La película, que pretendía ser una comedia de política- ficción, se llamaba El Gran Mogollón y, dirigida en 1982 por el esforzado artesano Tito Fernández (responsable, entre otras, de Sor Ye-Yé, No desearás al vecino del quinto, La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona o Las Aventuras de Enrique y Ana, amén de 26 capítulos de Cuéntame, antes de su fallecimiento con 75 años en 2006), tal vez sea uno de los engendros más frikis de la historia del cine español. Eso sí, su visionado puede resultar muy ilustrativo de la casposa coyuntura transitiva en que se ubica y de la que son testimonio no solo su trama sino -de manera involuntaria- las esperpénticas formas mediante las que aquélla intenta narrarse: a mayor gloria y lucimiento del egregio y otrora popularísimo showman Pedro Ruiz, que en el filme interpretó -o, mejor dicho, parodió- a 20 personajes (!!!), de los que 17 eran políticos en activo entonces, con su peculiar humor de merendero.
El filme contó también con la participación mediante generosos cameos de otros dos iconos mediáticos de la Transición, el periodista radiofónico José María García -más conocido como Butanito- y el presentador televisivo Joaquín Arozamena. Y entre los actores que intentaron otorgarle algo de dignidad a la cosa aparecieron, en los papeles protagonistas, además del gran Agustín González, dos más que representativas musas de aquello que entonces se llamó el erotismo transitivo: la bellísima Amparo Muñoz y la no tan conocida pero no menos sensual Isabel Luque. En papeles secundarios, gente como Rafaela Aparicio, Florinda Chico o Antonio Gamero.
Al parecer, el propio Pedro Ruiz declararía años más tarde que aquello más que un gran mogollón “fue un gran despropósito”. Y es que al humorista barcelonés inteligencia, sensibilidad y amor propio nunca le han faltado, y andando el tiempo y repasando su trayectoria profesional no tendría probablemente más remedio que admitir que su omnipresencia y sus imitaciones -más adecuadas para un escenario o un programa de variedades que para el celuloide- habían emborronado no sólo el trabajo de los demás actores sino también el guión seguramente más que potable que, a partir de la novela de Andrés Madrid Ayer España enrojeció, para la ocasión había elaborado José María González- Sinde (que además de padre de la que luego fuera ministra de Cultura de Zapatero, fue también el productor y autor de los libretos de algunas de las más entrañables películas del primer José Luis Garci: Asignatura Pendiente, Solos en la Madrugada, Las Verdes Praderas).
Porque, pese a lo que pudiera inferirse del título, y aunque Ruiz use cantidades industriales de maquillaje para la caracterización física de sus personajes, la trama de la peli no discurre precisamente en carnavales y en el Parque Santa Catalina. La premisa de la que parte la novela escrita por Madrid en los albores de nuestra democracia y puesta en imágenes por Ruiz y Fernández en vísperas del triunfo del PSOE en 1982 es la de que en los comicios generales de cierto país del sur de Europa se alza con la victoria por mayoría absoluta, y en contra de todas las encuestas preelectorales, un autodenominado Partido Ecologista Revolucionario (en la novela se llamaba Partido Proletario Revolucionario). Su líder, Mariano Agudo Benítez, es un pacífico profesor (interpretado por Agustín González, aunque la elección pueda sorprender, pues los personajes en que quedó encasillado este genial actor solían ser airados, chinchosos, fachoides y algo energuménicos, lo que no es el caso), que vive en una comuna junto a otros miembros y miembras del partido (como las citadas Muñoz y Luque) y que no termina de creerse lo que acaba de suceder porque ellos casi ni hicieron campaña ni pusieron más que dos o tres carteles. Hasta que un par de días después se compruebe que todo había sido consecuencia de un error del sistema informático (la trama es lo suficientemente ingenua como para que la resolución sea ésa, sin siquiera imaginar otras hipótesis como la del pucherazo) la comuna se convertirá en escenario de las más diversas intrigas y el partido fundado por Agudo recibirá el cortejo de todos los líderes políticos de entonces, de Manuel Fraga a Santiago Carrillo, pasando por Adolfo Suárez y Felipe González.
