El deporte se ha convertido en los últimos tiempos en un método excepcional para mantener la mente alejada de las preocupaciones del día a día; y cómo no, en la herramienta ideal para alcanzar la forma física, acorde a una sociedad que cada vez exige mayor perfección a los miembros que la integran, sobretodo, a la población más joven. Para ellos, el culto al cuerpo y la salud se ha transformado en una moda que puede alcanzar la categoría de obsesión.
Casi sin darnos cuenta, hemos dejado atrás la vida sedentaria y los banquetes propios del medievo; lo hemos cambiado por alimentos saludables y rutinas físicas cada vez más intensas; en ocasiones, más apropiadas para deportistas de primer nivel.
Los cánones de belleza actuales que vemos a través de la televisión, las revistas e Internet, muestran modelos de medidas espectaculares, poco accesibles para el común de la población. En el largo camino hacia el 'éxito', como en un videojuego en el que hay que superar diferentes niveles, aparecen infinidad de atajos que auguran la consecución de las metas marcadas en el menor tiempo posible. Arquetipos que invitan al consumo de productos haciendo uso de publicidad engañosa, en ocasiones sin medir las consecuencias, poniendo en riesgo la integridad física y psicológica de la persona que accede a obtener un cuerpo 10, en el menor tiempo posible.
La línea que separa la práctica deportiva adecuada con la alimentación equilibrada, y los procedimientos perjudiciales para el organismo es muy delgada. Tanto, que en ocasiones el deportista la traspasa sin saberlo; y se ve atrapado en un círculo vicioso, en el que se desarrollan rasgos obsesivos, del que sólo es posible salir con la ayuda de profesionales.
La vigorexia al igual que la adicción al teléfono móvil, no está reconocida como trastorno médico, pero es evidente que existe y se debe tratar. Conocida también como complejo de Adonis o anorexia inversa, aparece como consecuencia de una imagen corporal distorsionada, motivo por el que las personas que la padecen se lanzan a hacer ejercicio de forma compulsiva para compensar el defecto físico que creen tener, al tiempo que rechazan alimentos grasos, e incorporan a su dieta grandes cantidades de proteínas e hidratos de carbono.
Elena Eisman, psicoterapeuta clínica y deportiva, acreditada por la División de Psicología de la Actividad Física y del Deporte del Consejo de Colegios Oficiales de Psicólogos (Pacfd), explica a Canarias Ahora que “la vigorexia se incluye dentro de los trastornos somatomorfos; se trata de la preocupación por algún defecto imaginado del aspecto físico: se ven blandengues, e incluso fofos, con alguna carencia. En algunas publicaciones los igualan con la anorexia, porque preocupa la imagen corporal; pero yo los asemejaría a las personas con adicciones a la cirugía estética, con las que tienen algunos puntos en común, les gusta mirarse detenidamente y disfrutan de todo el proceso que requiere una cirugía. Son capaces de darse cuenta que tienen un aspecto estupendo, pero aún así encuentran fallos; es como una falsa modestia”.
Establecer un perfil es imposible. Eisman apunta que detrás de cada vigoréxico hay un rasgo diferente y que los orígenes están aún por determinar. Afecta más a los hombres, pero las mujeres están empezando a verse afectadas. “Se especula con que son personas que han sufrido maltrato en el colegio y tienen baja autoestima; se dedican a cultivar la imagen exterior como símbolo de éxito. Pero no sólo esa podría ser la causa: las heridas narcisistas, una decepción amorosa, algún tipo de humillación o una relación conflictiva con una persona importante para ella. Todo esto les hace recompensar y eligen esta opción como una forma de hacerse valer. En este punto volvemos a contactar con la adicción a la cirugía estética; buscan convertirse en otra persona, y hacen lo necesario para lograrlo”.
