FUERTEVENTURA ARQUEOLÓGICA, LOS ASTRÓNOMOS DEL PASADO /1
Tindaya, el templo astronómico indígena que sedujo a Chillida
“Tindaya tiene algo que no hay en el resto del mundo: su magnífica colección de grabados podomorfos”. Al astronómo Juan Antonio Belmonte le brillan los ojos cuando habla de este lugar sagrado para los majos, una pirámide natural que sobresale sobre un páramo yermo en el norte de Fuerteventura. Sólo tiene 400 metros de altura, pero desde su cima, los primeros pobladores de la segunda isla más extensa de Canarias tocaban el cielo. Es la montaña que sedujo al escultor Eduardo Chillida para proyectar una obra grandiosa que jamás se ejecutó. Este reportaje es el primero que dedicamos a la cosmovisión de la sociedad prehispánica majorera, una trilogía con la que concluye esta investigación periodística sobre los astrónomos del pasado, un viaje por el Archipiélago, desde marzo a diciembre de 2024, que ha permitido a Canarias Ahora y elDiario.es amplificar el legado arqueoastronómico de los guanches.
“La arqueología de la religión”, en palabras de Nona Perera, una de las arqueólogas que más ha estudiado la cultura indígena de Fuerteventura, “contempla marcadores equinocciales o solsticiales, condicionados por la orografía y por la relación que las estructuras arquitectónicas mantienen con el sol y con otros astros del universo celeste”. En Tindaya no hay esas estructuras de piedra que sí encontramos en las cimas de El Cardón o Melindraga, ni tampoco las tumbas que sacralizan otras montañas de la Isla. Tindaya es otra dimensión: es el yacimiento arqueológico con más podomorfos de La Tierra. Atesora 57 paneles con 213 grabados. Todos esculpidos en la cumbre, la atalaya desde la que los majos oteaban el cielo para adorar a sus dioses y medir el tiempo.
A la cima de Tindaya ascendieron los científicos del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) Juan Antonio Belmonte y César Esteban, los precursores de la astronomía cultural en España, acompañados por Nona Perera. Previamente, los astrónomos habían analizado los calcos de los podomorfos que había dibujado la arqueóloga. “Los orientamos e hicimos un patrón de esas orientaciones”, recuerda Belmonte en la entrevista que le hicimos antes de emprender un viaje a la enigmática Fuerteventura a finales de este año. “El patrón salió precioso porque hay una enorme concentración en el cuadrante suroeste-oeste, con un máximo que está en la puesta de Sol en el solsticio de invierno sobre Gran Canaria. Por eso sabemos que es un yacimiento astronómico”.
Con este estudio preliminar, los astrónomos exploraron con su instrumental el cielo desde la cumbre de la montaña. De día y de noche. “Con los podomorfos, defines una orientación muy clara: puedes colocarte de pie encima del grabado y ves la dirección hacia la que miraba el autor de la figura. En consecuencia, como hay centenares de grabados puedes medir una muestra estadísticamente significativa. Y eso fue lo que hicimos”. Los resultados de esa investigación astronómica están en el artículo Tindaya: un estudio arqueoastronómico de la sociedad prehispánica de Fuerteventura.
César Esteban recuerda que “el 80% de los petroglifos presentan acimutes entre 225 y 270 grados”, mientras que “el perfil de las islas de Gran Canaria y Tenerife se extiende entre los 240 y 265 grados, por lo que sería posible que una causa geográfica estuviera detrás de esta concentración. De cualquier modo, en este intervalo de acimutes se producen varios eventos astronómicos importantes, como son el ocaso solar en el solsticio de invierno y los ocasos lunares en los lunasticios mayor y menor, entre otros”. Respecto al 20% de los grabados restante, “tampoco parece que se distribuyen de forma aleatoria sino que se hallan orientados mayoritariamente hacia los puntos cardinales”.
Patrón de orientación doble
Con el transcurso de los años, “hemos ido matizando y ajustando nuestra investigación”, señala Belmonte, lo que le ha permitido concluir “un patrón de orientación doble”. Al inicial que marca el solsticio de invierno cuando el sol se oculta detrás de Gran Canaria, se une el convencimiento de que “les llamaba la atención la visión del creciente lunar de invierno con la estrella portadora de la lluvia: Venus. Da un patrón de orientación doble, el mismo que tienen los podomorfos con un doble significado: la cuestión astronómica relacionada con un culto a la fertilidad con toda probabilidad”.
¿Por qué llega a esa conclusión?, le preguntamos al científico del IAC. “Porque tanto la Luna como Venus son portadoras de lluvia en la cultura posterior a los majos”. Belmonte y la antropóloga Margarita Sanz de Lara realizaron una investigación durante varios años por las islas del Archipiélago que se plasmó en el libro El cielo de los magos: Tiempo astronómico y meteorológico en la cultura tradicional del campesinado canario (Le Canarien, 2020).
“De norte a sur de Fuerteventura, los campesinos nos hablaron de la estrella Venus”, recordándoles frases como ‘Luna derecha agua no echa’ o ‘la Luna de octubre cuatro lunas cubre’. Por ello, Belmonte insiste: “Estoy convencido de que los podomorfos de Tindaya están relacionados con un culto a la fertilidad. Sin duda eran importantes los referentes en el horizonte, Gran Canaria y el Teide, que pudieran haber representado la idea de un Finis Terrae en la mentalidad de esas antiguas poblaciones, pero la distribución de los podomorfos nos dice que lo más importante es lo que ocurre en el cielo”.