Y si bien tanto la premisa en la que se basaba aquella historia como su propia resolución resultan hoy totalmente naif por distintos motivos, valga, si ustedes me lo permiten, como sugerente introducción para relatar lo que sigue. Porque, salvando las distancias con aquella astracanada fruto de una época en la que casi todos éramos aún muy ingenuos (y lo que a algunos nos faltaba todavía por recorrer !!), no hace mucho que en unas elecciones -si bien que europeas- cierta formación irrumpió en el panorama político español alcanzando cinco escaños en contra de todos los sondeos y pronósticos demoscópicos. Desde entonces, pareciera como si un pequeño seísmo estuviera recorriendo la península ibérica y sus islas más o menos adyacentes, y particularmente el mapa político de la izquierda. Pero hasta ahí las pequeñas semejanzas entre la realidad y aquella farsa bufa, ya que de resto los contrastes son inmensos, aunque bien pueden servirnos para ilustrar lo muchísimo que la sociedad española y sus ciudadanos han cambiado y de cómo, parafraseando a Neruda, nosotros los de entonces ya no somos los mismos.
Y es que si Podemos obtuvo cinco escaños con solo 138.000 euros de presupuesto en la campaña no fue porque los ordenadores fallaran, sino por causas que tienen su raíz en la crisis económica, social, política y de valores que vivimos desde hace ya varios años y cuya máxima expresión tuvo lugar el 15 de mayo de 2011 con epicentro en la Puerta del Sol. Y con que de entre todo el magma que entonces implosionó a la izquierda del PSOE, el grupo encabezado por Pablo Iglesias ha sido el que mejor ha sabido canalizar el descontento ciudadano respecto a un modelo de organización más que agotado.
Carencia de ingenuidad
Y porque de Iglesias y del equipo fundador de Podemos se podrá opinar que son buena gente o que son unos sectarios de tomo y lomo que pueden llevar al España a la ruina y al totalitarismo, y hasta las dos cosas a la vez, pero de lo que no cabe ninguna duda es de que no se trata de gente ingenua. Antes al contrario, a diferencia del profesor de nuestra farsa y de su grupo de jipis, encerrados en su gueto, al modo que habitualmente han hecho los grupúsculos de extrema izquierda, Iglesias y su gente han sido extremadamente hábiles en el uso de la red y de los medios de comunicación para crear una importante legión de seguidores y llegar al electorado. Y aunque el éxito del 25-M fue sin duda facilitado no solo por la coyuntura española sino por las peculiares características de dichos comicios -inexistencia de voto útil o reflexivo, explosión del voto de castigo, baja participación que favorece a los minoritarios- las posteriores prospecciones de voto que ha efectuado el CIS han dejado claro que ese no era su techo, y que en el futuro le puede disputar el liderazgo de la izquierda no ya a Izquierda Unida, sino incluso al PSOE.
Y es que a Mariano Agudo jamás se le hubiera ocurrido acudir al territorio comanche de Intereconomía -en donde se inició como tertuliano regular Iglesias- a vender su mercancía sino que, todo lo más, se habría quedado en la testimonialidad de La Tuerca. De hecho, tal como se puede ver en un fragmento de la peli que hay en Youtube, el desprecio e indiferencia hacia los medios de comunicación de Agudo y su gente es tan inmenso que cuando Butanito acude a la comuna para entrevistarle por haber ganado las elecciones, le dice que no han podido enterarse del resultado electoral porque aunque “tenemos un televisor en la comuna, se ve tan mal que ni cuando hay elecciones lo encendemos”.
Y nada hay asimismo más lejano de la impugnación general de la Transición como proceso político que lleva a cabo Podemos desde su nacimiento -no en vano, el núcleo fundador del partido son un grupo de profesores de la Facultad de Políticas que se propone su revisionismo académico- que la actitud del profesor Agudo, muy versado en Gramsci o en Marcuse, y defensor de un gran purismo estratégico cuando los demás líderes acuden a pactar con él, pero en la práctica incapaz de cuestionar el poder de la casta que precisamente entonces se está forjando. Y es que como para a tantos otros españoles de aquel tiempo que vivieron el franquismo, siquiera fuera en sus postrimerías -y que volvieron a verle asomar la patita en fechas como la del 23- F-, el profesor Mariano Agudo Benítez consideró siempre que la reforma sin ruptura no era un mal menor, sino un bien que debía preservarse. Aunque, claro está, aún era muy pronto para conocer las perversas derivaciones en forma de corrupción de aquel bipartidismo y clientelismo incipentes. Ni tampoco parecía que un Estado del Bienestar que entonces estaba aún por construir iba a entrar en crisis como consecuencia de los sucesivos austericidios derivados de la crisis económica internacional. Y que dicha corrupción pública y privada, sumada al empeoramiento de las condiciones de vida de cada vez más sectores de la población y al incremento de las desigualdades, iba a convertir la situación en cada vez más insoportable.
