Los 'pinitos' del turismo en Gran Canaria
El turismo en Gran Canaria no empezó en la playa de Las Canteras en los finales de los años 40 y principios de los 50, ni en San Agustín en los años 60 del siglo XX. La llegada de visitantes fue realmente a mediados del siglo XIX, y tuvo como primer escenario la futura zona de Ciudad Jardín de Las Palmas de Gran Canaria, con la inauguración del Hotel Metropol en 1889, y el Santa Catalina en 1890. Pero la zona que tomó fuerza como eminentemente hotelera por esos años fue el Monte Lentiscal y la Villa de Santa Brígida, en donde se construyeron el hotel Bella Vista, de la familia Quiney abierto en 1892 y el primitivo Santa Brígida, inaugurado en 1898.
Los ingleses adinerados fueron los primeros visitors, y por esas fechas los marineros los pioneros del fútbol, enseñando a los trabajadores de la colla del recién inaugurado Puerto de La Luz a jugar con una cosa redonda que llamaban ball, y que luego los cambulloneros lo tradujeron poco a poco como balón.
También los ingleses fueron iniciadores de un turismo de salud, porque venían muchos a curarse de sus enfermedades bronquiales, tuberculosis, asmas, reumáticas, cutáneas, en el excelente clima de El Monte y Santa Brígida; eran los años de las propiedades beneficiosas del agua, de las brisas marinas, y los médicos recomendaban los baños en las playas de Gran Canaria.
Pronto surgieron otras instalaciones más modestas, como las pensiones Los Frailes y Victoria, y la Fonda de Santa Brígida, y alrededor de estas se organizaban paseos a caballo, que incluían las vecinas bodegas de El Monte, el pago alfarero de La Atalaya, la Caldera de Bandama, San Mateo y Teror, se llegaba a Tejeda, y algunos comenzaron a acercarse a la playa de Las Canteras a tomar baños de agua salada, en esa época una zona solitaria y con apenas algún bar para tomar un refrigerio adonde llegaban los chonis en tartanas desde El Monte o Ciudad Jardín.
Pero no hay que olvidar a la importante colonia inglesa de comerciantes que contribuyeron al desarrollo del turismo, en los hoteles Santa Catalina y Monopol, en los del Monte Lentiscal y Santa Brígida, y en su aportación al fútbol y al golf. Nombres como los Blandy, Wood, Swanston (que dio el nombre al jabón suasto), la compañía Elder y Dempster, Alfred L. Jones, y muchos otros ingleses que se afincaron en Gran Canaria y que fueron también los impulsores del primitivo turismo. Y entre tanto tuberculoso y millonario inglés organizaron pronto la fundación de un club de golf, el primero de España. El 17 de diciembre de 1891 se creó el de Bandama. Así, la colonia inglesa entre el fútbol que mayormente practicaban en las zonas de Ciudad Jardín y el golf, ya disfrutaban de sus deportes que con el turismo de salud llenaban sus largas estancias en Gran Canaria, aparte de las fiestas organizadas en el Metropol y el Santa Catalina.
A principios del siglo XX se inauguró una nueva fonda en Santa Brígida, la Fonda Melián, propiedad del popular Pancho Melián Cabrera, gran cocinero que daba de comer una gastronomía canaria y nacional de altos quilates, hasta el punto que no sólo era frecuentada por ingleses y otros extranjeros, sino por canarios los fines de semana. Las fondas El Porvenir, y la de Medina, también se convirtieron en parada y fonda, nunca mejor dicho, de ingleses y turistas de otras nacionalidades, y los botánicos franceses Charles Josep Pitard y Louis Proust eran asiduos y grandes gourmets que elogiaban la excelente cocina de la fonda El Porvenir.
Un poco antes de estas inauguraciones hoteleras, llegaron a Gran Canaria científicos como Leopold von Buch, naturista famoso, que se estableció un tiempo en una fonda en la calle Triana para estudiar la geología de Gran Canaria, o más tarde el antropólogo René Verneau, y viajeros como Herman Christ, Olivia Stone, Richard F. Burton, y otros muchos más tarde como Agatha Christie, que dieron a conocer a todo el mundo las excelentes condiciones climáticas de Gran Canaria. La excelente escritora inglesa estuvo en el mes de febrero de 1927 hospedada en el hotel Metropol con su hija y su secretaria, y frecuentaba el British Club, el campo de golf de Bandama, y se daba unos buenos baños en la playa de Las Canteras. Hasta tuvo tiempo para escribir una novela de un crimen misterioso acaecido en Agaete.
