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Santa Cruz, una capital de apenas 6.000 habitantes

Una Santa Cruz de Tenerife con apenas 6.000 habitantes, 37 veces más pequeña que la actual. Así era la ciudad en 1818, a apenas cuatro años de ser nombrada capital de Canarias. Ese es uno de los datos que se desprenden del libro Santa Cruz de Santiago de Tenerife, Padrón Municipal 1818, que el Ayuntamiento acaba de editar.

La publicación está coordinada por el director del archivo municipal, Febe Fariña, y facilita en formato facsímil el censo realizado en ese año (uno de los más antiguos de la ciudad). En el libro se incluye un índice onomástico de las personas que hay en el padrón, informando del nombre y la página donde se encuentra cada uno, y se acompaña también de dos artículos, uno elaborado por el coordinador y otro por Daniel García Pulido, historiador y bibliotecario de la Sala de Canarias de la ULL sobre Santa Cruz en la literatura de viajes de la época.

En el Siglo XIX, Canarias estaba lejos de la explosión demográfica que ha vivido en las últimas décadas. Entonces, poblaciones como Santa Cruz de Tenerife no distaban mucho de lo que hoy son Arafo, Buenavista, La Guancha, Garachico, San Juan de la Rambla o Los Silos. La capital tenía unos 6.000 habitantes en 1818, cuando sólo era el principal puerto de la Isla. Esta cifra, comparada con los 222.000 residentes que tiene en 2009, plantea que el municipio ha multiplicado por 37 su población en menos de 200 años.

Estos datos se recogen en el Padrón Municipal de 1818, del que el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife acaba de publicar una edición facsímil coordinada por el director del archivo. Fariña explica que el gran valor que reside en este censo no es que sea de los primeros, ya que los hay más viejos, sino que por las circunstancias que obligaron a su confección es muy completo para su época.

El municipio se dividía a finales de la segunda década del XIX en nueve cuarteles, que Fariña asimila con los distritos actuales. No obstante, la población se concentraba alrededor del entorno de la iglesia de La Concepción, hacia el sur por El Cabo y por toda la zona de El Toscal hacia el norte. Otras zonas, como el camino de los Coches (actual Rambla de Santa Cruz), el Barranco de Almeida, Pino de Oro (los alrededores del Hotel Mencey). Salamanca o Perú tenían viviendas, pero estaban consideradas poblaciones diseminadas.

Además de datos sobre los habitantes en el municipio de Santa Cruz de Tenerife, el censo de 1818 incluyó datos económicos sobre sus inmuebles, lo que permite saber cuánto costaba el alquiler, tanto de unas tierras, como de una casa o, simplemente, una habitación. Además, detalla el uso que se daba a todos los inmuebles y la tipología de éstos, si eran casas “altas” o “terreras”.

La inclusión de un estudio inmobiliario del municipio estuvo motivada por una reforma tributaria que pretendía introducir el entonces ministro de Hacienda, Martín de Garay. La pretensión del responsable español era sustituir antiguos impuestos por una contribución especial distribuida por todas las poblaciones, de ahí la necesidad de conocer no tanto quién vivía en el municipio sino en qué casas se vivía y cuánto costaban éstas.

Con un objetivo completista se introdujo en el padrón un campo de observaciones. En él, la persona que hacía el padrón apuntaba algunas cosas de cada casa como información sobre inmigración, costumbres, vida cotidiana, educación, condiciones de los inmuebles. A partir de ahí se podía saber si el inquilino pagaba alquiler o no, si era “pobre insolvente” o su procedencia (ya fuera de otra isla, peninsular o extranjero.

Labrador, carbonero, borriquero, artillero, jornalero, peón o pescador

Uno de los apartados del censo de 1818 es el de la profesión de los ciudadanos del municipio. Así, bajo el epígrafe Ejercicio se detallaba a qué se dedicaba cada habitante. Además de profesiones más habituales como labrador, carbonero, borriquero, artillero, jornalero, peón o pescador, hay en ese apartado otras que hoy en día serían sencillamente ilegales o al menos difícilmente explicables. Por un lado están detallados, como si de un oficio se tratase, quien era mendigo, pobre o ramera. Por otro, aparecen algunos vecinos del municipio empadronados como esclavo y, en algún caso, una viuda que se le ha puesto, dentro del apartado ejercicio, “infeliz”.