A sus apenas 24 años el portorriqueño Bud Bunny se ha convertido, con millones de visionados y reproducciones de sus temas, en uno de los máximos exponentes del trap latino, ese subgénero del reguetón con influencias del rap que hace furor entre niños y adolescentes, con letras tan sexualmente explícitas como pegadizas. Frente a él y cantantes similares, mujeres como la rapera Patricia Fuentes Kane protestan ante la etiqueta de machismo que se le ha puesto al género. Ellas hacen rap y se sirven de sus ritmos, sus características y peculiar facilidad para transmitir sus vivencias e inquietudes. “El rap para mí” -cuenta- “es poesía social, con un carácter reivindicativo siempre, para luchar contra las desigualdades socioeconómicas, es como una lírica de la que te sirves para poder transmitir lo que te está pasando y cómo te afectan los problemas del mundo. Y sí, a veces podemos hacerlo de una manera tal vez bruta, pero siempre real. Y en mi caso, siempre desde el máximo respeto y con honestidad”. Y por lo que respecta a la falsa acusación de machismo que arrastra el rap, niega la mayor. “En todo caso lo serán algunos cantantes. Porque el sexismo está en las personas, no en la música. Si tú eres machista, a todo lo que hagas le imprimirás ese toque, igual que si eres racista. El rap no es machista” -asevera convencida- “lo son algunos raperos, es decir, hombres machistas que utilizan el rap para ejercer el machismo, como lo ejercen en el resto de las cosas que hagan”.
De raíces canarias por partida doble -abuelas de Gran Canaria y de Tenerife- Kane vive actualmente en Madrid y disfruta a partes iguales de su trabajo como asistente personal y de un proyecto musical que comenzó como una afición y se ha convertido en algo más serio. “Estas dos facetas de mi vida siempre habían estado muy distantes. Para mí, que llevo escribiendo canciones desde los 12 años como hobby la música fue inicialmente una vía de escape, algo que hacía con mis amigos para expresarme y dar rienda suelta a mis emociones. Pero se ha convertido en algo más profesional, sin casi pretenderlo, porque nunca soñé con triunfar en la música. Hoy en día, ambos trabajos están muy presentes y disfruto con las dos de manera diferente”, explica.
Habla de Arianna Puello como inspiradora y referente y reivindica el empoderamiento femenino sin necesidad de hacer de la igualdad de género el eje de su música. “Yo empecé escuchándola a ella y tal vez directamente no empodere a otras, pero está ahí, con la misma fuerza con que están los hombres que hacen rap, y sí que tiene sus guiños hacia la autonomía de las mujeres, aunque la igualdad no sea la espina dorsal de su música, de sus letras. En mi caso, a veces pienso que si solo hablo de lo que viven las mujeres no estoy siendo igual que ellos, que me estoy haciendo un hueco por ser mujer, cuando yo no quiero eso. Yo quiero destacar por mi arte y mi talento. Quiero sorprender con mi música, que nadie quede indiferente. Con respeto. Mi rap se caracteriza por eso. Y estar donde quiero estar, por méritos propios. Reivindico ser lo que quiero ser, sin que me juzguen ni me excluyan. Ser lo que yo quiera, no lo que me asignen otros. Y a veces ni entre las propias mujeres te lo permiten: de hecho, hay feministas que me juzgan por mi forma de vestir, porque se supone que por ser rapera no puedo vestirme femenina”, cuenta. En conclusión, Kane aboga por luchar para que cada mujer pueda elegir quién y cómo quiere ser sin que machistas ni hembristas la rechacen. Ni estar por ser mujer ni dejar de ocupar un espacio al que se tiene derecho por serlo, porque un sistema lo impida o dificulte. “Para mí, la línea está en el respeto -señala- y en la convicción de que nadie es más que nadie”.
Puedo ser lo que quiera
Yo, yo, yo, yo… 2018, cada vez somos más, mujeres activas…
Yo, yo, yo, yo… Empiezo reclamando mi sitio en este lugar, no quiero nada regalado, me lo pienso currar. Amiga, aunque pienses que en la oscuridad no hay luz, aunque intentan pisarnos muestra tu actitud
Puedo ser científica, química, política, te lo digo en verso, te lo digo en mímica
Puedo ser mecánica, dueña de mi casa, ser femenina pero no una nena
Así comienza su último single, y aunque no se considera una rapera feminista, sí es consciente del poder de la música para transmitir valores de igualdad. “Yo siempre he tenido en mis letras guiños hacia las mujeres, hacia la situación real de discriminación que vivimos. Porque en cualquier ámbito que se mueva, una mujer puede notar, más o menos sutilmente, las diferencias de trato. Nunca me he sentido mal por ser mujer, pero sí es verdad que he tenido que luchar con más fuerza o he tenido que hacerme notar más, porque intentan sin querer -o queriendo, no lo sé- desplazarte, dejarte poco espacio. Con todo, yo no me considero una rapera feminista porque el eje de mi música no es el feminismo. Esencialmente soy rapera, y como vivo una situación de exclusión o de diferencia en el arte con respecto a mis compañeros, pues tengo que expresarlo. No hacerlo sería falso. Además, no puedo dejar de hablar de ciertas cosas vinculadas al feminismo porque me impactan. Me impacta la cantidad de mujeres que son asesinadas. Hay tal desorden en las relaciones entre niños y niñas hombres y mujeres que cómo no reflejarlo en mis letras si forma parte de mis preocupaciones. Además, tampoco veo a muchas mujeres haciendo este tipo de denuncia en otros tipos de música”.