El vigoréxico se ve enclenque y tiene un ideal de cuerpo que no se ajusta a la realidad. “No se fijan en el conjunto, se ven por tramos, y así pueden descubrir las imperfecciones que creen tener”; y aclara Eisman, “el todo compensa, pero si ves las partes individuales tienen imperfecciones; es como las manchitas en un mantel, las ves y eso significa que no está limpio”.
La obsesión por el ejercicio físico puede favorecer que el vigoréxico tenga conciencia de enfermedad, pero no de forma espontánea. Cuando se da cuenta que tiene un problema ya está bastante avanzado y requiere de atención psicológica para superarlo. Sin embargo, en su día a día, estas personas dejan una serie de pistas que podrían poner en sobre aviso a su entorno. La obsesión por su imagen cuando el estado físico es excepcional; si se ejercita de forma continuada sin tener como objetivo la competición, tan sólo como una forma de evasión; o cuando lo hacen con la única excusa de ser más atractivos. Todas estas motivaciones esconden tras de sí un rechazo hacía si mismos y la necesidad de cambiarlo.
Jose González trabaja desde hace años con todo tipo de deportistas. Les aplica masajes adaptados a su actividad para conseguir mejores resultados en su actividad. Sin embargo, por su consulta pasan personas que han comenzado a hacer deporte por su cuenta, sin ningún tipo de control y sin saber que con el tiempo se han convertido en vigoréxicos. González recuerda un caso concreto, el de un chico que tuvo problemas de sobrepeso en su infancia y desde hace un tiempo ha comenzado a frecuentar el gimnasio, “entrena tres horas diarias, practica atletismo y viene con toda clase de problemas; constantemente lo mando al médico. Lo he animado a competir porque tiene buenas marcas, pero no quiere; hace todo ese deporte por su imagen, porque nunca ha estado contento con ella y sin embargo tiene una musculatura espectacular; pero él no lo ve así”.
Al estudiar un caso como éste, los psicólogos tienen en cuenta dos criterios que consideran fundamentales: problemas significativos en su vida diaria como consecuencia de la actividad deportiva y el abandono de su vida social por el entrenamiento. Ambos adaptados a las disciplinas deportivas que practique el vigoréxico.
El excesivo entrenamiento
Los deportistas deben tener en cuenta tres aspectos fundamentales durante su preparación: un buen entrenamiento, cuidado muscular y una alimentación acorde al tipo de ejercicio que está realizando. Una correcta combinación de estos tres factores redundará en un aumento de su capacidad física y unos mejores resultados durante la competición.
Sobre competición y buenos hábitos en el deporte poco conoce el común de los mortales, que sale a correr con el objetivo de bajar unos pocos kilos. Eduardo García es monitor deportivo del Ayuntamiento de Arucas y campeón de España de fútbol sala. Por sus manos pasan cada día varias decenas de personas que tratan de hacer una vida más sana. “En nuestras clases hacemos cultura física, es decir, transmitimos valores que buscan mejorar; creamos un ambiente de salud y mejora corporal. Como monitor se que lo que hago es un acto de responsabilidad; no me gusta dar caña en una clase porque te puedes cargar a una persona”, asegura García.
“La gente busca un estado físico óptimo y lo que empieza siendo un intento de acondicionamiento físico general, acaba siendo un problema de culto al cuerpo; sobre entrenamientos y niveles físicos extremos pueden ser peligrosos con el tiempo”, continúa García. Y asegura que por sus clases pasan personas que empiezan acudiendo a clases de gimnasia como consecuencia de una patología médica. Con el tiempo se van animando y acaban haciendo entrenamientos de larga duración, a pesar de no tener las condiciones físicas.
Carlos lleva ocho años en el gimnasio. Una lesión en la rodilla truncó su futuro como futbolista, pero su pasión por el deporte le llevó a entrenar cada día. Reconoce que el gimnasio es como una droga, porque cada vez se siente mejor cuando ve sus progresos ante el espejo. La vigorexia, esa patología que conoce bien, la ve a diario entre algunos de sus compañeros, “el problema empieza cuando te comparas con los demás; lo que debes hacer es buscar el 100% de ti mismo, no de los demás. Ellos pueden estar horas y horas en el gimnasio, sin embargo, a mi no me compensa estar más de una hora”.