Entorno arqueológico de Tindaya
La vinculación de Tindaya a la cosmovisión de la cultura prehispánica no solo se circunscribe a los grabados de la cumbre. Hay una serie de yacimientos en el entorno de la montaña que los arqueólogos Nona Perera y Antonio Tejera, coautores junto a Belmonte y Esteban de Tindaya: un estudio arqueoastronómico de la sociedad prehispánica de Fuerteventura, relacionan con el axis mundi de los majos.
De lejos, Tindaya sobresale desde cualquier punto cardinal. Su perfil es tan imponente sobre el raso de Esquinzo que parece aislada del resto de la Isla. Pero no es así: ni ahora ni en los tiempos de los majos. En una de sus vertientes están localizadas tres fuentes; y donde hay agua hay vida. En la cara sur está la aldea de Tindaya, con poco más de 600 habitantes; probablemente, acogiera un poblado hace mil años. Donde sí había gente cuando los europeos recalaron en la antigua Maxorata o Erbania es en La Oliva, el pueblo que da nombre al municipio del norte de Fuerteventura.
Desde la cima de la montaña se divisa La Oliva. Fue capital de la Isla en la que se construyó la ermita de la Virgen del Rosario (siglo XVI), derribada en 1830; en ese mismo emplazamiento se levantó el actual crucero. Su puerta principal está orientada directamente a Tindaya. Si era un espacio sagrado para los primeros colonos de la ínsula, la aculturación cristiana, como ocurrió en Chipude (La Gomera), Candelaria (Tenerife) o Teror (Gran Canaria), se asoció a aquel símbolo de la naturaleza.
En el malpaís –colada volcánica- cercano a La Oliva se localiza la Cueva de los Ídolos, que debe su nombre al hallazgo de seis pequeñas esculturas que se pueden visitar en el Museo Arqueológico de Fuerteventura; también se encontraron dos piezas similares a las pintaderas, registro exclusivo de Gran Canaria. Desde este tubo volcánico se divisa, desde su acceso septentrional, la cumbre de Tindaya. Asociados a la montaña hay varios círculos de piedra hincadas, entre los que destaca el Corral de la Asamblea, una enorme construcción elíptica de 75 metros por 65. Estas estructuras denominadas efequén, esequén o corral, algunas con conexiones astronómicas certificadas por los investigadores del IAC, serán las protagonistas del siguiente capítulo de esta trilogía.
Cerca de Tindaya y enclavado en un malpaís está el poblado de Tisajoire. Este yacimiento tiene, informa a Canarias Ahora-elDiario.es el astrónomo del IAC César Esteban, “una estación de grabados podomorfos que se encuentran orientados a poniente, pero a un intervalo de acimutes distinto [a los petroglifos de Tindaya], entre 291 a 305, zona donde se produce el ocaso solar en el solsticio de verano, el ocaso de la Luna nueva más cercana a éste o, también, el ocaso de la Luna llena que sigue al solsticio de invierno”. La existencia de esta segunda estación de grabados podomorfos, asevera Esteban, refuerza “las posibles connotaciones astronómicas de este tipo de yacimientos”.
El Bailadero de las Brujas es otro de los yacimientos vinculados a la cosmovisión de los majos, en la llanura que circunda al Monumento Natural de Tindaya, como lo cataloga la Ley de Espacios Naturales de Canarias. Se trata de un jameo. Este enclave, afirma Nona Perera, “es el más relevante del Llano y Barranco del Esquinzo”. Las prospecciones arqueológicos localizaron material aborigen en el interior de la cueva y en el exterior, además de “tres amontonamientos de piedra”. La arqueóloga ha encontrado referencias de enterramientos en la gruta.
La investigación de las fuentes escritas tras la Conquista aporta “evidencias etnoastronómicas” y su vinculación con la aculturación de la comunidad indígena. La localidad de Lajares, muy próxima a Tindaya, apunta Perera en su artículo científico, “celebra la festividad de San Antonio de Padua el 13 de junio, fecha que coincidía con el solsticio de verano en la época de la colonización europea”. También le resulta “llamativo” a la historiadora que “la festividad más importante de la Isla –de posible raigambre prehispánica-, la de la Virgen de la Peña, se celebre en el tercer sábado de septiembre, coincidente con el equinoccio de otoño y el comienzo de las primeras lluvias”.
En definitiva, concluye el equipo de arqueólogos, historiadores y astrónomos que ha investigado este yacimiento único en el planeta Tierra, “Tindaya es un concepto más amplio que la propia montaña, un formidable espacio arqueológico pendiente de estudiar en profundidad, de proteger y conservar”. Pendiente de investigar hay mucho, porque para el autor de esta investigación periodística, tras Gran Canaria, Fuerteventura es la isla con más potencial arqueológico de Canarias. Lamentablemente, la comunidad científica y académica, salvo honrosas excepciones, no le ha prestado el interés que sin duda merece.
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