Si les digo que de toda esta época no me acuerdo de nada en absoluto, comprobaran que no soy un centenario, más bien un abuelo cebolleta. Mis vivencias muy directas arrancan mucho después, a finales de los años 50, cuando la calle Ripoche y el Santa Catalina Park, con Las Canteras, se van convirtiendo en el epicentro turístico de la Muy Noble Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, que decía el inolvidable Pedro Perdomo Acedo, mi primer director en el entrañable Diario de Las Palmas, en su artículo diario muy leído y añorado. Un Diario que me van a permitir reseñe, que aparte de Perdomo Acedo, estaban periodistas entrañables como Antonio Lemus, Luis García Jiménez, Fernando Díaz Cutillas, José Ferrera Jiménez, Gregorio Martín Díaz, Orlando Hernández, y otros inolvidables.
En Ripoche Street, dominado todavía por los ingleses, surgió el primer hotel del Puerto de la Luz, el Hotel Rayo, que además tenía un bar de paso obligado para quienes en los años 50 presenciamos los partidos de la Unión Deportiva Las Palmas en el Estadio Insular. En ese caso mi padre, después del peloteo futbolero, se hacía su cena con los amigos de la compañía Transmediterránea y Aucona, Agustín Millares Sall, José María Millares Sall, Vicente Doreste Medina, Gabriel Trenzado, Juan Carballo, Pepe Domínguez, Enrique Robledano, y otros muchos que no fallaban a un partido del equipillo amarillo.
Recuerdo que en el bar me tomaba unos rebozados, unas croquetas, y una “ensaladilla nacional” (no se podía decir rusa, que Franco se enfadaba), con un baya/baya o un nik. En algunas ocasiones mi padre prolongaba sus visitas barísticas a Las Norias, Juan Pérez, y Aquí te espero, entre otros, y mi madre le decía siempre: “Felo, no vengas tan tarde con el niño”. Mi abuela Maye, que vivía en el piso de arriba, me preguntaba si había cenado algo, si quería algún bocadillo, y le decía que no, muchas gracias, porque estaba realmente atiborrado/aboyado de taperío y refrescos y tal. Cosas de las madres y las abuelas, que ahora a mis años estoy viviendo muy de cerca con mis cuatro nietos.
De 'Ripoche Street' a las calles del Puerto
Poco a poco el turismo de la capital grancanaria se va trasladando de la zona de Ciudad Jardín, con los hoteles Santa Catalina y Metropol como referencias principales, hacia el Puerto de La Luz, primero a Ripoche y el Parque Santa Catalina, con el Hotel Rayo como el más lujoso de la zona del parque, y más tarde evoluciona hacia la playa de Las Canteras. Surgen las primeras residencias por las calles Juan Rejón, La Naval, Ferreras, y a finales de los 50 el Costabella, ubicado en el Club Victoria, y Las Cuevas se convierten en los dancing a donde los canarios van a ligar a las chonis mayormente suecas.
Desde el punto de vista urbanístico sería los principios del siglo XX los que verían el primer crecimiento en esta nueva zona de la ciudad, con construcciones marginales entre La Puntilla y la Playa Chica, en la mayor parte de los casos como segundas residencias vacacionales, aunque por esos años todavía no surgen hoteles en la playa de Las Canteras. Al contrario, muchas residencias de algunos vecinos del Puerto que comenzaron a construir y emigraban hacia el barrio de Guanarteme.
Por el Club Victoria, por La Puntilla, comenzó a desarrollarse un turismo inicialmente incipiente y luego más desarrollista. Recuerdo que allá por 1955/56, las chonis suecas en bikinis eran el gran asombro de los jóvenes y mayores, y me veo con José Domingo Morales (en paz descanse), José Juan Cardoso, Pepe Ayala, Paulino Jorge Fernández, observando con unos prismáticos a dos espléndidas suecas tomando el sol tranquilamente en bikini top less por los barquillos de La Puntilla, hasta que llegó el cabo Medina, más tarde sargento, y les indicó que tenían que “taparse” las tetas.
Pero las suecas se negaron en redondo con gran cabreo de Medina, y sería Pacuco Jorge, el que fuera gran futbolista del Victoria, el que intercedió y convenció al guindilla para que dejara tranquila a las dos turistas. Sería en 1959 cuando en una ocasión Rafael Mújica, gran jugador del Victoria, Atlético de Madrid y Unión Deportiva Las Palmas, convenció al portero de la sala de fiesta Costabella, en los bajos del Victoria, para que me dejase entrar. Aunque ya tenía pantalón largo –en aquellos años los niños íbamos de corto- no tenía la edad y el portero era inflexible, pero Rafa Mújica “pesaba” mucho y pronto me vi bailando con una sueca que tenía casi la edad de mi abuelo, al son de la música que tocaba el pianista Rafael Carlos Cordero, que era un gran amigo de mi padre y me miraba asombrado de mi incursión tempranera a un dancing.