La importancia del 15-M
De hecho, desde mucho antes de la aparición de Podemos, dicha pérdida de confianza general en el sistema tuvo ya sus repercusiones en el mapa político y la irrupción de UPyD en 2011, coincidiendo con las movilizaciones del 15-M debe enmarcarse en ese contexto, aunque su programa regenerador del sistema surgido de la Constitución de 1978 y de alternativa al bipartidismo no tenga el carácter rupturista, anticapitalista y enragé de la formación de Iglesias.
Sería, por otra parte, muy prolijo enumerar todos los colectivos que en el ámbito social surgen como consecuencia de los recortes y de las consecuencias más funestas de esta crisis, desde la Plataforma de afectados por la Hipoteca de Ada Colau, hasta las distintas mareas ciudadanas, y pasando inevitablemente por el fenómeno del 15-M y de los Indignados. Hagamos notar que no solo los partidos tradicionales se ven desbordados por esas protestas, sino también los grandes sindicatos, a lo que sin duda no es ajeno el hecho de que desde 1978 forman parte también del sistema y participasen de sus corruptelas. En todo este otro gran mogollón, los distintos intentos de articularse políticamente de las asambleas del 15-M , divididos entre radicales antisistema y reformistas moderados, nunca terminan de cuajar por sí solos, y quien se llevará finalmente el gato al agua del No nos representan y lo capitalizará en las urnas -frente a otras iniciativas más o menos estrambóticas como el Partido Pirata, el Partido X o la RED del juez Elpidio Silva- será Podemos. Y es que el terreno estaba tan abonado que en solo cinco meses recolectó 1,2 millones de votos y obtuvo cinco escaños.
No en vano el origen de Podemos se encuentra en el Manifiesto Mover ficha: convertir la indignación en cambio político, muchos de cuyos promotores son militantes de la formación neotrotskista Izquierda Anticapitalista, un partido que surje tras la salida en 2007 de Izquierda Unida de la corriente Espacio Alternativo y cuya cabeza visible era el histórico dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) Jaime Pastor. No obstante, pese a la relevancia que aún tienen en Podemos personas de esa tendencia como Miguel Urban o la eurodiputada Teresa Rodríguez, desde el primer momento el profesor y tertuliano Iglesias es elegido líder del movimiento, por su presencia mediática, pese a no haber firmado el manifiesto, y junto a él comienza a constituirse un núcleo dirigente compuesto en su mayor parte por profesores asociados e investigadores de Ciencia Política de la Universidad Complutense como Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa o Íñigo Errejón.
A todos ellos les une un perfil en apariencia algo menos dogmático en lo ideológico además de cierto bolivarianismo, al haber seguido desde el punto de vista académico los procesos de crecimiento de cierta izquierda alternativa en Latinoamérica y particularmente la evolución del régimen de Chávez, al que en más de una ocasión han asesorado. Y llama la atención como el marketing político hizo su aparición desde el primer momento, incluso en la elección de la denominación de la formación, curiosamente emparentada con el Yes, we can! elegido en 2008 por Barak Obama para llegar a la Casa Blanca, (y que los futboleros recordaremos que fue el exitoso lema que Cuatro escogió para la selección española de fútbol en la Eurocopa de aquel año y en el Mundial de 2010), si bien la gente de Iglesias tampoco fue del todo original en eso, pues ya habían surgido muchos movimientos sociales con el nombre de Sí se puede y en algún caso, como en Tenerife, incluso han conseguido representación política.
Claro que de poco le hubiera servido un nombre atractivo ni un logo que, según ha explicado alguien por ahí, quiere significar unas “figuras geométricas sin jerarquía”, sin la ebullición de las redes y el trabajo en los llamados círculos, ni por supuesto, con el refuerzo que para todo ello suponía la generosa presencia del líder en los medios y el carisma y personalidad de éste. Y, catapultado por las Europeas, el crecimiento en seguidores del partido desde entonces ha sido exponencial, pues se calcula que entre los círculos y las redes alcanzan ya más de 100.000. Y no es ninguna tontería que alguien como el exfiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo se haya convertido en eurodiputado de la formación, y que, aunque sea en un nivel más anecdótico, incluso una tía de la reina Letizia, Henar Ortiz, se haya apuntado a uno de sus círculos asturianos. Y aunque la peña de las tertulias se ría cuando Monedero dice que ellos ya han cambiado la historia de España y provocaron la abdicación de Juan Carlos de Borbón, lo cierto es que, como ya se ha dicho, hay sondeos que apuntan no ya a que desbanque a Izquierda Unida como tercera fuerza sino a que en algunas comunidades como Canarias -tan castigada por la corrupción endémica de su clase política- incluso podría disputarle al PSOE y al PP la primacía.