García ha apreciado como en los últimos cuatro años el número de personas que practica deporte ha crecido exponencialmente, “la crisis ha hecho que la gente ocupe su tiempo y bienvenido sea, porque el deporte es sano; pero se van viendo más casos de vigorexia. En un principio se encuentran bien y los motivos por los que empezaron a hacer ejercicios son dispares, cuando traen algún problema añadido ves la evolución. Cambian de grupo de entrenamiento, empiezan a ir al gimnasio a todas horas y cuando los vuelves a ver al cabo de un tiempo parecen otra persona”. Este monitor recuerda el caso de un joven que medía 1,90 y pesaba 110 kilogramos; después de un tiempo de entrenamiento extremo llegó a pesar 70 kilogramos. “Ese chico no era obeso, su constitución era ancha y se quedó demasiado delgado. Estas personas no tienen en cuenta que la vigorexia tiene asociadas unas lesiones: las articulaciones se las machacan y ves a personas de 50 años con artrosis de rodilla, de tobillos o incluso en el pubis o los abductores, siendo éstas lesiones más propias de los futbolistas”, reconoce.
En muchas ocasiones, el problema está en que los vigoréxicos se unen a nuevos grupos en los que comparten su nueva afición. Elena Eisman explica el proceso como un cambio conductual, “se compara constantemente con los demás; es monotemático, restringe su círculo social, sus intereses sexuales más inmediatos y todo lo enfoca a la mejora de su físico sin ningún objetivo; sólo busca mejorar por mejorar, según su propia idea de un físico bonito”. Los psicólogos achacan estos comportamientos a inseguridad y falta de autoestima.
Pero tan importante como un buen entrenamiento es el cuidado muscular. Cuando los deportistas entrenan su musculatura se va sobrecargando, lo que genera una retención de líquidos porque la circulación linfática es más lenta. Para González, “la descarga muscular hace que el deportista tenga entrenamientos de calidad y ayuda a prevenir lesiones, al tiempo que aumenta la resistencia y potencia muscular”. Sin embargo, la mayoría de los vigoréxicos no tienen en cuenta las atenciones que deben prestar a su cuerpo y se embarcan en entrenamientos sin fin que lógicamente tienen consecuencias negativas para su organismo. “Ellos entrenan muchísimas horas al día, todos los días de la semana; aunque los gimnasios no abran, salen a correr o hacen otras actividades. Vienen siempre aquejándose de tendinitis por el exceso de entrenamiento o desgarros musculares porque levantan cantidades de peso exageradas. Eso les genera una tensión muscular que provoca un mayor número de lesiones”, advierte González.
Estas lesiones son más frecuentes en personas jóvenes porque su musculatura se carga más rápido. Además, al realizar ejercicio de forma tan extrema, son más propensos a lesionarse con mayor facilidad y en zonas poco habituales para la actividad que realizan. Las personas de más edad, sin embargo, tienen una musculatura más suelta y relajada, motivo por el que es más complicado que aparezcan lesiones de este tipo.
“El deporte y el masaje tienen que ir de la mano a la hora de prevenir lesiones”, insiste González, “una persona que trabaja descargada va a ver automáticamente como aumenta su rendimiento y potencia muscular desde el primer día, porque la musculatura está más flexible y tu zancada es más larga”. Los fisioterapeutas y masajistas deportivos son las personas encargadas de ayudar a los deportistas a mejorar su rendimiento; con un masaje al mes los resultados pueden ser extraordinarios, “así evitas la congestión de la musculatura; cuando te ejercitas en exceso pasan cosas en tu organismo; si no tratas el cuerpo se estanca, cuando en realidad podrías hacer mucho más”, aclara el masajista.
