El sonido del despertador interrumpe el descanso de Macarena; la luz aún no entra por los pequeños agujeros de la persiana, pero ya ha llegado la hora de levantarse. Por delante, varias horas detrás de una mesa en la que expone algunos de los trabajos en los que ha empleado varias semanas. Es día de feria y hay que afanarse en colocar en el coche toda la mercancía que llevará al mercado con la esperanza de venderla. Debe hacerlo con mucho cuidado, para que todo llegue en perfectas condiciones.
La historia de Macarena es muy parecida a la de cientos de personas que cada fin de semana siguen el mismo ritual; no en vano, de un tiempo a esta parte, la venta ambulante se ha convertido para muchos en su medio de vida. Detrás de los puestos de una feria o un mercadillo, todo tipo de personas: periodistas, ingenieros, amas de casa o simplemente aficionados a las manualidades, que se han dado cuenta de la capacidad que tienen para crear.
María de la Luz Guillén acude a cada mercadillo de Firgas motivada, a pesar de no vender tanto como quisiera; las horas detrás de su mesa se le pasan tan rápido que estaría dispuesta a acudir cada domingo si el Ayuntamiento así lo decidiera. Cree que es una buena oportunidad para promocionar los productos artesanales “aunque ahora no se vendan, sé que en algún momento tendrán salida; de momento seguiré viniendo porque merece la pena tan sólo por la gente que vas conociendo”.
No sólo el ganchillo, la costura o los abalorios tienen cabida en estos puestos; pasear entre ellos es un bálsamo para los sentidos, donde la creatividad puede palparse a cada paso. Un lugar, en el que los olores de la repostería tradicional nunca faltan y en el que se empiezan a hacer un hueco los famosos cupcakes o magdalenas decoradas, como las llamarían los menos versados en la materia.
Las normas de participación en las Ferias son muy diferentes entre unas y otras. En algunas es obligatorio estar en posesión de un carné de artesano que acredite el desempeño de un oficio con todas las garantías; en otras, una pequeña muestra de productos servirá como criba para poder participar. Las que menos requisitos de participación exigen, simplemente requieren rellenar una solicitud en la que se explica qué es lo que se va a exponer o sencillamente dar el nombre del artesano, sin necesidad de referir cuál es la mercancía con la que se va a comerciar.
Una vez en el lugar en el que se va a celebrar el mercado, el artesano debe colocar sus cosas en una mesa que en muchas ocasiones ha facilitado la organización, con el riesgo que supone que las características del tablón no sean las más apropiadas para la exposición de los productos. En este punto entra en juego la capacidad de los vendedores para lograr que todo se vea de la mejor manera, de la forma más atractiva. Desde cuerdas de la ropa para colgar camisetas o bolsos, hasta alfileres para enganchar los artículos más pequeños al mantel; o tanza para que los objetos sobrevuelen la mesa y llamen más la atención. Todo vale con tal de hacer que las miradas vayan al mismo lugar.
La carpa es otro objeto del deseo. Comprar uno de estos artilugios no está al alcance de todos, así que los organizadores suelen cederlas para su utilización. En el mercadillo que cada domingo se celebra en el Centro Comercial El Campanario en Corralejo, al norte de Fuerteventura, los vendedores sólo deben instalar la lona que cubre la carpa y al final de la jornada descolgarla para que los operarios puedan recogerla. En Firgas, en el interior de Gran Canaria, son los artesanos quienes con ayuda de un operario del Ayuntamiento y la propia concejala del área, los que descargan las carpas, las montan y las vuelven a retirar cuando el mercadillo cierra. Pero esto no es lo habitual. Lo más frecuente es que el artesano ponga su carpa o el organizador disponga todo, de manera que el vendedor sólo tenga que colocar sus cosas en el área asignada, como sucede en la feria que cada mes se celebra en Arucas, también en Gran Canaria.
