para levantar el primer poblado europeo no admite dudas: la facilidad para fondear los barcos porque está al abrigo de los vientos alisios y, fundamentalmente, por la presencia de agua. Cuando los normandos, financiados por la Corona de Castilla, descubrieron el vital elemento, decidieron construir los pozos. Probablemente, los europeos tendría conocimiento de la existencia de bebederos para la población indígena, ya que entre la tripulación de Bethencourt había un maestro artesano en construcciones, quien se encargó de dirigir los trabajos de construcción de los pozos.

En aquellas fechas, según Le Canarien, Lanzarote tenía muy pocos habitantes, algo más de 300, circunstancia que facilitó la rápida conquista de la Isla sin necesidad de violencia, como sí ocurrió en otras islas, como Gran Canaria, La Palma y Tenerife, en las que la población guanche se enfrentó durante años contra los invasores europeos. Supuestamente, porque solo tenemos la información de las crónicas y no la de los indígenas, normandos y majos –gentilicio de los nativos lanzaroteños- pactaron amistosamente el sometimiento pacífico de la mermada población insular a cambio de protección contra las incursiones esclavistas de castellanos y aragoneses.

Los pozos normandos

Miguel Ángel Hervás ha estudiado en profundidad los cuatro pozos localizados. “Son muy diferentes. San Marcial es el más próximo a la costa. ”Es el más llamativo“, indica Hervás. El sistema ”constructivo nos habla de una obra planificada, profesional, de albañilería y de cantería; hay una planificación muy cuidadosa antes de su comienzo de su ejecución“. Este experto afirma que se hizo ”el replanteo inicial en una fosa en forma de ele, cuyo brazo corto estaba previsto como vaso de captación y cuyo brazo largo era la rampa de acceso, primero para la evacuación de escombros durante la excavación de la fosa y, posteriormente, para entrada y salida de trabajadores“. A la postre se convertiría ”en la rampa mulera para que abrevaran las caballerías y para que estas, con sus alforjas y canteros, transportar el agua al campamento“. Esto da una idea, sentencia Hervás, ”de que había que dar agua a mucha gente“. El pozo se ideó ”para tener mucho caudal por unidad de tiempo“; es decir, ”no les bastaba con un cubo y un brocal porque necesitan agua en abundancia y constante“. La tipología de este pozo, asevera el arqueólogo, ”solo tiene sentido con una población relativamente numerosa“.

¿Por qué es una obra del siglo XV y no anterior?, preguntamos al equipo investigador. Las “obras de cantería profesional” de los pozos de San Marcial y de La Cruz, “planificadas con cierta voluntad de expresión de un poder establecido, como pueden ser esas estructuras abovedadas, no tendrían sentido ni antes ni después del siglo XV. Es obvio que están vinculados al asentamiento de San Marcial”. Otra prueba, declaran los historiadores, son  las fuentes escritas. “Describen el lugar con bastante detalle, nos hablan de las fortificaciones, de los hecho acaecidos aquí, de cuándo se funda. Tenemos estudios arqueológicos desde el siglo XIX que reconocen el sitio y demuestran  que tenemos un yacimiento con un único momento de ocupación”. 

Hervás afirma que “hemos agotado la secuencia estratigráfica en muchos puntos. Hemos encontrado los niveles de hábitat, asociados sistemáticamente  a cerámicas coloniales de importación, producidas en Valencia y Sevilla durante el último cuarto del siglo XIV y durante el XV, mezcladas con cerámicas aborígenes, lo que indica un contexto de convivencia”. Este extremo es muy significativo porque indica, asevera el arqueólogo medievalista, la existencia de “dos poblaciones que habitan un mismo espacio, en un mismo periodo de tiempo y cada una de las cuales mantiene sus tradiciones culturales”.

La profesora de la Universidad de Las Palmas Macri González sostiene que “no hay ningún estrato solo con cerámica aborigen ni ninguno con cerámica europea. Eso no nos deja ningún lugar a dudas”. A este escenario hay que añadir el registro monetario obtenido en el curso de las excavaciones, monedas que se acuñaron en el siglo XV.

Marca de cantero

El pozo de La Cruz o de Los Escalones es el segundo en importancia por su técnica constructiva. El agua del pozo de la Cruz es cristalina; si te introduces en el agua y miras hacia el techo, hay un grabado podomorfo en uno de los bloques, pero el grabado más llamativo, justo en el frontal de la bóveda cuando los peldaños llegan al nivel del agua, es el de una figura que se asemeja a la diosa cartaginesa Tanit. Equivalente a la diosa fenicia Astarté.

Antonio Tejera Gaspar, catedrático emérito de la Universidad de La Laguna, era el responsable de la intervención en la que descubrió la figura de la supuesta diosa Tanit. El propio Tejera ha descartado que se trate de un grabado fenicio o púnico –a día de hoy no existe ni una sola prueba arqueológica o documental sobre la presencia fenicia en Canarias-. “Es una marca de cantero”, ha explicado el veterano historiador. 

Esther Chávez, codirectora de las excavaciones de San Marcial de Rubicón, también es de la misma opinión. De entrada, niega la mayor, porque “Tanit es una figura con un triángulo, mientras que la que está en el friso del pozo es una especie de rombo”. Para llegar a esta conclusión, la doctora Chávez ha realizado numerosas comparaciones con decenas de grabados. La foto bajo esta línea de la figura del pozo disipa cualquier duda: “no se trata de la figura de Tanit”.

La segunda conclusión a la que llega la arqueóloga para argumentar de que se trata de una marca de cantero es la existencia de figuras similares: “Las hemos encontrado en marcas de cantero en diversas construcciones de época medieval, sobre todo en templos cristianos en España, Portugal y Francia”; además, “con diferentes variantes”. Para el equipo de investigadores, “son argumentos de peso para descartar que sea una inscripción fenicia”.

Respecto a opiniones aisladas de que los pozos son de factura romana, la profesora Esther Chávez, especialista precisamente en cultura romana, es rotunda: “Hay que basarse en datos para decir que esto es romano”. Hasta el momento, en las zonas excavadas, asegura, “no han aparecido restos de la cultura material romana. Sin embargo, ”sí hay cerámicas coloniales y aborígenes“. El contexto que acompaña a las estructuras y a los pozos, concluye Chávez, ”corresponde al siglo XV“.

El enclave de San Marcial estuvo habitado aproximadamente durante unos ochenta años. El 7 de julio de 1404, dos años después del desembarco normando, el Papa Benedicto XIII fundó el Obispado de Rubicón, cuya catedral –no hay vestigios arqueológicos, al menos hasta hora, de dicha iglesia- se dedicó a San Marcial. Fue la primera catedral de Canarias, pero no así el primer obispado. El primero fue el Obispado de las Islas de la Fortuna, también llamado Obispado de Telde, erigido por Clemente VI el 7 de noviembre de 1351, en Telde, en la isla de Gran Canaria. Para la historia quedará que San Marcial de Rubicón fue declarada como ciudad hace 619 años, la primera de Canarias. Ahora, gracias a la arqueología podremos saber como era su perfil urbano. En un futuro, este yacimiento está llamado ser un parque arqueológico.

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