La dieta es el tercer factor fundamental para que la práctica deportiva sea completa y equilibrada. Cuando una persona decide iniciarse en la actividad física, debe tener muy en cuenta los alimentos que va a consumir porque su elección le podrá ayudar o perjudicar en su preparación. La dieta deberá ser hipercalórica porque el cuerpo tiene carencia de azúcares y de energía; en estos casos no se puede hacer una dieta hipocalórica. Isabel García Padrón, experta en nutrición celular, en declaraciones a Canarias Ahora ha explicado que, “la dieta ideal para un deportista está compuesta por un buen desayuno con fruta, leche y cereales, para aportar vitaminas que podremos complementar dos veces al año con complejos vitamínicos naturales. El almuerzo debe combinar verdura y ensalada con proteínas, y una merienda y cena temprano. Lo ideal es que busquemos cereales integrales, donde se encuentran los carbohidratos de larga duración que son los que necesitamos cuando estamos haciendo deporte”.
García Padrón advierte que muchos productos como las pastas refinadas no provocan los efectos en el organismo que desearía cualquier deportista. Según la nutricionista, los productos integrales son los ideales porque son los que más tiempo permanecen en el cuerpo, conservando toda su energía y alimento.
Muchos deportistas eligen la suplementación para compensar las carencias que el día a día les pueda provocar en su dieta. Carlos es un firme defensor de este tipo de productos, “es imposible que hagas cuatro o cinco comidas cuando trabajas fuera de casa; no sabes lo que estas comiendo o si consumes la cantidad de proteínas que necesitas para progresar”. Desde que se inició en el mundo del fitness, ha podido comprobar el efecto que estos suplementos provocan en su cuerpo, y ha aprendido a gestionar mejor lo que debe tomar y los descansos que debe hacer a lo largo del año. “La creatina, por ejemplo, se utiliza para incrementar el volumen muscular y la fuerza, pero no va bien a las personas que retienen líquidos; puede provocar que terminen engordando. Sin embargo, es ideal para personas más delgadas que no consiguen aumentar de peso”, explica Carlos.
Las sustancias que se venden en tiendas especializadas, herbolarios e incluso farmacias, pasan estrictos controles sanitarios y de aduanas. Llegan desde Estados Unidos y en sus etiquetas garantizan la seguridad de las personas que lo consumen. Estos productos pueden alcanzar en el mercado un precio entre los 60 y 70 euros, y cada bote dura aproximadamente un mes. “Si no te tomas el batido después del gimnasio te falta algo; alguna vez he pensado que deben tener sustancias adictivas porque en los períodos de descanso en los que no hago deporte lo echo en falta”, advierte Carlos, quien cree que el acceso a la información que tenemos gracias a Internet ha favorecido la proliferación de este tipo de productos, “que antiguamente se compraba casi a escondidas y éramos reacios a tomarlos; pero ahora los puedes conseguir en cualquier parte y gracias a Internet sabes cómo debes tomarlo”.
El culturismo
La imagen del culturista subido en el escenario, en el que durante un minuto desarrolla una coreografía pensada para mostrar en plenitud su musculatura, ha proyectado un perfil equivocado de esta actividad. La creencia popular es que muchos de estos deportistas utilizan métodos pocos ortodoxos para obtener una corpulencia exagerada. Y si bien es cierto que en algunos sectores se utilizan, los estrictos controles evitan que los culturistas profesionales y aficionados puedan optar por estas técnicas. Es el caso de Tom Ojeda, que desde hace más de diez años entrena frecuentemente, pero desde hace tres el culturismo transformó su modo de ver el deporte.
Cuenta a Canarias Ahora que tras una competición a la que fue a ver a un amigo, se dio cuenta del esfuerzo que escondían todos aquellos cuerpos que se mostraban ante los jueces, “los consideraba como héroes, y pensaba que no sería capaz de subirme en una tarima; que no podía tener la constancia para entrenar y hacer dieta como ellos; tampoco me sentía capaz de transformar mi cuerpo y convertirme en aquello que había visto”.