A pocos minutos para que de comienzo el mercadillo todo debe estar en su sitio: precios bien visibles, bolsas para empaquetar las ventas y sonrisa preparada para atrapar a los clientes. En los últimos tiempos, los compradores se han convertido en observadores que deambulan entre los puestos, más por pasear que por comprar; y los feriantes aguantan durante horas, imperturbables, sin demostrar su aflicción ante la escasa atención que demuestran los clientes por sus productos, tras los que se esconden horas de trabajo que jamás serán pagadas.
Es el caso de Emilia Rodríguez, artesana de Calado Canario con carné de la Fundación para el Estudio y el Desarrollo de la Artesanía Canaria (Fedac) desde hace 12 años. Su experiencia la valora como positiva; pero lamenta que el calado sea una artesanía que “se compra poco y cuando vendemos algo no se pagan las horas que le dedicamos”. Emilia cree que las personas que acuden a las ferias de artesanía son capaces de identificar los productos de calidad, pero “muchos de ellos no pueden permitírselo y nosotros nos vemos obligados a no cobrar lo que realmente deberíamos, teniendo en cuenta las horas reales de trabajo que empleamos en cada pieza. Además estamos hablando de artículos de lujo, no se trata de artículos de primera necesidad y que se puede prescindir de ellos”.
Primeras experiencias
Y si Emilia Rodríguez tiene una amplia experiencia en ferias, Canarias Ahora ha compartido el primer día de mercadillo de Jessica Rodríguez. Esta joven de 26 años estudió periodismo, pero el cierre de la revista en la que trabaja en Madrid hizo que se replantease su vida. Se fue a Londres a perfeccionar su inglés; tras un tiempo allí se dio cuenta que no quería pasar su vida sirviendo cafés y limpiando mesas, un trabajo que le daba dinero pero no le reportaba satisfacciones. Cogió todos sus ahorros y se fue de viaje por Asia. Empezó por India, Malasia, Singapur, y fue adquiriendo artículos de bisutería que poder vender cuando regresara a España.
Su primera experiencia en Firgas la califica como positiva porque “el mercadillo para mí en este caso no era sólo vender; eran los preparativos, los envoltorios en caso de vender algo, la decoración; pero sin duda, lo mejor ha sido conocer gente que se dedica a esto y a la que le puedes preguntar las dudas que te van surgiendo”. Reconoce que iba preparada a no vender demasiado. Cuando llamó a la concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Firgas le advirtieron que en este mercadillo quincenal no se vende demasiado; pero está contenta porque “no ha sido un fracaso rotundo; he vendido algo y he visto que la gente se ha interesado en las cosas que mostraba en mi puesto”.
“Todo el mundo tiene la visión del mercadillo como algo de pueblo o de poca monta; pero yo creo que es porque estamos en la era de la tecnología y de la inmediatez; pero lo rural vuelve a tener un plus”, explica Jessica Rodríguez. Y eso se nota en las ferias; algunas de las personas que se acercan a los puestos reconocen el valor del artesano, que emplea su tiempo en aprender nuevas técnicas que aplicar a su oficio, al fin y al cabo, recuerda esta joven artesana, “la gente no debería olvidar que los pendientes que llevan puestos los hizo una persona”.
La cercanía de los artesanos es un valor añadido de los mercadillos. Herminia Arencibia es habitual en varios mercadillos. Empezó por casualidad porque le gustaban mucho las manualidades y tras realizar varios cursos, un amigo le empujó a vender sus creaciones a otras personas que no fueran sus propios familiares. La anécdota más divertida la tuvo con un turista que se acercó a comprar en su puesto y se dio cuenta de que su cartera se había roto, “ni corta ni perezosa se la pedí y con un trozo de cola de ratón le hice un nudo; él se quedó muy contento porque salió de allí con su cartera prácticamente nueva y sin pagar un solo euro por el arreglo”, sonríe orgullosa.
Herminia está acostumbrada a escuchar todo tipo de comentarios de gente que se acerca hasta su puesto; sabe que muchos curiosean para fijarse en lo que ella hace y posiblemente copiarlo para vender en otros lugares. Lo mismo que sospecha Macarena, que en más de una ocasión ha tenido que escuchar preguntas indiscretas de posibles compradoras, que únicamente buscan descubrir los métodos de costura que utiliza. La crisis ha llevado a muchas personas a hacerse sus propias creaciones, y ahorrarse así, el dinero que supondría comprar el artículo al propio artesano.
