Hace mucho tiempo que, consecuencia de mi profesión y tendencia a meterme en camisa de once varas, he venido siguiendo a España por vericuetos y senderos. Ello ha provocado que, desde la muerte del golpista y dictador Francisco Franco Bahamonde hasta hoy – tiempo de mi tiempo – me haya dado cuenta de que España es una gran mentira. Como en la prestidigitación, nada es lo que parece. Asimismo, el asombro y la decepción en lo que respecta a la vida pública me han acompañado en este largo y tortuoso camino de negro sobre blanco en un mundo tradicionalmente ausente de luz y taquígrafos. The long and winding road. No he sido persona alucinada ni de alucinaciones y, aunque he tenido la sensación de haber hecho algún viaje astral no confirmado, mi última experiencia psicodélica me la ha proporcionado el patético Felipe González al defender al PP para que se coloque al frente del país. Los barones más retrógrados de una ideología cadáver han llamado al gran hipócrita para que orqueste el guillotinamiento de Pedro Sánchez y así, mantener intacto el régimen del 78, ejercicio trilero madre de todos los cambios que se internó en las hediondas cloacas de la corrupción después de que Dios, ayudado por mamporreros como Juan Luis Cebrián, mutara la celebérrima ilusión de 1982 en una gran caverna de Alí Babá. González y Aznar son una maldición bíblica, una plaga del tiempo de los faraones que, permaneciendo en las sombras de manera latente, aparece intermitentemente diciendo “España nos necesita”. Y no hablo de pactos ahora sino de iniquidad y desvergüenza. De falta de hombría y honestidad. De ausencia de ética y escrúpulos.
Caras y sistemas
Los senderos y vericuetos de los que les hablaba antes me han llevado al pensamiento porque lenguaje y pensamiento son la misma cosa. De modo que, mientras en España en general se practica el periodismo de declaraciones, la mayoría de las veces amplificando la voz de los más estúpidos, me he ido internando en prácticas periodísticas habituales en los países más avanzados, no sólo económicamente sino culturalmente. Ninguna medalla merezco por ello porque la voluntad ha estado ausente. Es el manejo del lenguaje, el trabajo diario, el idioma como vía crucis – Flaubert podría hablarnos mucho de eso – quienes te llevan al análisis y al periodismo literario, muy minoritarios en nuestro país tanto en lo que a emisores como a receptores se refiere.En otros lugares, es cosa habitual desde hace muchos años. Vuelvan la vista por ejemplo a Truman Capote, a Tom Wolfe, a Kapuscinski, a García Márquez o a Oriana Fallaci, por poner ejemplos, aunque hay muchos más.Llega un momento en que, de manera prácticamente inconsciente, se coge la perspectiva necesaria para ver el bosque sin que los árboles actúen como paneles opacos. Y es entonces cuando uno advierte que las caras casi nunca son importantes frente a los sistemas o regímenes y que, con total seguridad, esas caras sí son casi siempre marionetas movidas por hilos que llegan de lejos. A este respecto, no puede ser más acertada la reciente primera página de la revista El Jueves en la que puede leerse algo así: “¡Exclusiva! Ya sabemos quién gobernará España”. Y debajo del titular aparecen muy buenas caricaturas de Cristine Lagarde (presidenta del Fondo Monetario Internacional), Mario Draghi (presidente del Banco Central Europeo) y la canciller alemana, Ángela Merkel.
