Montessori, educar a personas autónomas y críticas

Javier Lópex

Las Palmas de Gran Canaria —

La filosofía de la polifacética María Montessori pervive en las escuelas canarias un siglo después de su aparición. Algunos centros se han especializado en sus metodologías, útiles también en el trabajo con personas mayores, para combatir el deterioro derivado de las demencias severas. La Escuela Montessori Gran Canaria abrió sus puertas hace apenas cinco años y ahora comienza a extender sus enseñanzas a etapas superiores. La Escuela Montessori de El Toscal, en Santa Cruz de Tenerife, la de El Mae, es un símbolo de las pedagogías alternativas en Canarias, nacida en los años 60 con marcado espíritu disidente a las enseñanzas del Régimen.

El Mae

Llegas al 14 de la calle Castillo, en Vegueta, y te recibe un zaguán del que cuelgan corazones. En una pared se puede leer: “Ésta es nuestra obligación hacia el niño: darle un rayo de luz y seguir nuestro camino.” La frase es de María Montessori y ya anuncia parte de lo que ocurre al otro lado de sus puertas.

Nos recibe un patio frondoso, coronado por una fuente con tortugas, epicentro de una antigua casona de Vegueta, convertida hace cinco años en la Escuela Montessori de Gran Canaria. Aulas amplias rodean este espacio ajardinado, donde niños y niñas se mueven libremente, rodeados de materiales didácticos, libros, juegos. Aquí no hay filas ni pupitres alineados. Hay quienes interactúan, trabajan en pequeños grupos, y quienes se enfrascan en tareas individuales. A primera vista puede parecer un caos, aunque a poco que se observe es fácil percibir que todo tiene su lógica, que cada cual camina según sus motivaciones, en busca de sus respuestas y aprendizajes. Sobre todo, llama la atención el ambiente relajado que se respira, la concentración de los más pequeños en todo lo que hacen, sus ganas de hacer y de estar.

María Montessori nació en Italia en 1870. Con 26 años se convirtió en la primera mujer licenciada en Medicina de su país. Se especializó en psiquiatría, estudió antropología y se doctoró en Filosofía. Contemporánea de Freud, se formó también en psicología experimental. A partir de su trabajo médico con menores con presuntas discapacidades observó que tenían potencialidades que no se habían desarrollado correctamente. Fundó la Casa dei Bambini, donde experimentó su metodología, adaptando la escuela al niño, que se convierte en el protagonista del proceso.

Dácil Martín, psicóloga y directora de la Escuela Montessori de Gran Canaria, explica que optó por esta pedagogía como madre. “Cuando llegó el momento de elegir una escuela para mi hija mayor tenía claro que no quería que fuera como aquellas en las que yo trabajaba”. Martín considera que es la más completa, “en lo curricular y en cuanto a aprendizajes. También en lo personal. Compruebo en mi hija su placer para aprender, para descubrir. Está constantemente buscando cosas nuevas. Aparte, su sociabilidad, la empatía que tiene con los demás, las ganas de cuidar, la sensibilidad, su creatividad...”

Mente absorbente y períodos sensitivos

María Montessori defendía la necesidad de comprender bien a los más pequeños. Para esto, propuso dos aspectos fundamentales a tener en cuenta. Uno, la mente absorbente, que los compara con una esponja que se empapa de todo lo que hay a su alrededor, no solo de lo que se les pretenda enseñar. Esto obliga a tener un cuidado exquisito con el ambiente y con el comportamiento de los adultos. Las educadoras de la Escuela Montessori, explica Martín, “tenemos mucho trabajo personal. Necesitamos estar siempre en calma, tratar con respeto a los demás, porque cualquier detalle va a repercutir directamente en los niños y las niñas.”

La segunda cuestión a tener en cuenta son los llamados “periodos sensitivos”. Se trata, según Montessori, de los momentos en los que cada menor presenta predisposición para realizar un aprendizaje concreto. Estos períodos, asegura, no se producen simultáneamente en todo el grupo de la clase, por lo que es preciso respetar las evoluciones individuales. Los adultos deben ejercer de observadores para detectar los períodos sensitivos y facilitar las situaciones de aprendizaje que a cada niño corresponda.

La pedagogía Montessori podría representarse por un triángulo que reúne las tres variables que considera más relevantes: el menor, el ambiente preparado (el aula con todos los materiales) y un adulto que relaciona al niño con ese ambiente. El adulto deja de ser el protagonista del proceso, papel que corresponde al educando. El docente se convierte en observador, debe detectar las necesidades de cada menor, cuáles son sus intereses y en qué momento evolutivo está para intervenir en consecuencia. Su tarea es facilitar las situaciones de aprendizaje con los materiales correspondientes, posibilitando un aprendizaje natural.

La autonomía del alumnado es otro de los cimientos del método. La independencia y la libertad de elección se trabajan desde el primer día. Desde que son muy pequeños aprenden a seleccionar sus materiales y a trabajar sin depender todo el rato del adulto. Para esto, el material es autocorrectivo, con lo que no necesitan de la revisión externa continua, con la correspondiente repercusión en el desarrollo de su autoestima.

Para fomentar esta autonomía se les entrena en la adquisición de habilidades para ser autosuficientes. A los más pequeños, en vestirse y comer solos. Progresivamente se van responsabilizando de la limpieza del aula, del cuidado de las mascotas, lavan los platos y ponen lavadoras. En la Montessori Gran Canaria, cada día un grupo de menores se encarga de elaborar pan para el centro. Los grupos de mayores asumen la organización de sus excursiones, concertando las citas, pidiendo presupuestos y buscando fórmulas de financiación. Lo que el colegio pretende, afirma Dácil Martín, es “prepararlos para la vida.”

