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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

Un caos llamado 'Delta'

Delta era la penúltima tormenta tropical de la temporada de huracanes del año 2005. Contra todo pronóstico, se aproximó desde primeras horas de la mañana del 28 de noviembre al Archipiélago, dejando en muy pocas horas un rastro que puso al descubierto el grado de vulnerabilidad que padece Canarias ante fenómenos de este tipo.

Y, afortunadamente, no pasó directamente sobre las Islas ni dejó precipitaciones de importancia. Canarias solo sufrió el azote de la cola de la tormenta. El Archipiélago no se enfrentó al poder del ojo de la bestia pero, aún así, sembró el caos.

Delta, en lo que a vientos intensos se refiere, afectó principalmente a El Hierro desde primera hora de la mañana del día 28 (la única Isla a la que no cogió por sorpresa pues, desde días antes, su presidente de Cabildo, por entontes Tomás Padrón, ya había advertido de que la tormenta se acercaba, aunque no se le hizo caso), a La Palma, ya entrada la tarde, y a Tenerife y Gran Canaria al caer la noche y primeras horas de la madrugada del día 29.

Aunque hubo una víctima mortal en Puerto del Rosario, fue Tenerife la más afectada, no por la peligrosidad del fenómeno, que en otros lugares fue mucho mayor, sino porque se puso de manifiesto la gran vulnerabilidad que presentaba la Isla en cuanto a la fragilidad de servicios públicos básicos como el suministro de energía eléctrica o de agua potable para la población.

En las conclusiones elaboradas por la Comisión de Investigación que se creó en el Parlamento se aseguró que “hasta ahora la Comunidad Autónoma no había sufrido un fenómeno de este tipo ni de esta magnitud”.

No fue el primer fenómeno meteorológico adverso

Un aserto no del todo cierto y que, de alguna manera, intentaba hacer recaer más las responsabilidades en la propia Naturaleza que en las imprevisiones y carencias de todas las administraciones públicas a la hora de afrontar fenómenos meteorológicos adversos.

Más aún en el caso del Cabildo de Tenerife y del Ayuntamiento de Santa Cruz, que tres años antes ya habían vivido la catástrofe del 31 de marzo de 2002 provocada por una tromba de agua, que registró 300 litros por metro cuadrado, y las inundaciones que produjo la misma.

Contrariamente a lo dicho por la comisión parlamentaria, en la historia del Archipiélago existen registrados acontecimientos verdaderamente dramáticos que tienen que ver con fenómenos meteorológicos adversos como inundaciones, temporales o incluso auténticos huracanes como el que azotó las Islas el 7 de noviembre de 1826, que produjo verdaderos estragos en Tenerife.

Los principales riesgos asociados a fenómenos naturales tienen que ver en Canarias con el clima y no con la falsa creencia de que son los fenómenos volcánicos y terremotos el principal peligro

Además, en 1957 el municipio palmero de Breña Alta sufrió los efectos de unas potentes inundaciones que dejaron tras de sí decenas de muertos y viviendas y campos arrasados.

Así que, curiosamente por tratarse de islas volcánicas, los principales riesgos asociados a fenómenos naturales tienen que ver en Canarias con el clima y no en la falsa creencia de que son los fenómenos volcánicos y terremotos el principal peligro.

Históricamente no ha sido así. Solamente un caso de imprudencia provocó una víctima mortal en 1971 con ocasión de la erupción del Teneguía en La Palma.

Volviendo a Delta, los vientos soportados en el Archipiélago fueron superiores a las previsiones anunciadas para esas fechas, alcanzando en algunos puntos, concretamente en Izaña (Tenerife), velocidades en torno a los 250 km por hora.

Como consecuencia, y como asegura literalmente el informe de la Comisión Delta, hubo “cierre de aeropuertos, puertos, carreteras y colegios; colisiones y hundimientos de barcos; cuantiosísimos daños en edificios, viviendas, mobiliario urbano, enseres y explotaciones agrarias; graves afecciones en la telefonía fija y móvil, en el abastecimiento de agua y en el suministro eléctrico e importantes daños medioambientales”.