Las baronías – qué curioso que partidos que se dicen democráticos tengan más barones que indios – las baronías del PP y PSOE andan en ebullición no sólo por su ambición de poder y dinero sino porque el Nuevo Orden Mundial ya ha establecido el papel que España debe jugar.Y Podemos es una piedra en el camino me enseñó que mi destino era llorar y llorar. Aunque personalmente creo que el posible pacto de izquierdas que hay planteado (Pedro intentaría reconducir un PSOE desquiciado; Pablo, comérselo, y los secesionistas darse la baja, lo que abocaría a un escenario dionisíaco difícil de conducir), aunque ahora no tengo ganas de pronunciarme ni creo que ello importe mucho, advierto que los tres personajes retratados en la portada de El Jueves, también movidos por otros gruesos cabos, junto al Tratado Internacional de Comercio entre EEUU y casi 100 países del globo (TTIP), los movimientos geoestratégicos y geopolíticos fundamentados en múltiples y heterogéneos vectores y, seguramente, claves que no manejamos (Aldous Huxley: “Hay otros mundos pero están en éste”), inciden sobre las cabezas de quienes vemos – mejor diría ven muchos, yo no – todos los días en las TV’s. Más que en un mareo de digos y Diegos, en una marejada de perdices absolutamente atolondradas a las que Miguel Delibes le hubiera gustado encontrar en pleno dominio de sus facultades físicas y mentales. Las de ellas. Mientras, la ciudadanía permanece hablando en los bares de lo mal que están las cosas, volviendo la vista con temor a la guerra civil, temiendo o no temiendo la fragmentación de España y consumiendo basura. Vía oral, vía auditiva, vía mental. Desconocen que con total seguridad vamos a sufrir – estamos sufriendo ya – una importante pérdida de soberanía. Basta con mirar la Historia o leer a Heráclito de Éfeso para inferir que todo fluye y todo tiene su final. Extrapolar las figuras de Nerón y Calígula a Felipe o José María no es ningún disparate. Incluso contamos para ello con estudios clínicos que señalan que los políticos profesionales se mueven entre la esquizofrenia y las psicopatías.
Periodismo, filosofía y casanova
Y vuelvo a los vericuetos y senderos caminados, dejando no sólo estelas machadianas sino también raídas suelas de sandalias troyanas, para advertir, advertirme, decirme a mi mismo que, aparte del análisis y la literatura, el periodismo llega también a la tangencia con la filosofía. Plantea la existencia de lo posible y lo imposible. El dramaturgo de la Generación del 27 Alejandro Casanova mantenía que “no hay nada que un hombre no sea capaz de hacer cuando una mujer lo mira”. El gran Giacomo hubiera estado de acuerdo, seguro. Así, manifestó en una ocasión lo siguiente: “Como consideraba que había nacido para el bello sexo, lo he amado siempre y me he hecho amar por él cuanto he podido”. Podríamos aquí aceptar seductoras encrucijadas y referirnos a las películas El Cartero siempre llama dos veces, Memorias de África, Los Puentes de Madison, El Sueño Eterno, Lo que el viento se llevó, sumergirnos con Shakespeare en el mundo de Romeo y Julieta bajo las armonías de Knopfler o adentrarnos en las infidelidades corinneas, bárbaras, palomeras, mozarowskis … de aquel rey que, jurando por dos veces los principios que inspiraban el Movimiento Nacional franquista del 18 de Julio de 1936, convirtió a España en una democracia (?), en una monarquía parlamentaria sin libertad política colectiva ni separación de poderes (?), saltándose “sin honor” (D.Juan dixit) la secuencia dinástica de los borbones. Hoy me ha mirado una mujer muy elegante cuando salía de casa.Decidí pues atreverme a afrontar, con la ayuda de algunos amigos ya fallecidos, el reto de desfacer, consciente de la imposibilidad de éxito, esa duda que da título al texto: La España posible quizá sea imposible.
Desconozco si una cabeza puede considerarse bien amueblada si del salón en el ángulo oscuro está sentado Bismarck con su casco pinchoso, pero recuerdo que el orondo canciller dijo una vez que “España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido”. Por otra parte, es obligado tener en cuenta, al adentrarse en el terreno filosófico que, al menos hasta Newton, la presencia de Dios en el acontecer aparece en los escritos de todos los estudiosos. Eso, no obstante, no debería originar problemas de comprensión ni rasgado de vestiduras en un país extremadamente contradictorio: es láico y católico a la vez. Al igual que Izquierda Unida es monárquica y republicana a la vez o Cristina es Infanta real y, presuntamente, delincuente alienada en Suiza a costa del dinero público y del de La Caixa. De la familia Pujol/Ferrusola & Sons y otros no les digo nada. Seguro que Mario Puzzo o Francis Ford Coppola les hablarían con mayor propiedad. También Raymond Chandler, James Ellroy o Ross McDonald. La incoherencia y el cinismo son indisociables de la vida política española en su acepción más amplia.