Volviendo al asunto/trasunto turístico historicista, unos años más tarde, en los inicios de los 60, la zona que va desde la Playa Chica hasta Punta Brava, en donde está blanca y sugerente la casa de Manolo Padorno (descanse en paz) y Josefina Betancor, mi gran amiga, se desarrollan construcciones sin planeamiento específico. Nace el hotel Gran Canaria, un auténtico mamotreto que le da sombra muchas horas del día a la playa, los apartamentos El Charcón, y otras edificaciones en la calle Fernando Guanarteme. La popular Plazoleta de Farray se fue haciendo con mucho más jolgorio, y se produjo la inauguración del bar Eminencia en 1950, primogénito de la zona, hoy día propiedad de los hermanos José y Juan Cabrera; el bar Tico Tico, el 555 de los hermanos Alberiche, y a donde iba con frecuencia con Nanino Díaz Cutillas años más tarde, mientras que por entonces se van ampliando los planeamientos de la calle Luis Morote y aledaños del Reina Isabel, de Guanarteme hasta la Iglesia del Pilar.
En el año 1964 se inicia el turismo en el Sur de Gran Canaria, y desde entonces la playa de Las Canteras pasó a segundo plano. El 29 de febrero de ese año, el octavo Conde de la Vega Grande, Alejandro del Castillo y del Castillo, puso la primera piedra de La Rotonda, cerca de Morro Besudo y mirando hacia el sur, la Punta del Tío López. A esta inauguración fui con Luis García Jiménez, mi jefe por entonces en el Diario de Las Palmas (al irse Antonio Lemus a trabajar a Madrid), y el fotógrafo Fernando Hernández Gil. Acontecimiento social inolvidable, de gran importancia, al que asistieron las primeras autoridades de la isla.
Luis hizo una información de una página, con fotos, y a mí sólo me encargó poner los pies de las imágenes de Hernández Gil, y me dijo escuetamente: “Te mandé venir para que vayas espabilando”. En realidad disfruté de “estar” en el nacimiento turístico del sur, y además de un buencomistraje servido por la Escuela de Hostelería del Cabildo Insular de Gran Canaria con su director al frente, Manuel Moret, y que consistió en un consomé Rotonda, una suprema de lubina Maspalomas, un tournedó San Agustín, regado todo con Vino del Monte,biscuit glacede postre, y una taza de moka.
Por entonces no salía La Provincia, y en el viejoDiario la redacción de deportes estaba formada por Antonio Lemus, antes de irse al As de Madrid, Luis García, Nanino Díaz Cutillas y el que suscribe haciendo mis pinitos, hoy día denominados becari@s, pero como habíamos pocos periodistas y auxiliares de redacción, hacíamos de todo: deportes, información general, y en mi caso incluso cultural, porque toda la actividad de Latitud 28, que dirigía desde el clandestino Partido Comunista Tony Gallardo en el Club Victoria, intentaba publicarla en notas y reportajes culturales. Recuerdo unas palabras de Luis, que trasladó a su reportaje informativo, “el sur será con el tiempo el futuro cónclave del turismo en Gran Canaria”. Y me añadió en plan privado para mis caletres: “Y tú querida playa de Las Canteras pasará a segundo plano”.
Como el turismo iba aflojando en Las Canteras poco a poco, por esos años me viene a la memoria que con los amigos del Victoria nos fuimos a pasar una Semana Santa en San Agustín, cuando ya se estaban construyendo los primeros apartamentos, Nueva Suecia y Los Caracoles, pero nosotros en plan muy popular y tales y cuales instalamos una caseta/toldo en la playa y pasamos unos días inolvidables pescando, haciendo asaderos, jugando al fútbol, y llegando hasta la Viuda de Franco, el único bar existente en la zona, en donde nos proveíamos de agua y cervezas.
La Viuda de Franco era una parada para que los viajeros tomaran un ágape en el coche de hora que luego seguía para Mogán, por una polvopistainfernal. De ahí hasta el Faro de Maspalomas todo era un erial, dunas, y tomateros en donde trabajaban l@s aparcer@s. El primer hotel que se construyó en 1966 fue el Folias, en San Agustín, y así empezaron a llegar los vuelos charter, el turismo de masas, y aunque todavía no había el TI (todo incluido), se inició con la media pensión (MP).
En los años 70 comenzó el desarrollismo franquista, las construcciones en masa, la época dorada del ladrillo, y la Playa del Inglés se convirtió en Sodoma y Gomorra a donde los jóvenes canarios íbamos a vengarnos de las costumbres pacatas que imponía el Obispo Pildaín Zapìaín que decía que darle un beso a la novia era pecado y tal. El Sur crecía desaforadamente,guiris que se atracaban de alcohol, apartamentos unos encima de otros, discotecas de dudosa nocturnidad y alevosía, y los campesinos desertaban por miles de la agricultura para convertirse en camareros que ganaban el triple o más que en la tierra.
Son recuerdos imborrables del turismo, en los años 50 en la playa de Las Canteras, y en los 60 en el sur de Gran Canaria.