Lo que vio Ojeda y en lo que se fijan los jueces es la simetría muscular que deben demostrar los culturistas. De nada sirve un torso excesivamente desarrollado si las piernas tienen poco volumen. El tono muscular, la piel fina y con aspecto seco son los aspectos más importantes. No deben apreciarse retenciones de líquidos ni de grasas, porque de encontrar estas imperfecciones restaría puntos en la competición. A pesar de todas estas exigencias, Ojeda emprendió un camino muy duro con un solo objetivo: cambiar su cuerpo de una forma extrema, hasta conseguir una musculatura que no está al alcance de todos.
La figura del entrenador es vital en estos casos. Controla hasta el más mínimo detalle, tanto en lo relativo a entrenamientos como en alimentación. “Tú no comes nada que el entrenador no te diga; si me indica 100 gramos de arroz no sería capaz de poner 102 porque puede afectar a mi preparación. A lo mejor es exagerado, pero él tiene un control sobre mi peso y mi altura, y sabe qué número de calorías debo consumir al día, así como los entrenamientos que debo hacer. Me tengo que fiar de su criterio”, asegura Ojeda.
El culturismo, por el tipo de actividad deportiva de que se trata, tiene unos requerimientos importantes. García advierte que es fácil confundir los términos y que no sólo los culturistas pueden padecer la patología, “una persona puede ser muy delgada y ser vigoréxica. El cerebro genera una sustancia haciendo deporte que te hace repetir; se convierte en una droga para la persona que lo practica”. Y va más allá advirtiendo que “casi todos los deportistas profesionales o en alguna fase de su vida han sufrido un trastorno de este tipo, porque la excelencia profesional y la mejora, te hacen llegar a estados en los que tu mismo te exiges más de la cuenta”.
Los planes alimenticios de un culturista son muy estrictos, aunque asegura que con constancia el sacrificio es mínimo. Durante el año pueden saltarse una vez a la semana la dieta y comer pizzas, hamburguesas o cualquier alimento que se desee. Sin embargo, 16 semanas antes de la competición, no tienen tantas libertades. Cuenta Ojeda que en esos períodos “el cerebro es muy importante y debes ser muy fuerte para poder controlarte durante 12 ó 16 semanas en las que no puedes saltarte la dieta. Es un proceso en el que es muy importante el plano psicológico; puede ser que estés cansado y saques fuerzas de flaqueza, pero si el cerebro no te da; cabe la posibilidad de que termines cayendo, decidas que no puedes con esto y vuelvas a tu vida de antes”.
Las planificaciones de este tipo de actividades deportivas están plagadas de proteínas, ideales para buscar un aspecto físico determinado; sin embargo, estas dietas olvidan alimentos que aportan nutrientes fundamentales para el organismo. García Padrón recomienda una dieta energética cuando hacemos deporte, “puede hacerse de forma natural, y me sorprende que en Canarias ningún nutricionista diga a los deportistas que deben tomar un batido de leche con gofio; y sin embargo, toman batidos elaborados con proteínas animales y muchas vitaminas, productos que pueden provocar un hígado sobrecargado”.
Los deportistas que se alimentan a base de arroz y pollo, explica García Padrón, pueden tener grandes carencias de vitaminas del grupo B, “son las primeras vitaminas que caen; empieza a afectarse el sistema nervioso y el riñón deja de producir corticoides, necesarios para combatir el estrés. La línea del estrés necesaria para vivir se pasa de vueltas y entonces se convierte en un problema mental”.
Dejar la competición y el cuidado extremo del cuerpo no implica un cambio brusco. Al menos es lo que opina Ojeda, quien cree que “la gente que está fuera de este mundo piensa que el cuerpo cambia cuando dejas de hacer ejercicio. No engordamos ni adelgazamos de la noche a la mañana; el proceso va más despacio y al igual que ahora tengo una definición extrema porque faltan pocos días para competir, después, con la dieta y el entrenamiento vas a conseguir el objetivo que tu quieras”.