Votantes no tan a la izquierda
Y es que si se analiza quién les votó en las Europeas, una encuesta hecha poco después por Metroscopia para ‘El País’ arrojaba bastantes sorpresas, pues desmentía la impresión generalizada de que su electorado había estado formado casi en exclusiva por jóvenes y militantes antisistema: El 66 % era mayor de 35 años y un 50 % trabajaba, junto a un 22 % de parados, un 15 % de estudiantes y un 9 % de jubilados o pensionistas.
Además, un 30 % había votado al PSOE en las elecciones generales de 2011 e ideológicamente todos ellos se autosituaban como media algo más hacia la derecha que Izquierda Unida. También debe decirse que el 60 % habían decidido finalmente votar a Podemos en los últimos días de campaña.
Y es que, al margen de lo radical que puedan parecer muchas de sus propuestas, que son numerosos los expertos que consideran inviables y que habrá que ver si tras la asamblea general de la formación de dentro de un par de semanas siguen inalteradas, la intención de quienes dirigen el movimiento de seguir creciendo hacia el centro parece bastante diáfana. No en vano, Iglesias ha hablado recientemente de que deben conformarse candidaturas de unidad popular y no alianzas o sopas de letras con partidos como IU para repartirse cargos. Queda al margen, por supuesto, el PSOE, en cuya dirección han saltado todas las alarmas e incluso han aparecido serias discrepancias respecto al modo de cómo hacer frente a estos inesperados competidores.
Porque, tal como ha señalado en el diario digital Público el reputado periodista Juan Carlos Escudier, Iglesias es “un pragmático inquietante”, ya que aunque sigue siendo comunista y marxista, “se ha dado cuenta de que desde la izquierda no se va a ninguna parte porque la mayoría social no se ha criado en esos valores” y “sólo ganando se cambia el mundo. Para los que creían que había que convencer para vencer”, añade elocuentemente Escudier, “Iglesias tiene su propia receta: hay que vencer y luego ya se verá”.
¿Y vencer cómo? Pues parece que de momento, poco a poco, pasito a pasito y como diría el Cholo Simeone partido a partido. Todo menos parecerse a los Marianos Agudos de Izquierda Unida, aunque la novia de Iglesias, Tania Sánchez, sea parlamentaria de esta formación en la Asamblea de Madrid. Y en esta misma línea ya hace unos días que el grupo dirigente sorprendió a muchos de sus seguidores diciendo que no era conveniente presentar candidaturas a las municipales porque iba a ser difícil “controlarlas” y que era preferible “no poner en riesgo la marca” y reservarse para las generales, sin aclarar demasiado qué va a pasar con las autonómicas.
“Unidad popular”
Dicho pronunciamiento causó bastante decepción en los círculos y es por ello que luego Iglesias ha tenido que aclarar que sí es partidario de que Podemos se integre en candidaturas de “unidad popular” como las que representan el Guanyem de Ada Colau para el Ayuntamiento de Barcelona o Ganemos en el de Madrid, sino por otras vías como la de la agrupación de electores. Y en línea con la búsqueda de mayorías vencedoras a que me refería más arriba, lo último ha sido decir que deben “ocupar la centralidad” y “no ubicarse en la izquierda, sino en el centro del tablero”. Curioso. Izquierda Unida y Equo ya han dado su conformidad para participar junto a Podemos en dichas candidaturas.
Todo debería empezar a clarificarse a partir de la asamblea que se celebrará los próximos 18 y 19 de octubre en el Palacio Vista Alegre de Madrid y para la que tanto desde los aproximadamente 800 círculos que contabiliza el movimiento, como en su propia web, bullen las propuestas desde que el pasado día 15 de septiembre se dió el pistoletazo de salida.
Aunque, de momento, la verdad es que poco se ha hablado del programa- programa- programa de Anguita (¿será porque se tiene asumido que se aprueban para no cumplirse?) y sí mucho del diseño organizativo, lo que no es poco en un partido que dice querer empoderar a la gente y cambiar las formas de hacer política. A la propuesta del núcleo dirigente que conforman Los Cinco Fantásticos Iglesias, Monedero, Bescansa, Errejón y Luis Alegre, pronto se la ha criticado por conformar un partido demasiado semejante a los convencionales -con una Ejecutiva, un Consejo Político y baronías territoriales- y el debate con la otra tendencia encabezada por Echenique y Teresa Rodríguez parece que se centrará en los mecanismos de iniciativa de las asambleas y los círculos y las posibilidades de revocación y control. Y no les quepa duda de que tiempo habrá para que sigamos profundizando en este Gran Mogollón.
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