El Perchel de Arguineguín es una zona que el grancanario históricamente ha tenido como territorio de caravanas (que aún siguen ahí), la cementera a la que teóricamente poco le queda y el mítico restaurante El Boya, que todos hemos pisado en alguna ocasión que otra en nuestra vida. A todo ello me atrevería a decir que desde este 2022 el nombre de El Perchel será reconocido por la apabullante y elegante propuesta en forma de Beach Club que el triunvirato formado por Cordial Hoteles, David Silva y la familia Del Castillo han levantado en la zona, un lugar único que sin duda cautiva al que lo visita.
Ya tenía algunas referencias sobre el lugar (y eran buenas) que se confirmaron en un día muy difícil para el personal del lugar como fue el viernes santo de este año 2022. Con un lleno total (quizás el primero que tenían desde la apertura) pero sin sensación de agobio en ningún momento por la formidable disposición de las hamacas, camas y espacios disponibles, incluida una infinity pool que te acerca al Atlántico a través de los sentidos.
La propuesta de bebidas, cocktails y comida en zona piscina brilla por su calidad y buena presentación, desde el D21 en honor a David Silva, el resto de coctelería de autor a la que quizás le haría falta un toque más clásico y también aprovechar mejor la gran bodega que dispone el restaurante principal del beach club, La Arrocería, de la que les hablaré más adelante. Eso sí, un punto muy a favor es que de esa misma bodega uno puede pedir botellas del nivel y la calidad que tienen los de la Bodega Tamerán (D.O.Gran Canaria), elaborados por Jonatan García para David Silva que desde su nacimiento se han posicionado en los puertos más altos para la Guía Parker de los vinos, auténtica biblia del sector.
Las propuestas para comer son dos, por un lado el Nami Sushi Bar, asesorado por el chef Tadashi Tagami, artífice de la Estrella Michelin que ganó en su momento el afamado Restaurante Kazan ya tristemente cerrado. Aquí su propuesta es sencilla pero efectiva, busca el mejor producto para poder aportar sabor y potencia a una carta pensada para disfrutar al sol y aire libre, de ahí que los nigiri, maki, gyozas y sashimi sean las opciones principales acompañadas por dos tipos de tartar, una pequeña selección de Wok y algunos platos para los más pequeños de la casa. En mi caso probé un notable surtido de nigiri y sashimi con salmón y atún rojo como protagonistas, con un buen punto del arroz. Sabrosas las gyoza de pescado blanco y gambas o la de vegetales con miso acompañadas de una muy buena ejecución y sobresaliente los dos tartar, tanto el de atún rojo con tuétano y huevo frito de corral en su perfecto punto de ejecución, como el de cangrejo real y aguacate.
Ya en La Arrocería la apuesta sube de nivel, empezando que es aconsejable reservar plaza por anticipado ya que atienden a la gente que está en el beach club como a otros clientes que quieran acudir solo a comer. Se puede reservar por “El Tenedor” y también llamando directamente al beach club. Al frente se encuentra Borja Conde, que cuenta con una larga experiencia en cocinas donde el arroz se encuentra como principal protagonista y eso se nota aquí, donde usan uno de los mejores granos del mundo, Molino Roca (Valencia).
Y permítanme que antes de continuar me detenga en un apartado que creo muy importante de cara a la manera de hacer los arroces en esta casa. En Canarias no tenemos una gran cultura arrocera, es más, me atrevería a afirmar que no sabemos comer arroz a pesar de que es un ingrediente que consumimos de manera habitual. Al igual que con el café donde el uso del torrefacto ha sido una lacra para nuestra sociedad y que poco a poco está cambiando, con el arroz pasa otro tanto: nos creemos que un buen arroz es todo aquel que cuando lo pedimos en un restaurante viene lleno de ingredientes por fuera si hablamos de “paella”, o si es un caldoso, pedimos un arroz para cuatro, del que comemos 6 y nos llevamos un tupper para casa con lo que sobra. Eso sí, cuando después viajamos a Valencia o Alicante, nos hacemos los estupendos pidiendo paellas allí que comemos sin quejarnos de nada y diciendo que está todo buenísimo. Lo mismo pasa para el arroz del sushi, no le damos importancia y es el punto diferencial que marca la distancia entre un buen sitio u otro. Aquí esos restaurantes que proliferan poniendo buffet libre de sushi a 20€ ha sido un drama para la realidad de estos platos, que requieren de valor, tiempo, sacrificio y pago de una materia prima de primera calidad que muchas veces no sabemos apreciar.
Esta parrafada que les he soltado viene a cuento de la carta que se hace en La Arrocería y que tras probar tres arroces diferentes el mismo día, se convierte por méritos propios para mí en uno de los mejores sitios para comer arroces de toda Gran Canaria. Los puedes pedir para una sola persona y se elaboran en tamaños adecuados para ello, pero también para compartir. El del “señorito” por el marisco pelado, el negro de chipirón con alioli de azafrán y el Arroz Perchel con carabinero, cada uno de ellos perfectos en sus puntos de cocción, fumets largos y profundos para que este grano de arroz se empape del sabor correspondiente en cada caso y unos ingredientes añadidos en su momento justo, hacen de esta arrocería un “must” en toda regla en la isla. En el de carabinero quiero detenerme especialmente en la base del arroz, en ese socarrat que se agarra al paladar y te hace cerrar los ojos para disfrutarlo e invita a dejar la paellera limpia por completo.
Y si me recreo en ello es porque me da pena escuchar como me dicen que hay clientela que se queja de si es poco arroz, que si está quemado o que si le faltan ingredientes. A colación de este comentario me refería en el párrafo anterior, aquí se viene a comer un estilo de arroz como se hace en Valencia o Alicante, donde lo más importante es el fumet con el que se elabora y un grano a la altura. En La Arrocería no se utiliza potenciadores de sabor, arroz de grano largo del que nunca se pasa porque solo hay que calentarlo o cubrirlo de marisco congelado con cantidades ingentes que sustituyen la cantidad por calidad, para eso hay otro tipo de negocios. Aquí se viene a comer bien y por qué no decirlo, a aprender a comer arroz.
Pero no solo de arroz se nutre la arrocería. La carta, sin ser muy extensa, sí tiene entrantes muy sabrosos como son las croquetas de jamón, mejorables los buñuelos de bacalao y atractiva la propuesta de pescados frescos del día o de carnes fuera de carta que van cambiando según disponibilidad. En los postres, otra gran sorpresa de la mano de Ivonne Hernández que despliega un notable equilibrio en la “muerte por chocolate”, el “polvito canario” y sobre todo con un fuera de carta que desde aquí le pido que lo incluya directamente en la misma como es su “torrija de semana santa” elaborada a partir de un pan brioche casero y una crema pastelera superior que convierte cada bocado en un pecado de penitencia.
Al frente del complejo, su director, Eugenio Gualdámez, siempre dispuesto a escuchar al cliente y solucionar los pequeños problemas del día a día. Verlo lidiar un viernes santo donde el complejo se llenó por completo y les tocó aprender a gestionar tanta gente es de esas cosas que uno observa desde lejos con admiración. No fue un día ni un servicio fácil para el Perchel, recuerden que llevan pocas semanas abiertos, pero lo mejor de un sitio es aprender de esos pequeños errores y ponerles solución inmediata, cosa que no me cabe duda que han efectuado y seguirán haciendo con el firme propósito de convertir el Perchel Beach Club en uno de los mejores puntos de la isla, donde las familias tienen su espacio para disfrutar porque para irse “de marcha” los más jóvenes ya tienen otros establecimientos más acordes para ello.
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