El resto de las ciudadelas

De la treintena de ciudadelas que llegaron a estar repartidas por el Santa Cruz de finales del siglo XIX apenas son ya seis las que sobreviven y de éstas sólo cuatro de El Toscal han tenido la fortuna de haber sido rehabilitadas. Por el contrario las de la calle Porlier y Las Asuncionistas están pendientes de que entre en vigor el Plan General de Ordenación (PGO) de Santa Cruz para ser demolidas. Así termina un capítulo significativo de la historia arquitectónica y social de la capital tinerfeña. Estas construcciones se levantaron en su día para alojar a los obreros que trabajaban en el puerto, en el tabaco o edificaban la nueva Santa Cruz. Con el tiempo fueron cayendo en el olvido y hoy se han convertido en un núcleo degradado. Excepto eso sí, las cuatro ciudadelas rehabilitadas en El Toscal donde este tipo de construcciones tuvieron más auge.

Las situadas en la calle Porlier o en la avenida de Las Asuncionistas dan la impresión de encontrarse ya totalmente abandonadas. La puerta de la primera está cerrada con un férreo candado y los planes puestos en solfa por la Comisión del Territorio y Medio Ambiente de Canarias (Cotmac) eran construir un enorme edificio sobre su actual emplazamiento, mientras que la segunda sufrió las embestidas de la tormenta Delta. . Las ciudadelas eran un grupo de pequeñas casas, a veces incluso tan sólo habitaciones de unos 30 a 40 metros cuadrados como mucho que se alquilaban a familias enteras de obreros. Las cocinas y los baños eran comunitarios hasta hace bien poco. Durante los últimos años han despertado el interés de los estudiosos a quienes llama la atención su tipología singular. Se trata de conjuntos con muy poca fachada pero gran profundidad que era milimétricamente aprovechada por sus residentes.

Entre las publicaciones que han tomado a las ciudadelas como objeto de investigación está la firmada por el profesor de Geografía Humana de la Universidad de La Laguna, Ramón Pérez González, quien editó en el año 1982 un pequeño libro dedicado a estas construcciones. El estudio con el tiempo se ha convertido en un documento básico para conocer esta realidad urbanística y social. En el mismo se define a la ciudadela como “una vivienda colectiva, desarrollada por lo general en planta baja, constituida por un cierto número de habitaciones independientes entre sí, de dimensiones siempre reducidas, dispuestas a ambos lados de un callejón ciego de anchura y longitud variables”. No se trata de una tipología concreta ni en cuanto a estilo ni a localización y se puede hallar por toda la Europa de la primera revolución industrial.

En el caso de Santa Cruz el fenómeno surge por puro mimetismo pero con sus peculiaridades entre los siglos XIX y XX. Las también conocidas como casas de vecindad se encontraban en los barrios de Duggi, Los Llanos, El Cabo y El Toscal. Con el tiempo su proliferación hizo que los vecinos más pudientes empezaran a solicitar que no se dieran licencias en sus cercanías al considerarlas, “focos de todas las enfermedades infecciosas” y además provocar la desvalorización de los terrenos cercanos. Luego tras la primera Guerra Mundial comienzan a proliferar las barriadas de viviendas sociales o “baratas”, precisamente por la poca calidad de los materiales usados y sin ningún tipo de valor arquitectónico. Para demostrar la popularidad que alcanzaron las ciudadelas apuntar que hasta 1908 se contabilizaban en toda la ciudad alrededor de 26, la mayoría de las cuales ya en el Plan General de 1951 se daban por desaparecidas. Pero nunca se llegó a censar el número exacto de estos núcleos. Las características son casi siempre similares. En el centro de estas construcciones se encuentra un patio a cielo abierto que era donde se concentraba la vida vecinal con sus alegrías y miserias. Las pocas que sobreviven aún albergan personas de origen humilde y en unas condiciones de habitabilidad que no siempre son las idóneas. De hecho, en algunas todavía apenas se pagan 30 céntimos al mes de alquiler.

En ciertas ciudadelas los ocupantes para ganar espacio han añadido elementos tales como cobertizos techos de madera y planchas de cinc donde, en las mayoría de las ocasiones, disponen la cocina ocupando el espacio común. Todo ello repercute en que el patio cada vez se va constriñendo más. Una de las diferencias de estas edificaciones son tener servicios comunes o disponer de prestaciones individuales, lo que da lugar a que exista o no un patio comunitario. Hace algunas fechas el Tribunal Supremo obligó a la Gerencia de Urbanismo a pagar más de medio millón de euros por la expropiación de dos viviendas en una de estas antiguas casas de vecindad situada en la calle de Las Tribulaciones de El Toscal donde se prevé construir un colegio de Primaria y una plaza pública. Sin embargo, el proyecto ha quedado paralizado por la falta de fondos del organismo autónomo. Pero al final viene a ser un ejemplo de la desprotección que amenaza a estas construcciones.