El principio del fin de la 'era Obama'
El próximo año la presidencia del primer presidente afroamericano de la historia de Estados Unidos llegará a su fin. Los ocho años de presidencia de Obama tendrán su punto y final en noviembre de 2016 y los demócratas ya maquinan para la elección de su próximo candidato. Una elección en la que la ex primera dama, y esposa de Bill Clinton, Hillary Clinton, cuenta con muchas papeletas en la línea de salida.
Uno de los grandes logros que se le podrán atribuir al actual presidente es la extensión del seguro médico gratuito a los estratos más desfavorecidos de la población del país. En Estados Unidos no existe un sistema de seguridad social como el que conocemos en España y en parte del resto de Europa. Las personas sin trabajo e incluso algunas aún con empleo, tienen que desembolsar de su propio bolsillo una asistencia sanitaria con unos costes en muchos casos desorbitado.
Pero aunque al otro lado del Atlántico lo que pueda parecer más lógico y coherente tomando como referencia el modelo de atención sanitaria europeo no tiene por qué interpretarse del mismo modo en un país tan extenso y diverso como lo es los Estados Unidos de América.
No aceptan como bueno este programa destinado a ampliar la cobertura sanitaria básica a los más necesitados de la sociedad gran parte del partido republicano, que desde el nacimiento de la medida han intentado su no aprobación a través de todos los métodos posibles. Ahora, y una vez el ObamaCare ha conseguido sobrevivir a un sin fin de escollos y comienza su verdadera implementación, algunos de los candidatos republicanos aprovechan para hacer campaña y prometer a sus futuros votantes que eliminarán “todas las palabras” del Obamacare, si consiguen ganar las elecciones.
Todo eso sucede en el país con el PIB más alto de todo el mundo. Una nación que roza los 320 millones de habitantes y en el que cerca de 45 millones no tienen acceso a cobertura sanitaria gratuita.
El fin del distanciamiento con Cuba
En las últimas semanas, dos acontecimientos históricos se han sucedido en el país, uno de cara al exterior y otro doméstico, que supondrán importantes cambios en cómo las cosas funcionabas hasta el momento. El primero de ellos ha supuesto el desbloqueo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, bloqueadas hasta el momento y con las relaciones diplomáticas entre los dos países en stand by desde hace 53 años, coincidiendo con el fin de la Revolución Cubana y la llegada al poder de Fidel Castro.
Su hermano Raúl Castro, quien ahora ostenta el poder, se dirigió a la nación para anunciar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países pero haciendo especial hincapié en que lo “principal” aún no se ha resuelto. De esta forma se refería Castro al bloqueo económico, comercial y financiero que, asegura, provoca enormes daños a Cuba y por ello debe terminar.
El presidente Obama reconoció en una conferencia de prensa que el aislamiento a Cuba no había funcionado y que era necesario recuperar las relaciones con la Isla al igual que se hizo años atrás con China y Vietnam: “No podemos continuar haciendo lo mismo que durante 50 años y esperar un resultado diferente”, sentenció el presidente.
La última semana de junio Estados Unidos dio un paso más en su intención de normalizar relaciones anunciando a través del Departamento de Estado la salida oficial de Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo. Así, el 20 de julio reabrió la embajada cubana en la capital estadounidense con el simbólico acto del izado de la bandera de Cuba.
También La Habana presenció cómo su embajada de Estados Unidos reabría el pasado 14 de agosto con la presencia del secretario de Estado John Kerry. La visita de Kerry a la isla supuso el fin a los largos 70 años en los que ningún secretario de Estado se había dejado ver por territorio cubano.
Sin embargo, estos primeros esbozos de reconciliación no acaban de convencer a la parte cubana que sigue pidiendo una normalización total que suponga el fin del embargo económico al que Estados Unidos somete a Cuba desde 1962. Guantánamo se convertirá sin lugar a dudas en una de las patatas calientes de la negociación entre ambos países. La cárcel de alta seguridad que es utilizada por Estados Unidos para personas acusadas de terrorismo, a raíz de los atentados del World Trade Center del 11 de septiembre de 2001.