La situación económica empujó a Jessica a tomar una decisión que de otra manera probablemente jamás hubiese tomado. “Al final creo que la crisis es una oportunidad; uno se ve mal y tiene que reinventarse de alguna forma y si alguno descubre cuál es su pequeño talento, la crisis te da la oportunidad de explotarlo. Lo difícil no es tener talento; lo difícil es encontrarlo”, afirma muy segura.
“El periodismo me gusta, pero veo que es una batalla que por mucho que la luche no me va a dar más que amarguras; y tengo ganas de hacer algo con lo que me sienta no sólo realizada, sino que me de fruto. Y al final creo que las dos cosas se pueden compaginar”, explica Jessica Rodríguez. Se refiere a la posibilidad de utilizar Internet como trampolín, “es la clave para tener éxito, si tienes noticias de las personas a las que sigues; ves fotografías de las cosas que hace; te ayuda a recordarlo”. “Yo estoy en construcción; ya tengo el dominio y estoy trabajando en esa faceta porque creo que es muy importante”, asegura.
Las redes sociales como herramienta de comercialización
Internet se ha convertido en un gran escaparate a nivel mundial para todo aquel que quiere dar a conocer sus creaciones. Gracias a esta herramienta, el artesano puede controlar todo el proceso desde la gestión y creación de un producto, hasta su venta.
El de los artesanos no ha sido un gremio que tradicionalmente se haya sabido desenvolver con soltura en el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Frecuentemente y con el fin de llegar a mayor cantidad de público, administraciones como el Cabildo de Fuerteventura se esfuerzan en ofrecer a sus artesanos con carné profesional, la posibilidad de acceder a cursos en los que se les enseña a sacar provecho de estas herramientas.
Internet es claro reflejo de un mundo de necesidades satisfechas. Cualquier idea que nos ronde la cabeza podremos llevarla a cabo con sólo un clic de ratón. Y es que la alta velocidad ha propiciado que los usuarios se conviertan en generadores de contenido de calidad, que satisface la necesidad de los más curiosos.
Los artesanos disponen de tres instrumentos a través de Internet que les ayudan a tener una mayor visión: las páginas Web, los blogs y las redes sociales. Un uso acertado de cada una de estas herramientas y la combinación de todas ellas, puede suponer un paso importante a la hora de abrirse a un mercado que cada día crece más en la Red.
Las páginas Web ofrecen al creador la posibilidad de mostrar un catálogo de productos y su proceso de elaboración, además de dar información valiosa para el potencial cliente. Algunos portales Web ofrecen servicios de tienda online, en los que mediante el pago de una cuota anual o por producto, el artesano puede crear su propio espacio de venta segura. Es la forma más económica para llegar a clientes que buscan en Internet este tipo de productos. La otra opción es crear una tienda online dentro de su propia página Web, algo a lo que aspiran muchos; como Jessica Rodríguez, que acaba de empezar en el mundo de la artesanía y mantiene sus ilusiones intactas: “si me pongo a soñar a lo grande me gustaría tener una tienda online, vender y que me permita viajar y escribir; me encantaría poder compaginarlo todo”.
Los blogs en cambio, facilitan que el artesano pueda transmitir sus experiencias; dan un punto de vista más humano a todo el proceso y permite interactuar de forma más directa con los clientes; eso sí, mantener un blog requiere crear contenidos continuamente para satisfacer a los lectores, algo que muchas veces es difícil de lograr; sobre todo, cuando los artesanos no tienen dedicación exclusiva a su actividad.