Una semana sin luz

En pleno siglo XXI, en una sociedad avanzada, se vieron afectados por falta de suministro eléctrico unos 350.000 abonados, de los cuales correspondieron al área metropolitana de Santa Cruz-La Laguna unos 165.000 y unos 30.000 de la zona sureste de Tenerife, sobre todo del valle de Güímar.

Delta produjo la desconexión de todas las líneas de transporte eléctrico de alta tensión de la zona metropolitana, así como numerosos daños en las líneas de media tensión del este de Tenerife.

“En el ámbito del transporte en alta tensión, el paso de la tormenta tropical Delta ocasionó la caída de un apoyo de la línea de doble circuito de 220 kilovoltios que une las centrales de Candelaria y Granadilla; cinco apoyos de la línea de doble circuito de 66 kilovoltios Candelaria-Buenos Aires; nueve apoyos de la línea de doble circuito Candelaria-Geneto y treinta y tres apoyos de la red auxiliar, también de doble circuito, de 66 kilovoltios Candelaria-Granadilla y Granadilla-Polígono de Güímar. En las líneas de 20 kilovoltios, llegaron a caer setenta y ocho apoyos en Tenerife, de esta red de media tensión”, confirma el informe del Parlamento.

Hasta el 2 de diciembre no se logró reestablecer al 100% el suministro eléctrico en la zona Santa Cruz-La Laguna y fue el 5 de diciembre, una semana después del paso de la tormenta tropical, cuando se reestableció totalmente en la zona este de Tenerife.

El paso de Delta permitió detectar una elevada corrosión en algunas de las torres de alta tensión ubicadas en la isla de Tenerife

En las demás islas, 177.000 abonados de la compañía Unelco-Endesa sufrieron cortes en el suministro eléctrico. Según el informe del Parlamento, “los daños en las infraestructuras eléctricas y la red de transporte fuera de Tenerife fueron escasos”.

Sólo se localizó un vano partido en la línea de 66 kilovoltios Arucas-Guía, en el norte de Gran Canaria. El resto de daños se limitó a apoyos caídos en media tensión en La Palma, Lanzarote, Gran Canaria y Fuerteventura.

Pero en una era tecnológica como la actual Delta también causó otros daños que afectaron a las comunicaciones: 18.000 líneas de telefonía fija y 6.000 accesos a Internet fueron cortados por la tormenta tropical.

Según el informe parlamentario, la afección total “llegó a ser del 95% de las centrales telefónicas” de Tenerife.

“La telefonía móvil llegó a afectar al 50% de los usuarios en Tenerife y valores similares en las islas menores. El día 2 de diciembre, viernes, Tenerife contaba con 26 líneas afectadas en Izaña y 373 en La Jaca y Tajao, disponiéndose ya en aquel momento del 98% de la telefonía móvil en la isla”, se puede leer en el documento.

¿Descoordinación o fatalidad?

Un desastre que, según quien hablara, tuvo varios culpables. El presidente del Gobierno, Adán Martín apuntó directamente a los vientos; el alcalde de la capital tinerfeña, Miguel Zerolo, puso su punto de mira en Unelco-Endesa, y el presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior culpó al Instituto Nacional de Meteorología por no haberle avisado.

Curiosamente, varios aficionados a la meteorología llevaban días siguiendo la ruta de la tormenta con todo detalle y, como ya ha quedado dicho, el presidente del Cabildo de El Hierro estaba adoptando medidas desde primera hora de la mañana del 28 de noviembre.

Quizás ese puede ser el resumen de la descoordinación y el caos administrativo que hubo esos días: Padrón prevenido y Melchior atrapado esa misma tarde en el aeropuerto de Los Rodeos, donde se encontraba intentando volar a Madrid en medio de una situación de emergencia ya declarada desde por la mañana, cuando el Gobierno de Canarias instó a los padres a que recogiesen a sus hijos de los colegios con toda urgencia.

Al contrario de lo que determinó el Parlamento, no fue este el peor huracán de la historia de las Islas: en 1826 hubo otro que produjo verdaderos en estragos en Tenerife

El Parlamento, además, enmendó la plana al presidente Melchior, empeñado en asegurar que nadie le había avisado con el fin de enarbolar la bandera de que el centralismo estatal se había olvidado nuevamente de su territorio insular ultraperiférico.

