Para los Juernes de Por Fogones de esta semana hemos decidido llevarles de la mano a un viaje gastronómico por cocinas callejeras de capitales del mundo, experiencia que ofrece el Restaurante 928 Capital a través de las culturas que respiran sus recetas viajeras a las que imprimen su punto de vista las almas del proyecto, Gilberto Santana y Héctor Carrasquilla.
Yo conocía ya esta casa desde su primera aventura ubicado en el sur de la isla, concretamente en San Agustín, donde además sufrieron un infortunio tras otro como recuerda uno de sus propietarios, Gilberto: “Abrimos el primero de los 928 hace unos años y cuando empezábamos a coger carrerilla nos golpeó la quiebra de Thomas Cook, la pandemia con el cierre turístico total en el sur de la isla y la crisis posterior que se ha desatado que nos hizo muy difícil la continuidad en San Agustín pero no cejamos en nuestro empeño de dar a conocer la cocina que nos gusta hacer, de ahí que buscáramos un lugar en la capital que comenzó a andar en septiembre de 2022”, asegura.
“Estamos muy contentos porque creemos que estamos en nuestro mejor momento y ahora sólo pensamos en seguir dando pasitos adelante, de hecho ya está en vigor nuestra nueva carta enfocada en los productos que el verano nos ofrece”, cuenta con esa mezcla de ilusión pero también de melancolía mirando hacia atrás de quien sabe todo lo que han pasado para llegar a donde están hoy.
928 es un proyecto que seduce en cuanto uno cruza las puertas del local gracias a una estética muy cuidada llena de pequeños detalles culturales por medio de cuadros y pinturas, todo ello acompañado por un hilo musical muy especial que reproduce un tocadiscos de vinilo. “Es parte de nuestra seña de identidad, la música y a donde nos lleva en los recuerdos de cada uno, de hecho en los brunch que hacemos los primeros domingos de cada mes, tenemos a un ”DJ de vinilos“ y es todo un espectáculo visualmente, los clientes salen fascinados y los pequeños con los ojos como platos”, nunca mejor dicho, recalcaría yo.
Gilberto lleva la sala. “Nací en Arucas aunque me he pasado media vida entre Venezuela, Miami y Nueva York, con una pequeña parada en Londres, mientras que mi socio, Héctor, es de Puerto Rico pero también lleva media vida de trotamundos. Por eso nos gusta decir que en 928 somos una mezcla de culturas gastronómicas donde cogemos recetas tradicionales de varios países, e incluso ciudades, para sacarlas de contexto y mezclarlas, que no fusionarlas, ojo”. Aquí me pide recalcar algo sobre la tan cacareada y mal utilizada palabra o concepto fusión, “por favor, deja claro que aquí no hacemos cocina fusión, nosotros no fusionamos nada, simplemente nos gusta jugar con los ingredientes de un lugar y otro de cara a crear nuestro propio plato. Muchas veces parece que en la cocina se ponen unas reglas fijas y creemos que eso frena la creatividad. Nosotros no nos marcamos límites salvo el de respetar el producto, usar la técnica que consideramos le va mejor a cada ingrediente y cocinar como nos gustaría darles de comer en nuestra propia casa, porque eso es 928, la casa donde damos de comer a nuestros amigos, que son todos y cada uno de los clientes que cruzan la puerta”.
Empezamos la degustación a base de bocados pequeños, no son estos los tamaños de las raciones que aquí se sirven pero les comenté que me interesaba más probar variedad que cantidad y sobre eso jugamos. Muy atentos al nombre de los platos, toda una declaración de intenciones con las ciudades o países donde viajaremos en cada caso. Con el primero de los platos ya captaron toda mi atención, Tokio DF (tartar de atún) sobre tortillas de maíz frita, mayonesa de chipotle y cebollas crujientes. Créanme que no les miento cuando les digo que tras haber comido infinidad de tartares en mi vida es difícil que uno me sorprenda. Este lo consiguió gracias a su sencillez pero cuyo conjunto en texturas, temperatura y sabor lo convierte en elegancia pura a cada bocado.
