Radiotelevisión Canaria (RTVC) está instalada en su particular Día de la Marmota. Al igual que le sucedía a Bill Murray en Atrapado en el tiempo, aquella genial película de 1993, el Consejo Rector, antes llamado de Administración, está condenado a revivir, una y otra vez, el mismo día. Todo se repite para mal, excepto la percepción que tiene la ciudadanía de que lo que sucede en cada momento ya se ha vivido.
El Consejo de RTVC es la prueba palpable de la Ley de Murphy, aquella que se condensa en la frase “si algo puede salir mal, saldrá mal”. Aunque realmente ese no fue el pensamiento de aquel norteamericano que participó en experimentos con cohetes destinados a probar la resistencia humana a las fuerzas G durante una desaceleración rápida. Según el hijo del mentado Murphy, su padre dijo, exactamente, que “si hay más de una forma de hacer un trabajo y una de ellas culminará en desastre, alguien lo hará de esa manera”.
Las dos recientes dimisiones de las consejeras María José Bravo de Laguna y María Antonia Álvarez han demostrado que, con respecto al órgano que, por Ley, debe organizar y controlar como delegado del Parlamento los servicios públicos de radiodifusión y televisión dependientes de la Comunidad Autónoma, han sido los grupos parlamentarios los que una y otra vez durante décadas han puesto proa al caos en sus denodados intentos por controlar la RTVC.
Ni siquiera el loable intento por modificar la legislación que se llevó a cabo a finales de 2014 ha evitado el desastre. La única diferencia es que Bravo de Laguna y Álvarez, aunque sí fueron elegidas por cuotas parlamentarias, no dependen de las cúpulas partidistas y su profesionalidad contrastada las ha llevado a presentar la dimisión antes de seguir participando en ese circo de despropósitos en el que los partidos han querido volver a convertir, por acción y omisión, el Consejo de RTVC, presidido por Santiago Negrín.
Y aunque puede que tanto Bravo de Laguna (“acepté el reto para cambiar las cosas, y no para ser partícipe del caos al que Negrín está llevando a la cadena”) como Álvarez (“la responsabilidad del fracaso es exclusiva de Negrín”) apuntan a que éste último episodio tiene el nombre y los apellidos del encargado de timonear RTVC, lo cierto es que, también como recuerda la segunda dimisionaria los grupos parlamentarios “se han limitado a lavarse las manos, a mirar para otro lado, a poner paños calientes” o a “generar mayor inestabilidad porque lo que interesaba era reclamar su cuota de poder”.
El Parlamento incumplió la ley
Nada nuevo, lamentablemente, en el devenir del camino al desorden en el que se embarcó el Consejo de RTVC allá por los albores del año 2007, durante el primer mandado de Paulino Rivero como presidente del Gobierno de Canarias, cuando Coalición Canaria (CC) y Partido Popular (PP) se negaron a renovar este órgano en base a los resultados de las elecciones autonómicas, cuando el PSOE liderado por aquel entonces por Juan Fernando López Aguilar arrasó en las urnas y llevó a los socialistas a ser la mayor fuerza parlamentaria de Canarias, lo que habría posibilitado que, en base a la legislación y al reglamento de la Cámara, los socialistas debieran haber elegido cuatro consejeros, lo que en modo podían permitirse los entonces plenipotenciarios líderes de los partidos que apoyaban al Ejecutivo regional.
¿Cuál fue la consecuencia? Pues que el propio Parlamento estuvo incumpliendo la Ley durante ocho años, manteniendo durante dos legislaturas completas la composición del Consejo que se eligió en 2003, cuando Adán Martín fue presidente del Gobierno.
Durante cuatro años el PSOE denunció la actitud “reiterada” de CC y PP de concederse a sí mismos una “prórroga ilegal y antidemocrática” de los resultados electorales de 2003. Luego, en 2011, los socialistas volvieron a cogobernar la Comunidad Autónoma después de la travesía por la oposición por la que transitaron desde 1993. Quizás por ello se olvidaron de la situación irregular del Consejo de RTVC que habían denunciado y contribuyeron a perpetuarla cuatro años más.
Con un agravante, socialistas y nacionalistas cambiaron el Reglamento de la Cámara para renovar en 2012 la Audiencia de Cuentas y el Consejo Consultivo, pero se aparcó sine die al Consejo RTVC, que estaba en funciones desde el año 2007 y con los mismos miembros elegidos desde 2003. Y no pareció preocuparles nada de nada.
El camino hacia el caos
Es más, si ahora se considera que con tres miembros (Negrín, María Lorenzo y Alberto Padrón) es urgente proceder a renovar parcial o totalmente el Consejo de RTVC, hay que recordar que en septiembre de 2014 de los ocho miembros que fueron designados por el Parlamento cuando Martín presidía el Gobierno en el año 2003 solo quedaban cuatro, dos de Coalición Canaria y dos del Partido Popular, además del entonces director general del ente público, Guillermo García.
En 2009, los primeros en dimitir, pero por cuestiones partidistas ajenas al funcionamiento del ente (causas que ahora sí están en las renuncias de Bravo de Laguna y Álvarez), fueron los socialistas Domingo González Chaparro y Manuel González Álvarez, (este último, viceconsejero de Relaciones con el Parlamento de 2011 a 2015) en protesta porque ni CC ni el PP querían renovar el Consejo en base a los resultados electorales de 2007. Y ese renqueante Consejo funcionó cojitranco con dos vacantes hasta el 23 de septiembre, cuando renunció el consejero Miguel Guerra (Nueva Canarias) dejando al órgano inoperativo al no tener el quórum necesario para cumplir con las funciones que le otorgaba la ley.
Y por si aún no fuera bastante caos, los dos consejeros nacionalistas (los entonces alcaldes Marcos Brito y José Manuel Bermúdez), afines al sector crítico que descabalgó a Rivero como candidato a presidir el Ejecutivo regional a partir de 2015, decidieron no acudir a las últimas convocatorias, por lo que no se pudo reunir el Consejo incluso tres meses antes de la marcha de Guerra.
Un Consejo que no pudo planificar la producción propia que debe incluir la programación anualmente o aprobar el anteproyecto de presupuesto del ente público y sus sociedades. Ese fue el Consejo que los actuales integrantes del mismo heredaron en mayo, cuando tomaron posesión de sus cargos tras pasar por unanimidad el examen de idoneidad para ocuparlos, pues incluso NC los consideró capaces y aptos para ello.
Quizás, tras lo visto en los últimos años, el bucle entrópico del Consejo de RTVC no debe buscarse en sus miembros, sino en los intereses que han tenido hasta ahora quienes los eligen, por muchas medidas democráticas y plurales que se hayan acometido si, en el fondo, siguen campando a sus anchas los criterios políticos cortoplacistas en vez de las ganas de impulsar un servicio público plural y de calidad, que se mantiene a flote gracias solo a los profesionales que día a día trabajan delante y detrás de las cámaras.