El curso político arrancó en las Islas con un pleno en el Parlamento dedicado casi en exclusiva a la crisis migratoria que arrecia en las Islas, de obra y también de palabra (y omisión). La sesión dejó claro que el pacto migratorio aún vigente en las Islas, suscrito por todas las fuerzas políticas salvo Vox, se tambalea como víctima retardada de la frustrante votación de julio pasado en el Congreso de los Diputados, esa que supuso la no admisión a trámite de la reforma legal que haría viable la acogida corresponsable de los menores inmigrantes llegados por mar a las Islas entre las comunidades autónomas del Estado. Desde entonces han pasado algunas semanas, un verano tan largo como políticamente improductivo -ya puede hundirse el mundo, pero la pausa de agosto es sagrada-, y en todo caso el estío sirvió para que sus señorías volvieran con las pilas cargadas y las ansias de polarización en perfecto estado de revista. En semejante contexto, el “modo canario” corre serio peligro.
El presidente autonómico fijó el terreno con una primera intervención breve y contundente. Fernando Clavijo pronunció una relación cronológica sobre la crisis migratoria cargada de retranca, en la que era apreciable un giro político respecto a su visión conciliadora de los últimos meses. Optimizó su tiempo en la descripción de los incumplimientos del Gobierno central y obvió cualquier referencia al papel del PP y su voto contrario a la tramitación de una reforma legal precisamente impulsada por Coalición Canaria y el Ejecutivo autonómico, del que el PP también forma parte. Tras meses de laborioso esfuerzo en la construcción de consensos en aras de algo que se antojaba casi imposible en el actual escenario estatal (el entendimiento entre PSOE y PP en un asunto que políticamente es muy explosivo en todo el planeta), se aprecia en Clavijo un hartazgo que le conduce a elegir bando y decantarse por su socio en las Islas.
Quizá el presidente canario fue demasiado optimista en sus propósitos de obtener este acuerdo de Estado en materia migratoria, sobre todo si tenemos en cuenta dos certezas: la primera, que el Gobierno central planteaba la reforma legal al PP como un acto de adhesión, no de negociación; segundo, que ese mismo PP ha convertido al presidente Pedro Sánchez en pieza abatible y no pactará nada con él mientras conserve la esperanza, fundada o no, de forzar elecciones generales en breve, porque además el ejercicio de responsabilidad exigible a sus gobiernos autonómicos no le reporta a Núñez Feijóo beneficio político alguno. Y bajo estas premisas alcanzar un acuerdo amplio se antoja una tarea hercúlea. Clavijo mantiene, aunque sotto voce, el optimismo al respecto, tras el fiasco con el que terminó el curso político pasado.
Mientras tanto, el líder nacionalista ha optado por endurecer el discurso contra el PSOE, si bien en su segunda intervención recordó que en el pasado ya reprochó al PP sus incumplimientos. Pero ahora una especie de sentido práctico le sugiere orientar la crítica hacia el Gobierno central y el Partido Socialista. Una cosa sí dejó clara el presidente canario: la política migratoria del Gobierno autonómico respecto a la tutela de los menores de edad no ha variado. El argumento del pasado lunes, apuntando a que dicha tarea es competencia estatal porque son Salvamento Marítimo y la Policía quienes acogen en primera instancia, ha durado vivo cuatro días. La solución, por tanto, seguirá en la esfera autonómica, con todas las dificultades que ello conlleva en el actual escenario político. Clavijo cerró su intervención con un dato elocuente: en España hay 16.000 menores inmigrantes, todo en un país con 48 millones de habitantes. La cifra deja muy mal al sistema político español en su conjunto.
El pleno deparó algunos choques de estilo sorprendentes y, como ingrediente añadido, transversales. Porque en ambos bloques políticos hubo quien optó por el tremendismo y quien prefirió abogar por la templanza. Raúl Acosta y Juan Manuel García Casañas, ambos diputados herreños (uno de AHI, el otro del PP) cargaron las tintas en tono y contenido y dio la impresión de que se pasaron de frenada en su defensa de la posición del presidente canario; ya se sabe que a veces los amigos, de tanto querer serlo, te pueden dejar mal. En el extremo contrario se ubicó José Miguel Barragán, que se puso en modo estadista y hasta amonestó al portavoz de su socio de gobierno por la comparación formulada por Casañas respecto a la llegada de inmigrantes con gobiernos del PSOE y del PP. Ojalá gestionar el drama migratorio fuera tan fácil como eso. A Barragán lo secundó Casimiro Curbelo con una intervención también muy ecuánime. Debe ser que la experiencia es un grado y los trienios en política confieren una visión de los asuntos más templada y por ello también certera. Nicasio Galván, por Vox, aprovechó con astucia la oportunidad que este escenario depara a la derecha radical española: al final resulta que ellos tenían razón y que los restantes partidos han copiado su visión de la crisis migratoria.
La máxima expectación correspondía al debate entre el presidente y el portavoz del PSOE, toda vez que el portavoz de Nueva Canarias, Luis Campos, optó también por las llamadas a la supervivencia de este consenso puesto a prueba por el paso del tiempo y los acontecimientos dramáticos que se viven en el mar canario. El diputado socialista Sebastián Franquis omitió cualquier ejercicio de originalidad y repitió, casi con las mismas palabras pero peor pronunciadas, el relato del ministro Ángel Víctor Torres respecto a lo dicho por Clavijo durante los últimos días: el PSOE no entiende por qué Clavijo les reprocha cosas cuando ellos votaron a favor de la reforma legal que haría posible la acogida corresponsable de los menores inmigrantes; sin embargo el PP votó en contra, pero se va de rositas en el discurso del presidente canario. Franquis olvidó reflexionar sobre por qué el Gobierno socialista le ha puesto tan fácil la negativa al PP cerrándose en banda a todas sus condiciones, tal es así que los populares han agradecido encontrar un modo tan sencillo de desmarcarse. Y de ahí no se moverán salvo un milagro político atribuible a la Virgen del Pino.