Divertido el ceviche pero al que deben de terminar de darle una vuelta, quizás a la postre el plato más flojo del menú, pero el nivel vuelve al punto fuerte de partida , Croquetamente Hablando, con su croqueta de batata y chorizo con alioli y miel de caña.
No pude evitar las risas con el nombre del siguiente plato, Paca l’amar se fue a Saigón, que como su propio nombre indica si se lee todo seguido consta de unos calamares rebozados en este caso con panko y una salsa asiática que ligaba todo. Comiéndome el plato no podía dejar de pensar que llevándolo a bocadillo tenía que ser quizás el mejor bocata de calamares de la isla pero al hablarlo con ellos me contaron que en carta tenían el po boy, un bocadillo al estilo americano de gamba crujiente en pan brioche que no tardaré en ir a probarlo, lo aseguro.
Para cerrar la parte salada, Liando la del Pulpo llegó a mesa con unos tentáculos al horno con mojo de cilantro y papas horneadas que pedían mojar pan a marchas forzadas y terminamos con un Ay, que te hago costillas, que como su propio nombre indica nos lleva a ese ingrediente que sabe comer con las manos y más cuando está cocinado como sale aquí, a baja temperatura y largo tiempo de cocción.
En la parte dulce, punto flaco de muchísimos restaurantes, aquí la liga casera sigue presente con mucha sorpresas pero sobre todo con mucha solvencia. La mejor tarta de limón, emblema de la casa, imprescindible y nada más que añadir. La Primavera Escachá, rollito de primavera dulce relleno de nuestra clásica meriendita canaria y que nació a raíz de la grabación del programa de la RTVC, Como en Casa. Merecidamente se va a quedar en la carta pero creo que deberían pulirlo un poco más, menos es más y este “rollito de primavera” pide aligerar algunos ingredientes que lo llevan al exceso dulce como son la miel y el helado.
Pero si un postre destacaría sobre todos los demás sería La Churruca, versión casera de los churros con chocolate pero aquí elaborados con yuca frita cubierta con azúcar y canela para mojar en una golosa y sedosa salsa de dulce de leche y chocolate. Majestuoso.
Al final de la comida charlaba un poco con Héctor, el responsable y cocinero de todos los platos que sale de la sala y le transmitía mis impresiones acerca de que más que en un restaurante, tenía la extraña sensación de que había comido en “su” casa. Su respuesta brillaba en la mirada, “es que con ese concepto nació 928, nuestra primera intención era crear un Bed&Breakfast como los que hay en USA donde el comensal duerme y el propietario le obsequia con lo mejor de su cocina. Eso nos fue imposible por lo que decidimos comenzar nuestro proyecto en el sur de Gran Canaria para terminar redondeándolo en Las Palmas de Gran Canaria. Aquí nos hemos sentimos acogidos, queridos y comprendidos en nuestro concepto por el público local pero también con el extranjero que nos visita al encontrarnos mientras pasea. Esto es solo el comienzo, no sé a dónde nos llevará, pero está siendo una aventura apasionante.”
Suscribo que así veo yo el Restaurante 928 Capital, un lugar que posiblemente no esté ideado para las grandes guías, ni falta que le hace. Aquí no hacen un ejercicio forzado sobre trabajar la cocina canaria o el producto kilómetro cero, que está presente pero cuando el plato lo requiere. Lo que Gilberto y Héctor quieren es que el comensal que entre por la puerta salga de la misma habiéndose convertido en parte de una familia que crece con el boca oreja cada día más y que pueda repetir muchas veces porque siempre habrá algo nuevo que probar o simplemente disfrutar de esos platos que te harán viajar por el mundo sin salir de la verdadera capital gastronómica de Canarias, Las Palmas de Gran Canaria.
El ticket medio por persona oscila entre 25€ en adelante, su Instagram es @restaurante928capital y lo encontramos en el lateral de Teatro Pérez Galdós en el Pasaje Rafael Nebot Cabrera, 5.
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