“La gente no quiere escuchar la verdad”
Para no ir muy lejos, llevamos 40 años de dictadura franquista y 38 de dictadura de partidos (contando desde la Carta Otorgada de 1978) período que los incautos han aceptado comodemocracia por el mero hecho de votar – que no elegir – cada cuatro años. Del mismo modo, desde 1982 hemos asistido a una corrupción in crescendo ligada a la financiación de los partidos, el tráfico de influencias, el nepotismo, el descontrol absoluto de las finanzas del Estado, la pérdida de derechos de la clase trabajadora a golpe de decreto-ley con la despreciable connivencia de los sindicatos, el distanciamiento criminal entre ricos y pobres a través de una degradante distribución de la riqueza, el aumento desorbitado del desempleo, el endeudamiento salvaje de la nación y las autonomías, que pagarán las generaciones por venir, la perdida de prestigio, peso y credibilidad en el contexto mundial y la manipulación de la información, las estadísticas sobre los índices socioeconómicos y macroeconómicos, además de la de los sondeos en los periodos electorales.En estos 38 años, la España posible, asociada siempre a vocablos como cambio, regeneración, refundación, bienestar, justicia, convergencia con Europa … esa España siempre ha sido imposible. En estos momentos, las intenciones secesionistas de algunas autonomías y la amenaza del terrorismo islámico, complican aún más una situación que jamás denominaría “crisis” sino “desastre estructural” dificilmente superable. La España posible quizá sea definitivamente imposible. Friedrich Nietzche se hizo una vez dos preguntas: ¿Es el hombre un mero error de Dios?¿O Dios un mero error del hombre? Y otra fundamental para, desde el pensamiento y el análisis, hacer un ejercicio de prospectiva acerca del futuro de nuestro país: “A veces, la gente no quiere escuchar la verdad porque no quiere que se destruyan sus ilusiones”. Por ello, a mi juicio, la creencia en la tan cacareadarecuperación es un error terrible. Ni siquiera depende de nosotros. Menos, cuando pronto experimentaremos sensibles pérdidas de soberanía y capacidad de decidir. Ya nada va a volver a ser como antes. La deuda es cárcel, cadena y condena. Sin un cambio de régimen no habrá cambio en el país.
Lo terrible es que son muchos los de dentro que no quieren que nada cambie y muchos aún más fuertes los que desde el exterior no quieren ni pueden permitir que se frustren sus proyectos y designios. Así, los grandes dinosaurios conspiran y apuñalan para obedecer las órdenes que les llegan y que establecen como premisa que la convergencia con Europa es imposible y que la asfixia del ciudadano debe crecer para que el psiquiátrico funcione. España es Sur y al Sur ha sido condenada. Los economistas que me merecen mayor credibilidad y sobre los que no dudo de su independencia lo advierten: “Pronto estaremos como Grecia”. Por otra parte, ya hace bastantes años que un profundo estudio sobre la evolución de las naciones del planeta, realizado en EEUU por un prestigioso gabinete de análisis y prospectiva, destacó que en 10 o 15 años “España estará a la altura de Filipinas”. Ya queda menos.
