La vida en Las Vegas puede ser justo lo que tú quieras que sea. Desde el punto de vista del ocio y el entretenimiento hay espacio para todo. Una vez allí, el límite posiblemente sólo lo pongan la capacidad física de cada uno (porque posibilidades de interactuar con el ocio de la ciudad existen las 24 horas de cada día de la semana) y el colchón económico de cada bolsillo. Nunca es suficiente: siempre hay algo más que ver, siempre ofrecen una bebida más (gratis además si estás jugando en los casinos) y siempre hay una tentación más donde apostar. El gran parque de atracciones para adultos, una ciudad que transpira erotismo, desenfreno y espectáculos. Y juego, por supuesto, mucho juego.
Las Vegas es uno de los grandes iconos de Estados Unidos y en los últimos años se ha convertido además en uno de sus enclaves más pujantes y de mayor crecimiento de población. Todo esto gracias al respaldo del potente y constante turismo interior y a los miles de visitantes de todos los rincones del mundo que al menos una vez en su vida quieren ser copartícipes de todo lo que puede dar de sí la conocida como Ciudad del pecado.
Y es muchísimo. Empezando por una oferta hotelera de lujo en la que se concentra buena parte de la oferta de ocio de la ciudad. Complejos inmensos, provistos de toda equipación, con habitaciones cuidadas en las que no falta detalle y en las que puedes recibir todo tipo de atenciones. Los hoteles son el corazón de Las Vegas. Por citar sólo algunos: MGM, New York, Bellagio, Caesars Palace… o algunas de las nuevas apariciones, como el Cosmopolitan.
Este último abrió sus puertas a comienzos de 2011, en una arriesgada apuesta que llegó en el peor momento de la crisis, cuando el turismo también marcaba unos registros históricos mínimos en este recurrente enclave de Nevada. Para dar esquinazo a lo que entonces era un panorama que generaba mucha inquietud (pese a que la ocupación media en los hoteles nunca bajó del 71%) se apostó por una filosofía a contracorriente: menos importancia al juego y más oferta alternativa. Entonces se creó un nuevo concepto de realidad alojativa, con menos habitaciones, más amplias, con mayores posibilidades y con un precio más asequible; con una fuerte apuesta por la cocina de autor, con reputados chefs, como el español José Andrés Puertas; con la apertura de tiendas de grandes marcas en sus espacios comerciales (Chanel, Louis Vuitton, etc.) … y sobre todo, con una apuesta por el juego más comedida, sin tanto exhibicionismo, sin que las mesas de cartas y las máquinas tragaperras sean el principal reclamo.
Ese es el nuevo Las Vegas, edificios más modernos que poco a poco se cuelan en la gran avenida donde se concentran los principales hoteles de la ciudad. Un nuevo concepto que no da la espalda directamente a lo que ha sido y sigue siendo su esencia pura, sino que modula su propuesta para atraer también a un turismo más sofisticado, a ése que no entiende de crisis. Curiosamente, esta alienación puntual por la renovación del concepto se sustenta también en una de las grandes máximas de Las Vegas, aquella que dice que cuanto más grande y más arriesgada sea la apuesta, más se gana.
En la mañana…
La ciudad amanece casi desierta en sus calles. Lo que hasta altas horas de la madrugada es un concurrir multitudinario de personas que pasean por Las Vegas Boulevard (donde se apostan los principales hoteles) llega a convertirse en un páramo casi fantasmal con los primeros rayos del sol. Apenas unos pocos coches y sólo unos pocos amantes del running que reinan en las calles diáfanas. Hablamos de las siete de la mañana, cuando sólo los establecimientos de 24 horas (farmacias y algún supermercado) tienen vida comercial fuera de los casinos.
En el interior de los hoteles es otro asunto. Allí, aunque también con una notable reducción de personas, la pasión por las apuestas no se detiene en ningún momento. El juego de primera hora de la mañana es para las personas mayores. Esa otra de las imágenes frecuentes de Las Vegas, jubilados que llenan sus botes de plásticos con infinidad de monedas y que pasan horas y horas tentando a la suerte. Y ya se sabe que en la vida real como en las películas, la banca siempre gana. A esas tempranas horas, el ambiente festivo parece tomarse un respiro. No dejan de funcionar las máquinas, no desaparecen las camareras que ofrecen alegremente bebidas, no cesa el ruido del dinero, pero todo se hace al ritmo callado de las personas mayores. Y mientras, apuestas y no tan apuestas señoritas esperan la llegada de posibles clientes que no quieran subir solos a la habitación. Todo puede ser y todo es en Las Vegas. A cualquier hora.