Aunque, si lo que se busca es establecer un vínculo directo con el internauta, las herramientas más adecuadas son las redes sociales: Facebook, Twitter, Youtube o Pinterest han supuesto una revolución para el movimiento 'hecho a mano' o 'handmade'. Estas redes sociales aglutinan un sinfín de páginas de personas que han descubierto en sí mismas un potencial que desconocían hasta el momento y que no dudan en mostrar a todo aquel que decida asomarse a la pequeña ventana, que la tecnología les ofrece. Lo hacen a través de fotografías e incluso tutoriales, en los que con mayor o menor fortuna muestran en vídeos la forma de realizar las más diversas técnicas de costura, bordado o confección. Una labor de marketing a menor coste, que les abre la puerta a la venta directa de sus artículos, sin intermediarios y sin salir de casa.
El auge del DIY en mercadillos
El paraíso de cualquier costurera es una tienda de telas. Entrar en uno de estos comercios provoca una sensación difícilmente explicable. Tejidos, colocados en hilera en las estanterías como si se tratara de una exposición digna de un museo; los colores llaman tanto la atención, que las pupilas se dilatan a cada paso; y los estampados inimaginables comienzan a dar forma a sueños que sólo unas manos expertas pueden hacer realidad. Ideas, que surgen en ocasiones de la propia imaginación de la costurera, pero que muchas veces provienen de fotografías de Internet que han servido de inspiración. En este punto todo se pone en marcha; tan sólo es necesario Internet para simplificar las ideas, comprar los materiales y ponerse manos a la obra.
El cada vez más conocido DIY (Do it yourself) o 'hágalo usted mismo' ha permitido que desde el lugar más remoto de la geografía mundial, un artesano sea capaz de vender su creación e inspirar a otras personas para que puedan reproducirla. Surgió en los años 70, y en un principio, el DIY estaba ligado a una cultura anticonsumista y antisistema. 20 años más tarde empezó a considerarse un movimiento emergente, sobretodo en Inglaterra donde alcanzó mayores cuotas de popularidad. En la actualidad, es el uso de la tecnología lo que ha favorecido que artistas, creadores y trabajadores, puedan generar productos y contenido de calidad con mayor difusión que los fanzines de quinceañeras, que se editaban en los años 90.
Gracias al DIY, las diferentes técnicas de artesanía atraviesan fronteras. Es el caso del amigurumi, una variación del crochet tradicional importada de Japón, que causa furor porque permite hacer cualquier objeto en tres dimensiones. Pepa Fontes lleva casi un año acudiendo a Ferias y mercadillos; sus amplios conocimientos de crochet y sus ansias por aprender, le llevaron hasta el amigurumi, técnica que domina; y hasta es capaz de hacer sus propias variaciones a los patrones. Ahora ha empezado a utilizar los discos de kumihimo, hechos de espuma firme; con unas muescas, permite crear trenzas de hasta 32 hilos que se usa frecuentemente para pulseras o collares. Es su nueva apuesta, porque desde que empezó se ha dado cuenta que el ganchillo no tiene buena acogida, “los clientes no valoran el trabajo que da el crochet, te dicen que es muy bonito pero luego no compran”, cuenta Fontes. Para ella, “lo mejor de acudir a estos mercadillos es conocer a otros artesanos e intercambiar conocimientos; además, conoces nuevos sitios donde comprar la materia prima y otros mercadillos a los que poder ir a vender tus creaciones”.
Precisamente el precio de los productos es el gran caballo de batalla de los artesanos. Todos coinciden en lo mismo: el comprador valora el trabajo pero no está dispuesto a pagarlo. Esto obliga a buscar la materia prima en lugares más baratos, siempre cuidando la calidad para que el resultado final no se vea afectado. María de la Luz Guillén es una de las que piensa que está vendiendo sus trabajos muy por debajo de su precio real, “el trabajo de punto y picado canario es artesanal; le dedico muchísimas horas y si le pusiera el precio real, no me comería ni una rosca”, asegura con humor. Aún así, no es la única; la inmensa mayoría repite a pesar de los malos resultados, confiando en que algún día su suerte va a cambiar.