Con todo, hay muchos de los elementos de esta pedagogía que la escuela tradicional ha ido asimilando. En Canarias, sobre todo, a partir de los años 70 a través de los movimientos de innovación educativa. El trabajo por rincones, repartiendo las áreas de trabajo en distintas zonas del aula, es uno de esos elementos ahora habituales en muchas escuelas infantiles que tienen su origen en la metodología Montessori. También es de su cosecha la adaptación del mobiliario infantil, facilitando que todo el material esté al alcance del alumnado. Otros aspectos que se han generalizado son el trabajo por proyectos y la visión holística del desarrollo del aprendizaje, respetando los intereses individuales.

Un referente en Tenerife

La Escuela Montessori de Santa Cruz de Tenerife es un referente de las enseñanzas alternativas en Canarias. Abrió sus puertas en 1964 de la mano del desaparecido Antonio Castro, más conocido como El Mae, siempre acompañado de Nieves Fernández, su pareja afectiva, profesional y social. En pleno franquismo, este hijo del exalcalde republicano de la capital tinerfeña Sebastián Castro, abrazó la pedagogía de María Montessori “por su carácter revolucionario”, explica el actual director del centro, Manuel Alonso.

Más allá del método educativo, señala Alonso, “está el carácter revolucionario de María Montessori, que es con lo que nos quedamos. Una educación donde los menores piensan, que trabaja para el desarrollo de personas críticas, que facilita el acceso al conocimiento a través de la lectura y la investigación.”

El método en sí, argumenta, “se limita a la etapa infantil y queda obsoleto.” Para etapas superiores se apoyan en Piaget y la pedagogía operatoria, en las metodologías desarrolladas por Rosa Sensat, el aprendizaje por descubrimiento... “Nos preocupamos fundamentalmente del desarrollo de la curiosidad, de la capacidad crítica, que el alumnado conozca la realidad social en la que vive y, sobre todo, del desarrollo de las personalidades individuales”.

En los años 60, es de imaginar, el centro se nutrió de familias inquietas que buscaban una alternativa a las enseñanzas que ofrecía el Régimen. Con la Ley Villar Palasí en vigor, el pequeño centro del barrio de El Toscal no quedó homologado, por lo que su alumnado tenía que examinarse para superar la EGB en el vecino centro Onésimo Redondo. Con la llegada de la LODE, en 1985, la Escuela Montessori de Santa Cruz de Tenerife pasó a ser un centro concertado.

El protagonismo de las familias del alumnado fue siempre importante. Especialmente en conflictos como el vivido con CajaCanarias que, lejos de adaptar los tipos de interés a una empresa con fines sociales, tramitó el embargo de la sede de la escuela. El Mae pasó tres días en huelga de hambre a las puertas de la entidad financiera y, con apoyo de padres y madres, logró que cambiaran las condiciones de sus préstamos y acabara respetando la actividad del centro educativo.

Desde los 80, esta escuela chicharrera forma parte del Plan de Escuelas Asociadas de la UNESCO, una red internacional de centros educativos comprometidos con la educación para la paz, la solidaridad y valores como la igualdad, la empatía, el respeto mutuo.

Antonio Castro, El Mae, falleció en 2014. Su proyecto educativo sigue abierto en el barrio de El Toscal, con Nieves Fernández como titular que, aunque jubilada, continúa colaborando en la biblioteca del centro con el Plan de Lectura. En la actualidad, 309 menores, de entre 3 y 16 años, llenan sus aulas.

Montessori para la tercera edad

Mar Elisa Díaz, psicóloga de la residencia geriátrica de Los Silos, en el Noroeste de Tenerife, lleva más de cinco años aplicando la filosofía Montessori en su trabajo con personas mayores que padecen demencias avanzadas. Las terapias no farmacológicas no le daban los resultados deseados, por lo que inició una búsqueda que le llevó a esta aplicación geriátrica de la metodología, a través de la Fundación Matia de San Sebastián.

El método Montessori se aplica al trabajo de demencias avanzadas, tipo alzheimer, para contrarrestar el deterioro cognitivo, los problemas de conducta y la desorientación. Al igual que en la educación infantil, presenta espacios controlados, muy ordenados y tareas simples. “Se les da la oportunidad de realizar tareas simples, sobre todo manipulativas, imprescindibles para ejecutar actividades de la vida cotidiana”, explica Díaz. En éstas, puntualiza, “es muy importante que cuenten con un amplio margen de éxito, para reforzar la autoestima y que no generen frustración.”

Díaz ha comprobado que, a través de los talleres Montessori, personas con demencia severa han reducido la irascibilidad y sus inseguridades. “Ayuda también a mantener las habilidades básicas: vestirse, comer, abrir puertas”, afirma. Para ello, utilizan materiales de la vida cotidiana, “este método deja de usar materiales infantiles y se presenta de forma abierta, para poder jugar con la complejidad, adaptándolo a cada persona, a sus intereses y evolución.”

Mar Elisa Díaz aplica la metodología Montessori con las 32 usuarias del centro geriátrico tinerfeño, concentrándolos en grupos de 5 mayores, con los que ha comprobado que fomenta la organización y sus rutinas, combatiendo así la desorientación, habitual en pacientes con demencia.