Pedro Sánchez optó por la ideología a sabiendas de que semejante apuesta discursiva traería consecuencias. Quizás no le quedaba otra: las calles están llenas, sobre todo la madrileña de Ferraz, de putrefacción ideológica, convenía dejar las cosas claras desde el principio. Por eso el discurso inicial del candidato pareció un poco el discurso de un presidente que se pertrecha más que el de una persona que busca la confianza del Congreso para ser proclamado de nuevo jefe del gobierno.
Aun así hubo propuestas, tres promesas de nuevas leyes, unas pinceladas sobre el debate territorial, unas cuantas elipsis sobre problemas graves como la inmigración irregular (Canarias siempre en el olvido) y una explicación bastante aceptable sobre la amnistía. Dio la sensación de que Pedro Sánchez se reservaba para las réplicas, y así fue, pero lo que probablemente no se esperaba es que Feijóo le replicara con su consabido “yo gané las elecciones” y el añadido de las calles “hay que repetir las elecciones” El mundo al revés.
Feijóo optó desde el inicio de su intervención a eso de las tres y media de la tarde, hora peninsular, por un discurso de cadencia sincopada, facilona, para que los suyos le aplaudieran y le corearan sus estrambóticos nóes, como en un concierto de populachero género musical. Todo ello con un estilo algo macarrónico y fanfarrón que parecería muy ajeno al gallego cuando era presidente de la Xunta, pero no cuando, antes, ejercía la oposición al presidente socialista Touriño de manera bastante tabernaria. Sánchez le tildó de falso moderado. Puede. Pero Feijóo está más allá de todo eso, y lo demostró en su intervención al no hablar de otra cosa que no fuera la amnistía (Sánchez no la mencionó hasta pasada una hora y media de su discurso). Y así le fue. El candidato en su respuesta fue a por él con cierto recochineo que alcanzó el paroxismo y la carcajada del propio Sánchez cuando le recordó la complicada teoría feijooita de que no ha sido presidente del gobierno porque no quiere al haber renunciado a los apoyos de los independentistas de Junts. Hubo muchas risas. A Sánchez le sirvió para una cierta distensión y para una serie de metafóricos puñetazos al hígado de su oponente. “No ha hecho ni una sola propuesta sobre ningún problema” le dijo. Feijóo se quedó como estaba pues en su segunda intervención se empeñó en considerar todas las críticas de Sánchez a los políticos y a las políticas populares como insultos. Seguramente jaleado por los vítores carnavalescos de los suyos, casi integra en la nómina de fallecidos populares a Aznar. Volvió a citar, dos o tres veces, a Óscar Puente, lo cual demuestra lo mucho que le molestó que fuera el que le respondió desde la bancada socialista en su fallida investidura. Y, cómo no, volvió a repetir que se mostraba orgulloso de haber ganado las elecciones. Sánchez, después, le dio un repaso de manual y de cierre: está teniendo este un día dialécticamente correcto y tranquilo. Veremos cómo sigue porque Abascal calienta en el escaño.
Sin embargo, lo más importante del día, y de la mañana, fue la presencia de dos periodistas del periódico El Progreso de Lugo. Se estrenaban como periodistas parlamentarias y contaban con mucha ilusión que trabajan solo para la edición en papel y que su periódico todavía tiene rotativa propia. Me emocioné. Qué tiempos profesionales tan lejanos. Vanessa y Marta son parte del futuro de la profesión periodística, ya del presente, y en sus ojos vi tanta ilusión que me sentí totalmente satisfecho de la jornada en la Carrera de San Jerónimo.