El Ayuntamiento de Firgas cuenta con uno de los mercadillos más noveles de Gran Canaria. Lo inauguraron en la navidad de 2011 y desde entonces, una media de 15 artesanos acude cada dos semanas a la plaza de la iglesia a mostrar productos. El técnico de Agricultura y Ganadería del Ayuntamiento de Firgas, Miguel Ángel Chirino, en declaraciones a Canarias Ahora, ha confirmado la intención de hacer un mercadillo más participativo y de más calidad, “buscamos un mercadillo con más cantidad de artesanía y productos de la tierra, porque es la mejor manera que tenemos para dinamizar el municipio”. Para lograrlo, el Consistorio ha planteado la posibilidad de poner en marcha actividades paralelas, que sirvan como llamada a turistas y habitantes de otros municipios.
Que la artesanía llama la atención es una realidad que no sorprende a nadie; pero sin duda, los grandes triunfadores de cada mercadillo y feria y que nunca pueden faltar, son los productos alimenticios. Los puestos de pan y dulces frescos, son los primeros en agotar sus existencias. Una prueba más de que a nadie le amarga un dulce y ante el fiero rugir de un estómago hambriento, pocos se privan de saciarlo con un buen producto de la tierra.
El proyecto 'Huipil'
'Huipil' surge como idea de proyecto en México con el objeto de ayudar a las artesanas indígenas, a comercializar sus productos textiles en mercados en los que las propias artesanas, tienen difícil su acceso. Tras este proyecto se encuentran la canaria Fátima Bravo y la mexicana Daniela Ferrer. Dos personas comprometidas con las causas sociales y ávidas de colaborar en la difusión de la artesanía alrededor del mundo; que se acercaron a la problemática de las artesanas, analizando sus necesidades y tendiéndoles su mano para buscar la mejor solución.
Los primeros pasos los dieron de la mano de la Comisión Nacional del Desarrollo Indígena, mediante su Programa de organización Productiva de la Mujer Indígena (Popmi), quienes a través de asociaciones civiles como Renaces, hacen posible que muchas familias de comunidades desfavorecidas salgan adelante.
La labor de Fátima y Daniela va más allá de proporcionar una plataforma de comercialización. Ferrer en declaraciones a Canarias Ahora ha explicado, que también colaboran en la modernización de los diseños de moda y decoración, “así conseguimos modelos más actuales y evolucionar un poco la tradición en ese sentido; es un proceso mucho más complicado de lo que parece en un principio, porque nos estamos metiendo en su tradición y su cultura. Pero la verdad es que por otro lado, es un trabajo muy gratificante y tremendamente hermoso”.
Por el momento, España se ha convertido en el principal mercado de 'Huipil', donde la empresa ha alcanzado mayores cotas de desarrollo, aunque planean llegar a otros mercados una vez que hayan estructurado la red de artesanas en México. Para conseguirlo presentan los productos con una imagen atractiva que permite entender el trabajo de cada pieza. Aunque su principal valor es el comercio justo, “nosotras acordamos unos precios con las artesanas en las que ellas ganan para su sustento”, manifiesta Ferrer.
Las mujeres artesanas que forman parte del proyecto 'Huipil' son luchadoras, con ganas de avanzar y seguir aprendiendo, “nos unimos a ellas para que este proyecto les permita vivir dignamente”, continúa Ferrer, “la mujer es el núcleo del desarrollo de comunidades; es el eje de crecimiento y enriquecimiento; en definitiva, es el sustento de la educación familiar”.
El objetivo de 'Huipil' es cooperar en proyectos concretos de desarrollo de las comunidades con las que trabajan, y además el de poder organizar programas de capacitación a las mujeres artesanas en México. Internet se ha convertido en excelente plataforma de lanzamiento del proyecto, y las redes sociales el lugar donde se concentra el trabajo de comunicación. Con presencia en Facebook, Instagram, Twitter y Pinterest, han logrado dar a conocer la marca y comunicar el mensaje.
Su próxima meta es la puesta en marcha de una tienda online a partir del mes de mayo que les permitirá llegar a todo el mundo a un menor coste, porque según Ferrer, “para un proyecto que comienza como el nuestro, pensar en una estructura de venta tradicional es costoso y nos resultaría muy difícil”.
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