No ha sido sólo en una ocasión cuando he pensado que el régimen del 78 y sus gobernantes han abocado a España a una situación de práctica quiebra que se convierte en terrorífica cuando se aprecia que a la tradicional indolencia ciudadana se han sumado la ausencia de ilusiones y la desesperanza. Napoleón decía que plantearse imposibles es “una cuestión de cobardes”, pero, insisto, en 38 años de pseudo democracia ya son muchos los ciudadanos que consideran imposible un cambio de calado en el país. Comenzando por quienes ven como único camino de regeneración la puesta en marcha de un proceso de libertad constituyente y apuestan por la abstención como fórmula para deslegitimar el sistema. Éstos han recibido un revés en las últimas Elecciones Generales del 20 de Diciembre. La participación ha aumentado en unos tres puntos porcentuales como consecuencia de la aparición de Podemos y Ciudadanos quienes estiman que es posible el cambio desde dentro de la dictadura de partidos, aunque arrastran importantes lastres. Las dos Españas de Machado vuelven a estar de actualidad y, como ya he señalado en otro análisis en este mismo diario, consecuencia de las votaciones hemos pasado de un bipartidismo, basado en la alternancia y el consenso, a un bipluripartidismo, es decir, el enfrentamiento de derechas e izquierdas agrupadas, si utilizamos la terminología clásica. Ya hay articulistas que han mostrado su temor a la repetición de un Frente Popular y otros que han hablado de una operación conspiranóica para que el statu quo no se modifique en absoluto. Todo ello en un contexto diario pleno de disparates y despropósitos.
Robert Francis Kennedy, Fiscal General de EEUU durante la Presidencia del país de su hermano mayor, John Fitzgerald Kennedy y Senador por Nueva York tras el asesinato de éste, murió igualmente asesinado en 1968 tras alcanzar la presidencia del Partido Demócrata. Pero, antes de desaparecer para siempre, señaló que “Cada vez que un hombre defiende un ideal, actúa para mejorar la suerte de otros o lucha contra una injusticia, transmite una onda diminuta de esperanza”. No sé si aún queda espacio en nuestra geografía para esa diminuta onda, si tenemos en cuenta que la política como vocación de servicio prácticamente ha desaparecido. Ya Aristóteles manifestó que “Un Estado es gobernado mejor por un hombre bueno que por unas buenas leyes”. En España hemos tenido siempre malos elementos, bocazas, ignorantes, mentirosos, mal valorados por la ciudadanía (aunque vuelve a votarles) y con algunos ramalazos aislados de buenismo (lo peor de lo peor). Buenos, ninguno. En el contexto mundial actual, al único político que le otorgaría el adjetivo de bueno es al expresidente de Uruguay José Mugica.
No sé cuando decidí, pero sí que fue al poco tiempo de comenzar a respirar, que no dejaría jamás de perseguir sueños, que mantendría la infancia dentro de mi en la medida de lo posible y que nunca olvidaría que la utopía es el motor del avance. Y todo ello aconteció antes de que Gabriel García Márquez estimara que “No es verdad que las personas paran de perseguir sueños porque se hacen viejos, se hacen viejos porque paran de perseguir sus sueños”. Así, como cada vez disfruto más hablando con los muertos y percibo más emociones tóxicas al tratar con los vivos, con la dualidad posible/imposible a hombros, he decidido darme una vuelta por aquellos tiempos que no pude gozar o sufrir.
Aunque al abordar la relación entre pensadores y frutas todo el mundo nombraría enseguida a Newton, Aristóteles también conocía queOne apple a day keeps the doctor away. Así que un día comentó que: “La semilla de manzano, como posible árbol manzano, mantendrá su vida y movimiento hasta hacerse árbol-manzano siempre y cuando interactuando con las causas naturales se actualicen las potencialidades contenidas en su forma sustancial, como manzano. En caso contrario dicha semilla perderá su capacidad de desarrollo desapareciendo mediante la corrupción reintegrándose materialmente en la materia anterior que recibió aquella forma”. No es difícil llevar al terreno de la política la frase del filósofo. Es evidente que la democracia en España, algo que una vez fue semilla, perdió su capacidad de desarrollo y desapareció “mediante la corrupción”. Lo de la reintegración “en la materia anterior” puede leerse claramente como una vuelta a la dictadura, cosa indiscutible al contemplar que vivimos una dictadura de partidos o partitocracia. El régimen del 78, salvo el voto, no cumple ninguna condición para que pueda ser calificado de democracia. ¿Es ésta un imposible? Digamos que, de momento, no ha sido posible pese al mantra por excelencia coreado en todos los procesos electorales: cambio.