Jóvenes y responsabilidad adulta
Muchas adolescentes chicas reconocen el sexismo de las letras de trap y reguetón pero alegan que es una música muy pegadiza y por eso la escuchan. A otros puede irles el rol de macho dominante y con chica a su disposición que reflejan las letras. Los más pequeños tal vez ni perciban el contenido, pues se transmite de forma subliminal. En todos los supuestos, unos mensajes que reproducen estereotipos y patrones de comportamiento sexista a una generación que, con datos del CIS, se muestra más machista que sus padres e incluso que sus abuelos.
Por poner un ejemplo, uno de cada tres jóvenes entre 15 y 29 años, es decir, el 33%, justifica que se controle el horario, la actividad en redes sociales, la forma de vestir e incluso los contactos que mantienen en el mundo real con familiares y amigos sus novias. Con unos padres y docentes que tampoco parecen percibir el sexismo de lo que sus hijos escuchan, los menores de Primaria o Infantil se quedan enganchados por lo pegadizo de la música sin darse cuenta siquiera de lo que cantan, ni de lo explícitamente sexuales o machistas que son las letras.
Ante esta situación, Kane pone el foco de la responsabilidad del impacto del sexismo del trap en la industria y en el mundo adulto. “En mi opinión, el problema y a quiénes hay que pedir responsabilidad, no es a ellos, sino a los mayores, esos artistas, medios de comunicación, productoras musicales, plataformas, sellos discográficos, que dan pie, y hacen posible, que esto, algo tan sexista, tan carente de buenos valores, sea lo que se ponga de moda”.
Con los adolescentes, una llamada al conocimiento y al sentido crítico, a cuestionarse qué quieren ser y qué tipo de vida quieren llevar. “A los más jóvenes, que probablemente no son ni conscientes de lo influenciables que son, les diría que es normal que les gusten las modas. Pero que piensen si realmente se identifican o se quieren identificar con el tipo de vida que transmiten esas letras, una vida que no es real, que es falsa, un espejismo, incluso sucia, que no transmite nada positivo. Y que dentro de que se lo pasen bien con este tipo de música, que la escuchen con la mente abierta y puedan tener una cultura musical más amplia, sin quedarse solo en este género”.
Además, considera importante que la sociedad distinga bien los géneros, para no acusar al rap de lo que no es, sexista. Una etiqueta que se pone con facilidad por ignorancia. “Realmente son completamente distintos aunque tengan una base en común, por los ritmos que se utilizan”, explica. “El rap nace en los años 70 y es poesía de calle, una forma del pueblo de reivindicar sus derechos, pero no de modo sexista. No necesitas ser un gran intelectual para escribir las letras ni tener una voz maravillosa para expresarte y llegar a todo el mundo. En cambio, el trap, que nace en los 90 y muy ligado a barrios donde se trapichea, lo que hace es ensalzar la mala vida, la ambición por el dinero. Es muy sexista, a diferencia del rap, donde se trabaja mucho lo que te ocurre, lo que pasa en tu casa, en tu barrio, lo que no te gusta, lo que te preocupa de la sociedad. El rap es una forma de desahogo y puede sonar muy agresivo, porque en el fondo lo hace gente muy joven que está soltando lo que siente, diciendo cosas que se le pasan por la cabeza y a veces se le juzga mal”.
Cada vez más comprometidas con el cambio
Kane estuvo en Canarias recientemente, invitada por la Asociación de Mujeres Activas (MAS) como ponente en el III Encuentro Mujeres en el Tiempo: Compositoras. Además de ‘rescatar’ del olvido a una de sus compositoras favoritas, venía con su nuevo single en la maleta. “Pero no fue un encargo expreso de la asociación, ya lo había hecho para el Día de la Niña en la Ciencia, por iniciativa propia. La canción se estrenó públicamente el pasado 8 de marzo, en honor a todas las mujeres. Cuando MAS me comentó su evento, les cedí el tema, que pueden poner en aquellos eventos que organicen donde consideren que puede aportar y dar que pensar. El título es Somos más, ya que pienso que cada vez somos más las que estamos concienciadas y comprometidas por la lucha y el cambio. El juego de palabras incluía un guiño a la asociación por su labor y por contar conmigo. Y a MAS les estoy muy agradecida, porque al rap no se le tiene habitualmente en cuenta como género musical a la hora de organizar eventos”, concluye.