“Hay que recordar que la Dirección General de Seguridad y Emergencias, con base en el procedimiento operativo, declara la prealerta (el sábado 26) y la alerta (el domingo 27) y se mantiene expectante ante la evolución de la misma, a través de los partes del Centro Nacional de Huracanes de Miami (CNHM), que sí tuvo conocimiento de ésta desde el día 25, y de la información suministrada por el Grupo de Predicción y Vigilancia del INM (GPV), sito en Gran Canaria”.

Difícilmente no podía Melchior no estar avisado, como tampoco podía decirlo el alcalde Zerolo o la totalidad del sistema de emergencias del Gobierno de Canarias.

Sin radar ocho años después

En parte, todos tienen razón, pero no la tuvieron completamente, pues el verdadero caos fue provocado por la conjunción de todos los factores antes expuestos y no por uno solo.

La trayectoria de Delta fue errática, si, lo que hizo “aún más complicado prever cuál sería el nivel de afección a nuestras islas en los días previos, al haber cambiado de dirección en varias ocasiones”, pero también es cierto que las torres de alta tensión de gran parte de Tenerife estaban podridas, como lo demostraron las cientos de fotografías que los ciudadanos tomaron a las mismas y que se publicaron en los medios de comunicación audiovisuales.

Según el informe del Parlamento, “la información suministrada nunca hizo prever la intensidad real de la tormenta ni tampoco, conforme a patrones habituales de viento y mareas, se definía al fenómeno meteorológico adverso como tormenta tropical”.

Por ello, la comisión dijo que “quedó patente la necesidad de instalar un radar en la isla de Tenerife” y que, aunque Canarias tiene competencias estatutarias para un servicio meteorológico, no las ejercía (ni las ejerce), por lo que tras Delta era “un buen momento para definir si hacerlo de forma independiente o consorciada al INM, siempre que el Estado mejore la dotación de medios personales y materiales del instituto”.

Ocho años después, ni hay radar ni Canarias cuenta con un servicio meteorológico propio, por lo que sigue igual de expuesta a un nuevo Delta como lo estuvo en 2005.

La fragilidad de sistema eléctrico

Pero si bien el Parlamento reconoció el factor de la Naturaleza en el desastre, también incidió, aunque la compañía eléctrica lo negó en los primeros días del desastre, en que “la tormenta Delta puso de manifiesto la existencia de infraestructuras eléctricas cuyo mantenimiento es deficiente por parte de la compañía Unelco-Endesa”.

“El paso de Delta permitió detectar una elevada corrosión en algunas de las torres de alta tensión ubicadas en la isla de Tenerife. En concreto, en la línea de 66 kV entre la central de Las Caletillas y la de Granadilla, algunos de los apoyos analizados, según se desprende del informe técnico encargado al efecto por la Consejería de Industria, Comercio y Nuevas Tecnologías a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, presentaban un alto grado de corrosión y una pérdida de carga de rotura que llegaba al 48%; es decir, su capacidad de carga estaba reducida casi a la mitad”, dicen las conclusiones.

También en 1957, el municipio palmero de Breña Alta grandes inundanciones con decenas de muertos y casas y campos de cultivo arrasados

Torres corroídas que formaban parte de “la fragilidad del sistema eléctrico en el Archipiélago, donde existen unas carencias muy importantes en infraestructuras de transporte y también, aunque en menor medida, en generación de electricidad”.

¿Los culpables de ello?: “La responsabilidad de que en Canarias las infraestructuras no se hayan desarrollado de forma conveniente (?) corresponde a todos los agentes implicados, especialmente a la Administración autonómica y central (?) así como a la compañía Unelco-Endesa”.

Ocho años después, las torres de alta tensión están repuestas y reforzadas, pero inmersos en la polémica reforma de la Ley Eléctrica que impulsa el ministro de Industria, José Manuel Soria, Canarias aún no cuenta, como pedía el Parlamento, “con una normativa autonómica para que el Archipiélago disponga de un sistema eléctrico acorde a las necesidades actuales, teniendo en cuenta el aumento de la demanda energética causada por el fuerte crecimiento de la población y por el auge económico en las islas en los últimos años”.

Si llega otro Delta, las principales causas del caos en que quedaron sumidos los ciudadanos, principalmente de Tenerife, se mantienen inalteradas ocho años después.