Llegó de nuevo a España a finales de los noventa y parece que ha venido para quedarse. Madrid, Barcelona, Las Palmas de Gran Canaria, Tenerife o Donosti son sólo algunas de las ciudades que ya se han ren-dido ante su ritmo rápido, dinámico y cargado de buena energía. Hablamos del renacimiento del fenómeno del swing en España.
El swing es un tipo de música jazz que emergió en los años 20 en EEUU, consolidándose en la década de los años 30. De forma paralela, sus aficionados fueron desarrollando bailes asociados a este estilo de música, como el balboa, el charlestón o el jive, aunque probablemente el más conocido sea el lindy hop. Esta disciplina, bailada en pareja e hija del charlestón, el jazz y otros estilos secundarios, nació en el barrio neoyorkino de Harlem, en los años treinta. Sus orígenes apuntan a una sala de baile frecuentada por afroamericanos llamada Savoy Ballroom. El lindy hop nació cuando los bailarines comenzaron a incorporar a los bailes típicos de la música swing posiciones abiertas intercalándolas con las posiciones cerradas tradicionales de otros bailes, como puede ser el balboa.
Puede que por este motivo, por su carácter enérgico, dinámico y que da pie a la improvisación, se convirtiera en uno de los bailes de pareja más populares entre los jóvenes estadounidenses de los años treinta. Sin embargo, parece no existir un acuerdo entre los expertos sobre el momento exacto donde tanto el swing como sus diversas formas de baile trascienden fronteras y llegan a Europa.
Algunos apuntan a que la llegada definitiva del jazz y sus diversos subgéneros llegó al Viejo Continente debido a los movimientos migratorios propiciados por la crisis de 1929 en Estados Unidos. Según esta vertiente, muchos jazzmen se dirigieron a Europa y a partir de ahí comenzaron a crearse formas de jazz, y más concretamente de swing, autóctonas. Un ejemplo de ello fue el Hot Club de Francia, creado por el maestro del jazz manouche – o jazz gitano – Django Reinhardt y el violinista Stéphane Grappelli. Su legado aún sigue vigente por su gran cantidad de aficionados, entre los que se encuentra el mismísimo Woody Allen.
Tras este primer fogonazo que se perpetuó durante los años 30 en Estados Unidos y Europa, el swing y sus diferentes modalidades de baile se desplazaron a una modesta esquina del panorama musical, dejando paso a géneros musicales de vanguardia y nuevas tendencias de baile en pareja. Sin embargo, el gusto por la música swing siguió vivo hasta la llegada de una nueva ola de músicos y de jóvenes bailarines que quisieron dotar a este género musical de una nueva y longeva vida.
En Europa, los suecos serán los artífices del resurgimiento del swing y del lindy hop como estilo de baile más popular, tal y como afirma Pablo Sánchez, director de la escuela madrileña Big South, “el norte de Europa mantenía una gran tradición y gusto por bailes como el bugui bugui y el rock & roll. A finales de los ochenta, la compañía de baile The Rhythm Hot Shots contacta con Frankie Manning, uno de los padres del lindy hop y bailarín originario de los años 20 en Estados Unidos, para que les enseñe”, explica.
A partir de este momento, los bailes como el lindy hop, el balboa o el charlestón comienzan a popularizar-se en otros países europeos, siendo referentes los países nórdicos y Francia. Para Pablo, la nueva escalada de popularidad del swing atiende a una razón muy lógica: “lo que se recordaba del jazz de los años 30 y el swing era una vivencia muy positiva para la gente. La alegría del swing se contagia, es un ingrediente que tiene. Este sentimiento también fraguó en la nueva generación de bailarines, que querían disfrutar de esta música, de sus bailes y, sobretodo, divulgarlos”.
Por su parte, desde la asociación MadForSwing aseguran que los bailes relacionados con este género musical han triunfado tanto en España porque “en nuestro país siempre ha existido un gran arraigo y gusto por el baile social, como el pasodoble por ejemplo, menos estricto que los bailes de salón, como puede ser el tango”.
Pese a ello, tendremos que esperar a finales de los noventa y principios del nuevo milenio para que el fenómeno llegue a nuestro país, siendo las redes sociales las encargadas de que la fiebre por el swing se contagie de forma definitiva en España. El movimiento comenzará en Barcelona y Donosti, llegando a Madrid unos pocos años más tarde, aunque la verdadera eclosión se produzca, en palabras de los expertos, en 2010. A partir de ahí, el fenómeno del swing y la práctica de las diversas modalidades de baile en España no ha parado de crecer.