En los hoteles, el ritmo se agita notablemente a las once de la mañana. Decir hotel, claro, es decir en buena parte casino. A esa hora, los jugadores más empedernidos han podido descansar unas horas en sus habitaciones y ya son muchos los que acompañan a los ancianos en las máquinas. También entonces empiezan a despertar las primeras mesas para los juegos de cartas… todo empieza a fluir hacia el apogeo.
Las once de la mañana es también la hora de entrada y de salida de las habitaciones. Para entonces confluyen en una densa marea las miles de personas que se marchan de su aventura en Las Vegas y las otras miles que se aprestan a tomar el relevo en una realidad social que, 365 días al año, parece vivir de manera paralela a lo que ocurre en el resto del mundo. Toda la maquinaria de recepción entra en funcionamiento entonces. El hall de cada planta alojativa pasa a ser por breves horas el corazón de la ciudad. Hasta más de 50 puestos de recepcionistas entran en funcionamiento a esa hora del día en hoteles como el MGM, una de las grandes estructuras de Las Vegas. Allí, situado en uno de los extremos de Las Vegas Boulevard, se suceden algunos de los principales espectáculos artísticos y deportivos que también colocan a esta ciudad norteamericana en primera plana de la actualidad a nivel mundial de forma recurrente. En sus instalaciones, por poner sólo un ejemplo, se celebró en el pasado mes de mayo de 2015 la sonada pelea boxística entre Floyd Mayweather y Manny Pacquiao. Grandes teatros, grandes discotecas y grandes espacios para las actividades deportivas son también parte fundamental de la oferta turística de Las Vegas.
A la par que el juego y una llamada constante al sexo, la oferta de espectáculos musicales y circenses es uno de sus pilares. Allí entran en la rueda constante de la oferta y la demanda algunas de las principales estrellas musicales de ámbito mundial. Lo mismo programan a Tiesto (uno de los iconos de la música electrónica) para la noche de fin de año como agota todas las entradas para su show Motley Crue un miércoles cualquiera, como anuncian próximos conciertos de Celine Dion y Justin Bieber… Si algo puede venderse con cierto éxito, está sin duda en Las Vegas.
El Cirque du SoleilCirque du Soleil
“La gente puede creer que nos propusimos reinventar el circo y que luego simplemente lo hicimos. Pero las cosas no sucedieron de esa manera. Éramos un puñado de locos que querían hacer cosas, y poco a poco, logramos tener una visión de lo que podría ser el circo moderno”. Ésta es un presentación básica que René Dupéré, uno de los miembros fundadores, hace de Cirque du Soleil, sin duda, uno de los grandes atractivos que se perpetúa en Las Vegas.
La compañía canadiense ofrece hasta cinco espectáculos permanentes en distintos hoteles. Desde que llegara al ‘desierto’ en 1993 -13 años después de su creación en Quebec- con la obra ‘Mystére’, Cirque du Soleil ha encontrado en Las Vegas una de las principales vías de negocio que le convierten en la compañía artística más rentable del mundo.
Allí, en los teatros de distintos hoteles, escenifica diariamente hasta cinco propuestas distintas. Todas ellas de notable éxito. Una de ellas es ‘KÁ’, que se estrenó en 2004 y que ahora mismo pasa por ser uno de sus espectáculos más veteranos. Una producción global de más 150 millones de dólares que casi a diario llena un teatro con capacidad para casi 2.000 personas y que fue diseñado específicamente para esta obra por el arquitecto Mark Fisher: escenario hidráulico móvil que a lo largo del desarrollo de la obra (casi una hora y media de actividad) llega a colocarse en casi todas las posiciones posibles: horizontal, vertical, oblicuo; más de 4.000 altavoces colocados estratégicamente para dar más realismo a la sonoridad (muchos de ellos en los mismos asientos) y una estructura que permite que los malabares de los artistas se desarrollen en ocasiones casi entre el público.
KÁ es un espectáculo abrumador, genuino, lleno de vida, de color… la magia circense en su concepto más vanguardista. Se combinan acrobacias, artes marciales, marionetas, humor, música y pirotecnia… todo en perfecta armonía con la propia estructura del teatro para que la función resulte de una fuerza y viveza inolvidables.
En Las Vegas puedes casarte o divorciarte con la misma facilidad que eliges entre un café o té; puedes acudir a los grandes espectáculos de los hoteles como maravillarte con las decenas de exhibiciones artísticas que se suceden en la calle; puedes perderte en su amplísima oferta de ocio y entretenimiento o simplemente elegir que todo eso (o casi) ocurra en la habitación de tu hotel. Si hay dinero, allí todas las fantasías son posibles.