El centro de detención está instalado en territorio cubano, concretamente en la bahía de Guantánamo. El propio presidente anunció que trabajaría por su cierre tras su primera elección en el año 2009. Y es que las numerosas revelaciones públicas de torturas y tratos inhumanos que han sufrido algunos de los reclusos consiguieron un gran movilización de la sociedad civil que lograron enrojecer a la administración estadounidense. Sin embargo, y pese a la intención declarada de Obama de decretar su cierre, en la práctica no ha resultado tan fácil su materialización. El bloqueo de los republicanos en el Congreso norteamericano ha evitado varias veces que la administración Obama pueda destinar fondos al traslado de recursos.
A pesar de estos obstáculos, durante los años de su mandato el número de reclusos del penal ha pasado desde los 800, a los 116 actuales que mantiene en la actualidad, según recoge la agencia Efe.
Acuerdo entre las potencias e Irán sin el beneplácito de Israel
Otro embargo comercial y bloqueo a un país, esta vez al otro lado del Atlántico, también ha presentado visos de acercamiento durante la segunda legislatura de Barack Obama. En el caso de Irán, su programa de enriquecimiento de uranio era el principal escollo que enfrentaba a ambos países desde años atrás. Todo comenzó tras la proclamación oficial de la República Islámica de Irán, acontecimiento que vino sucedido por la toma de 52 rehenes en la embajada de Estados Unidos en Teherán. El secuestro duró más de un año y desde entonces las relaciones entre ambos países pasaron a estar en cuarentena.
La elección de Hasan Rohani en 2013 como nuevo presidente de la República Islámica marcó un antes y un después en los maltrechos lazos que aún mantenían Washington y Teherán. A pesar del apoyo “incondicional” que EEUU brinda a su socio Israel, y también a pesar de que este tiene a Irán como uno de sus enemigos más acérrimos en Oriente Medio, en noviembre de 2013 saltó la noticia de que Estados Unidos (dentro de la una coalición junto a Francia, Alemania, Rusia, China y Reino Unido) e Irán habían alcanzado un preacuerdo sobre el programa nuclear iraní ).
Un controvertido asunto que ha mantenido en vilo a los líderes de las potencias mundiales ante el desconocimiento y la desinformación en torno a este programa. Mientras las fuentes oficiales insistían en que el programa de enriquecimiento de uranio en las plantas del país respondían exclusivamente a fines pacíficos, las imágenes del entonces presidente, Mahmoud Ahmadinejad, posando en la presentación de diferentes avances en los programas de enriquecimiento de uranio hacía saltar la señal de alarma en el resto de potencias nucleares ante la posibilidad de que Irán estuviera tramando hacerse también con una bomba nuclear.
Las relaciones diplomáticas entre ambos países, rotas desde 1979, volvieron a retomarse el pasado 2013 con una llamada telefónica entre ambos presidentes. En noviembre de ese mismo año se anunció el primer acercamiento para proceder con un primer acuerdo que tratase el congelamiento del programa nuclear iraní.
Ya en abril de este 2015 los países miembros de la negociación anunciaron un principio de acuerdo destinado a la reducción de enriquecimiento de Uranio por parte de Irán, que a cambio vería poco a poco una reducción de las sanciones y bloqueos internacionales a las que está sometido el país tras salir a la luz su controvertido programa nuclear.
Una decisión histórica
En un ámbito más doméstico, pero que consigue colocar a Estados Unidos en el club de los más avanzados en el reconocimiento de estos derechos, cabe mencionar la declaración por parte de la Corte Suprema de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo . Hasta el pasado 26 de junio, fecha en la que se dio a conocer la decisión de la Corte Suprema, las personas del mismo sexo podían contraer matrimonio en un total de 36 estados, más el Distrito de Columbia, de un total de 50 que forman el país.
La Corte Suprema de Justicia declaró entonces, con una ajustada votación con 5 votos a favor y 4 en contra, que prohibir este tipo de uniones viola la constitución del país, validando así estos matrimonios en los 14 estados restantes. “Hoy podemos decir que Estados Unidos es una nación un poco más perfecta”, declaró Obama pocas horas después de conocerse la noticia.
Estados Unidos se suma al completo ahora a la lista inaugurada en el año 2000 por Holanda de países en los que es legal el matrimonio homosexual. Una lista en la que también figura España, Canadá, Portugal, Sudáfrica, Brasil, Argentina o Francia entre otros.