Canarias no ha ignorado esta nueva ola del swing, un género musical que recaló en las Islas en dos ocasiones fruto de la casualidad. Kari Fernández, de la asociación Gran Canaria Swing, recuerda haber crecido con Glen Miller y Benny Goodman de telón de fondo en casa de sus abuelos. Su madre aún recuerda los grandes bailes que se organizaban en el Parque Santa Catalina cuando recalaba la flota estadounidense en el Puerto de la Luz, en los que los propios marines traían orquestas que tocaban swing y rock & roll: “estamos hablando de finales de los años 50 y principios de los 60. En esto, Canarias fue pionera con respecto a la Península”.
La segunda casualidad tardará en llegar, concretamente hasta 2012, cuando el destino hizo que el estudiante Erasmus de origen alemán Oliver Braun recalara, tal y como hicieron años atrás los marines estadounidenses, en las Islas. Será en Tenerife donde este joven bailarín de lindy hop decida formar un grupo de aprendizaje de esta disciplina, creando Azotea Swing. A partir de este momento, el gusto y el interés por aprender las diferentes modalidades del swing prendieron como la pólvora en el Archipiélago.
En Gran Canaria, los pioneros en acercarnos a estas disciplinas de baile serán Kari Fernández y Javier Viera, quienes contactan con Oliver en 2014 para organizar un primer taller de lindy hop en el Muelle Deportivo durante los meses de verano. Tras esta experiencia y viendo la gran acogida de la actividad, deciden crear Gran Canaria Swing: “yo venía de bailar lindy hop y jive de los 40’s durante cinco años en Grecia. Junto a Oliver, creamos los talleres, combinados con fiestas para practicar lo aprendido; se convirtieron en un éxito”. Un poco después, un estudiante Erasmus italiano llamado Marco Mazza será el precursor de lo que se convertirá, en 2016, en la asociación Mojo Swing, también en la capital grancanaria.
Aunque tanto representantes de Gran Canaria Swing como de Mojo Swing coinciden en que aún Canarias se encuentra a años luz de la escena de Madrid o Barcelona, sí que afirman que es un movimiento que no ha parado de ganar adeptos desde sus inicios. Actualmente, desde Gran Canaria Swing calculan a grosso modo que en las Islas existen alrededor de 100 profesionales y aficionados regulares y la participación va en aumento.
Este éxito ha estado motivado por la gran actividad que generan las asociaciones: desde talleres para todos los niveles y disciplinas de baile pasando por las jamm sessions, los bailes sociales (swing floor) y los festivales. De hecho, en las Islas se han celebrado recientemente dos festivales de música swing con rotundo éxito: el Mojoswing Festival, celebrado en 2016 y 2017 en Gran Canaria, y el 7Islas Festival, que tuvo lugar el pasado año en Tenerife.
De la mano de Gran Canaria Swing, las Islas también han recibido la visita de expertos como Vlad Razumov, Olina Topsioti, Ilías Kalpakas, Marco Guielmino, Leonora Santoro o C&L Jitterbugs, profesionales de diversas disciplinas de baile que han puesto a Canarias en el punto de mira del fenómeno swing interna-cional.
El motivo de su éxito en las Islas se asemeja al que ya han comprobado las asociaciones de otras grandes ciudades. En palabras de Silvia Montesdeoca, de Mojo Swing, “el swing es un baile muy alegre, desenfadado y que se caracteriza por la improvisación. Esto lo hace asequible, divertido y, en efecto, muy social. También engancha mucho porque invita a mejorar y a aprender nuevos pasos continuamente, para po-nerlos en práctica en la próxima fiesta o baile social”. asegura.
Por otro lado, desde las asociaciones destacan una característica muy singular de los bailes relacionados con el swing que los diferencian de otros bailes de parejas: se trata de bailes no intrusivos, que carecen de algunas connotaciones sensuales o de seducción que sí pueden percibirse en otros bailes de pareja como, por ejemplo, la bachata o el tango: “es un baile con un carácter muy abierto, en el que puedes sentirte libre para improvisar con la música y comunicárselo a tu pareja de baile. Además, es muy libre en cuanto a roles, ya que es frecuente que tanto chicas como chicos bailen indistintamente como leader, (tradicionalmente, un rol asumido por el chico”) y como follower – “seguidor”-, concreta Silvia.
En esta línea, desde Gran Canaria Swing coinciden con sus compañeros en indicar que: “no sólo no está mal visto sacar a bailar a cualquiera, independientemente del sexo de la pareja de baile, sino que es recomendable y casi obligatorio para mejorar y desarrollar un estilo propio”. Una razón más que hace que expertos y entusiastas estén de acuerdo en afirmar que se trata de un baile muy social.
Como vemos, el fenómeno swing en España y concretamente en las Islas no sólo ha revivido sino que además ha vuelto rejuvenecido y con decisión de, por fin, quedarse.