Tenerife: paraísos escondidos de arena negra

Son auténtico oro negro en el litoral del valle de La Orotava, paraísos escondidos de arena negra que sobreviven al margen de ruidos mecánicos, de bocinas y de humos. Son las cuatro playas vírgenes más importantes que aún se mantienen en buena forma en la costa de la comarca del valle de La Orotava (en el norte de Tenerife), cuatro joyas que se reparten los municipios de La Orotava y de Los Realejos, el primero al este del valle, mirando a Santa Cruz, y el segundo al oeste, más cerca del macizo de Teno. En el centro, como una cuña, Puerto de la Cruz.

Aunque parezca mentira y a pesar de los intensos procesos urbanizadores propiciados por el crecimiento económico de los últimos decenios, lo que ha sido posible tras la implantación del modelo turístico de masas en Canarias, el valle de La Orotava encierra en sus entrañas cuatro joyas aptas para el baño que son playas con sello autóctono. Se trata de las áreas conocidas como el Ancón y Los Patos, en La Orotava, y La Fajana y Rambla de Castro, en Los Realejos.

En todos estos casos, las playas se ubican en espacios que han sorteado la virulencia del crecimiento urbanístico en el litoral y que han permanecido al margen de la acción destructiva del hombre y de sus proyectos, sobre todo por la defensa que los lugareños han hecho acerca de la necesidad de preservar estos espacios vírgenes, lucha social y colectiva que ha sido intensa, continua y dificultosa.

En la actualidad, las dos secciones de costa que albergan esas cuatro playas pertenecen a espacios protegidos, aunque con diferente grado. En el caso de La Orotava, las playas se hallan en la zona de protección especial agrícola de El Rincón, una plataforma con un paisaje rural inigualable y con ricas tierras de cultivo, sobre todo de platanera, huerta y frutales, mientras que el área de Rambla de Castro sí es un paisaje natural protegido, uno de los tantos que por fortuna existen en las islas y que ahora son gestionados por los cabildos.

Las cuatro playas tienen gran parecido formal y de constitución. Todas son de arena negra, abiertas, excavadas en el acantilado o en terrazas de barranco y, lo que es muy importante, todas son naturaleza pura, tranquilidad, silencio y serenidad. También todas son aptas para la práctica del nudismo.

A las playas de La Orotava se accede desde la primera entrada de la TF-5 hacia Puerto de la Cruz, para lo que hay que tomar en ese cruce dirección hacia El Rincón. Por la vía local que lleva a ese conjunto de viviendas y a la más conocida playa del Bollullo, se llega sin problema al acceso a pie que conduce a la arena seca de las dos playas naturales. La más cercana al Bollullo es la de Los Patos, y la que está debajo del acantilado que separa La Orotava de la localidad Santa Úrsula, la del Ancón, también conocida en este otro municipio con el nombre de Santana.

Al Ancón, Los Patos, La Fajana y Rambla de Castro, y esto hay que tenerlo claro, no se llega en coche. El automóvil se queda en el asfalto más cercano y lo demás es pateo por senderos rodeados de naturaleza, y así hasta que asome el mar, la arena, los acantilados y los depósitos de materiales con origen en la acción fluvial o de ladera.

En estas áreas, no hay duchas de agua dulce ni escaleras con pasarela. Tampoco quioscos donde tomar una cerveza. Todo esto sobra y está lejos, y lo único que en ellas se vende, o mejor, se regala, es verdor, tranquilidad, naturaleza, intimidad y disfrute integral, que no es poco.

Si dar con el Ancón y con Los Patos es sencillo, no ocurre algo diferente para el caso de las playas realejeras enclavadas en el paisaje natural protegido de Rambla de Castro; es decir, con la zona de baño que lleva este mismo nombre o con su hermana mayor, La Fajana. Para llegar a estos lugares maravillosos y únicos, lo ideal es tomar la carretera general que comunica por la costa el término municipal de Los Realejos con Icod de los Vinos.

Si se circula por esta vía, la mejor opción es entrar en el mirador de San Pedro, en el barrio de San Vicente, justo después de salir del primer túnel existente en el tramo de vía que hay entre el castillo de Los Realejos y el acceso a la playa del Socorro. Una vez se entra en el mirador, el aparcamiento del vehículo es fácil. Desde esta ubicación, ya se divisan huellas del bosque termófilo de Rambla de Castro, con dominio de la palmera canaria, el fortín de San Fernando, con interés histórico, y la casona derruida de La Fajana, al otro lado.

Desde ese mismo punto, donde hay información útil colocada por el gestor del espacio protegido, el Cabildo de Tenerife, primero se puede ir a La Fajana, más al este, y luego se puede concluir la aventura, sí, la aventura, con otro remojón en la más pequeña playa de Rambla de Castro.

Para estas dos excursiones, sólo vale caminar, tener bien engrasados los cinco sentidos, para que el disfrute sea pleno, y, si se quiere, optar por llevar como compañía pegada al cuerpo una pequeña mochila con los mínimos recursos exigibles (agua, comida y toalla). De lo demás no hace falta nada porque ya todo lo pone la naturaleza y su plenitud. Un gran lujo que no todos advierten.

La magia de aparecer y desaparecer

Los Patos, Ancón, La Fajana y Rambla de Castro son playas que aparecen y desaparecen. Algunas de ellas desaparecen menos que otras, pero sí que se transforman después del verano. Con la llegada del otoño-invierno, la arena toma rumbo hacia el mar, y el proceso inverso se activa en primavera-verano. Son sus ciclos vitales: en verano se cargan de arena negra (aunque esto no siempre ocurre) y con la llegada de las nuevas estaciones, más frías y lluviosas, vuelven a ofrecer la cara más amarga en forma de tapiz repleto de callaos (cantos rodados). Lo mismo se puede decir con las mareas. Con la mar alta, poca playa seca queda, mientras que con la mar baja (etapa ideal para el baño) se alcanza el momento clímax. En esto también son muy especiales. Y bien que se agradece.