“No me explico cómo haber sido el látigo del anterior gobierno municipal de Santa Brígida le pudiera reportar tan poco rédito electoral”, reflexiona desde la distancia un viejo colega suyo de andanzas políticas. Efectivamente, María Victoria Casas Pérez (Las Palmas de Gran Canaria, 1959), candidata a senadora por Gran Canaria bajo el paraguas de Coalición Canaria, se ha erigido en su corta carrera política como una incómoda, solitaria y pejiguera luchadora por la verdad y respetable destapadora de escándalos.
No en vano, fue una de las precursoras durante el pasado mandato municipal de turbios asuntos que costaron varias detenciones a ex ediles y funcionarios del Ayuntamiento satauteño. Un éxito que, en cambio, le granjeó pocos apoyos y el sospechoso premio de convertirse en la única concejala de su partido en aquella corporación en el presente curso político.
Pero, de la forma que sea, en la organización a la que ahora representa han debido creer que es su única esperanza, el último recurso, para hacer poco más que un buen papel en las elecciones del 9-M. “Hoy por hoy, y sin contar a María del Mar Julios, no hay ninguna otra mujer en CC de Gran Canaria a la que podíamos recurrir”, reconoce apenado un reconocido cargo orgánico nacionalista.
Es cierto. Ni Rosario Chesa ni Paula Monzón, ilustres veteranas del nacionalismo grancanario, parecían dispuestas a enfrascarse en una nueva batalla electoral cuando ya están de vuelta de todo y a sabiendas de que queda poco por rascar. Por eso, el nombre ideal era el de Victoria Casas, una mujer procedente de la lucha vecinal que se presentó como independiente a las municipales de 2003 al abrigo de las siglas de CC, y que ya hoy, tras erigirse en ese último recurso, es casi su última afiliada.
Con aspecto de maestra de escuela, más que de administrativo y miembro del cuerpo de funcionarios de la Delegación de Hacienda de Las Palmas, su verdadera ocupación, la personalidad de Victoria Casas despierta sensaciones encontradas según a quien se le pregunte. “Es una mujer muy inquieta y muy activa”, afirma alguien que ha seguido muy de cerca sus últimos pasos, pero que se encuentra con esta contradictoria reflexión de uno de sus críticos: “me resulta gris y anodina”, ametralla esa fuente de sopetón.
Hace unos días, en el primer acto público al que acudía como candidata, en compañía del aspirante a diputado, Fernando Bañolas, y de su presidenta en Gran Canaria, María del Mar Julios, podía verse en su cara esa sensación de cumplir con el expediente, regla de oro del buen funcionario. La locuacidad de sus dos compañeros contrastaba con los labios sellados de Victoria Casas, que seguramente pensaba más en cómo tocar la fibra sensible al alcalde de Santa Brígida que en un escaño inalcanzable en el Senado.
Entre sus valores políticos no hay que soslayar, además de su tendencia al 'juanarquismo' ?en el mandato pasado se quedó sola en CC tras ser abandonada a su suerte por sus otros dos compañeros de grupo y ahora es la única concejala de los nacionalistas en el Ayuntamiento-, su asentamiento en una comarca de amplia disputa política, especialmente en los semilleros del centro y la derecha, como las medianías de Gran Canaria. Sus dotes de persona cercana le han propiciado contactos casi implorados por un partido en declive como el suyo. Así, además de ganarse ciertos apoyos vecinales, también goza de empatías en el entorno rural gracias a los agricultores.
Ahora, su candidatura a la Cámara Alta se le presenta más como una experiencia personal y un humilde trampolín para saltar “a ver qué pasa” que una ilusión cierta. En realidad, también en su entorno, más preocupado de que llegue “ya” el día siguiente del 9-M para echar cuentas, hay sensaciones parecidas. Estas elecciones apuntan a una experiencia casi religiosa para CC de Gran Canaria, definitivamente en coma profundo, y Victoria Casas es, simplemente, el único recurso disponible para pasar el trámite.