En un país tan diverso y con tantos contrastes como lo es Estados Unidos, una decisión de este calibre no contentó tampoco a todos por igual. Mientras miles de personas se concentraban en muchas ciudades y la Casa Blanca se teñía de los colores de la bandera del orgullo para celebrar semejante hito, algunos de los candidatos a las elecciones para encabezar la candidatura republicana en 2016 se apresuraban a criticar la decisión de la Corte. Este es el caso del Senador por Texas Ted Cruz. Cruz aseguró que no le gustaba que cinco jueces impusieran una decisión a 320 millones de personas.
Una reforma migratoria parada por los tribunales
Como también sucediera con la reforma sanitaria y la extensión del matrimonio homosexual a los 50 estados del país, la reforma migratoria impulsada por la administración Obama se ha visto parada de igual forma por los Tribunales estadounidense.
La medida aprobada por el presidente en diciembre de 2014 estaba destinada a encauzar la situación de cinco millones de personas que viven en el país de manera “irregular”. El pasado mes de marzo, un juez de la Corte de Apelaciones de Nueva Orleans decretó la suspensión temporal de su entrada en vigor a petición de un total de 26 estados capitaneados por el Texas y una treintena de alcaldes de todo el país que se sumaron a la petición.
Tras conocer la decisión del Tribunal de Nueva Orleans el presidente declaró que seguiría “luchando agresivamente” para sacar adelante esta ley. Una reforma que supone un “alivio” para 5 millones de residentes en estados unidos del total de 11 millones de residentes indocumentados que hay en el país. La intención de la Administración Obama a través de este plan era regularizar la situación de aquellos padres residentes en el país y que tuvieran hijos con ciudadanía estadounidense y también a los residentes permanentes que estuvieran en disposición de acreditar que han residido en el país desde antes de enero de 2010 siempre que carecieran de antecedentes criminales.
Este conjunto de población que decidió llegar al país en busca del sueño americano residen mayormente en Nevada, California, Texas, Arizona o Georgia entre otros, según datos de 2010 del Pew Hispanic Research Center. Muchos de estos residentes indocumentados proceden de México y de otros países de América Latina que ahora esperan como agua de mayo para que se resuelva la situación de la nueva norma en los tribunales de justicia.
Precisamente, a los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos se dirigió de forma despectiva hace unos días Donald Trump, el multimillonario empresario mediático que además es candidato en las primarias del partido republicano en las que se elegirá al representante de ese partido para concurrir a las elecciones presidenciales.
Entre otras lindezas, el día de la presentación de su candidatura declaró sin apenas sonrojarse que se debería de levantar un muro en la frontera que separa a Estados Unidos de México. A los vecinos del sur se refirió asegurando que “manda a su gente, pero no manda la mejor. Está enviando a gente con un montón de problemas (…). Están trayendo drogas, el crimen, a los violadores. Asumo que hay algunos que son buenos”.
Esta clase de declaraciones de un personaje público que aspira en última instancia a presidir su país llega justo cuando el propio Obama ha reconocido públicamente que el racismo no está erradicado en Estados Unidos.
El presidente declaró el pasado mes de junio en una entrevista radiofónica que el país “no está curado de racismo; es parte de nuestro ADN”. Estas declaraciones las hizo después del enésimo incidente trágico protagonizado por un hombre armado.
Esta vez un joven blanco de 21 años que abrió fuego en una iglesia negra de Charlestone en Carolina del Sur, con el resultado de 9 personas muertas. Las palabras de Obama llegan también después de una serie de acontecimientos que se han sucedido a lo largo del país y que han tenido como tristes protagonistas a ciudadanos negros, en la mayor parte de los casos desarmados, que han sufrido los abusos de la policía de distintos estados. Echando la vista atrás encontramos casos como el de Freddy Gray, que falleció el pasado abril cuando estaba en custodia policial en la ciudad de Baltimore tras ser detenido en uno de los suburbios más pobres al este de la ciudad.
Sea como fuere, Obama tiene poco más de un año para hacer frente a un problema tan serio como el racismo, reconocido por él mismo pero que al mismo tiempo, y también reconocido por él, sabe que no será cuestión de días: “las sociedades no borran completamente, de la noche a la mañana, todo lo que ha ocurrido en los anteriores 200 o 300 años”, sentenció el presidente.
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