Sin embargo, gracias al masaje deportivo, González ha podido comprobar a lo largo de su carrera cómo el físico cambia; sobretodo en aquellos casos en los que los anabolizantes y esteroides han formado parte de la rutina diaria para conseguir un cuerpo perfecto. “Cuando algunas personas llegan a puntos en los que han estado muy desarrollados, durante todo ese tiempo dentro del músculo han pasado muchas cosas; las fibras han tenido que estirarse para dar cabida a todo ese músculo. Cuando dejas el entrenamiento aparece la flacidez y la distensión; y es bastante desagradable”, explica González. El problema surge cuando esa exigencia a la que han sometido a sus cuerpos no se puede mantener; y al abandonar los entrenamientos, el volumen corporal disminuye y comienza a sobrar piel porque la musculatura está demasiado blanda.
El mundo del culturismo no goza de buena prensa; reconocen ruborizarse cuando escuchan cosas en los medios de comunicación; sobre todo, cuando relacionan esta actividad con el consumo de anabolizantes y esteroides. Según Ojeda, “es verdad que consigues un cuerpo extremo, diferente a otros deportes, pero la creencia popular de que todo el año pasas hambre y desconsuelo es falsa. En este deporte son necesarios: constancia, entrenamiento, mucha dieta y tener claro qué es lo que quieres. El culturista lo es las 24 horas del día; aunque sólo entrenes una, las otras 23 debes controlar qué comes y a qué hora lo comes”.
Los deportistas profesionales son más propensos a sufrir vigorexia. En una sociedad de consumo, en la que venden figuras del deporte con físicos sobrehumanos como Usain Bolt o Cristiano Ronaldo, la presión aumenta y es difícil de gestionar para algunos perfiles. Esa vulnerabilidad se ha trasladado a la calle y cualquier persona puede tratar de superar sus inseguridades en un gimnasio. “Se introducen en el mundo del deporte porque no quieren estar en casa; han encontrado un grupo de amigos, quieren alcanzar una talla determinada para impresionar a una chica, o destacar entre los amigos; esa es una condición vulnerable. Si cuando practicas deporte empiezas con la obsesión, es cuando caes en la enfermedad; no todos desembocan en vigorexia pero puede pasar”, advierte Eisman.
El vigoréxico tiene un físico espectacular pero no le gusta enseñarlo; se tapa porque a pesar de su aspecto no se siente perfecto. El control sobre el cuerpo es tal, que en ocasiones los culturistas son capaces de apreciar a simple vista cuando un músculo es resultado del ejercicio físico o del uso de sustancias prohibidas. Y es que en una sociedad en la que todo se compra y todo se vende, no hay más que salir a la calle y ver en multitud de escaparates productos que antaño se comercializaban entre los deportistas de élite; y de modalidades tan duras como el ciclismo, la natación, el culturismo o el atletismo. “Son sustancias legales que necesita el cuerpo para hacer ejercicio”, explica García. Unos aportes que no tendrían que ser necesarios si se practicara deporte de una forma coherente; pero que cada vez tienen más salida en el mercado.
Y todo ese esfuerzo lo realizan hasta que el cuerpo da la voz de alarma y manda parar. Un mareo, una lesión o una gripe que no termina de curar suelen ser las señales que mandan echar el freno; estados a los que se llega después de sesiones extenuantes de entrenamiento. La decisión sobre parar o continuar depende de cada uno y concluye García, “hay gente que a pesar de las señales sigue con sus entrenamientos, no entienden que es un estado psicológicamente dañino que afecta directamente al cuerpo”.
Peligrosa perfección
Los Juegos Olímpicos de Seúl, en 1988, están grabados en la memoria de los amantes del deporte de alta competición. El medallista de oro y recordman mundial en los 100 metros lisos, Ben Johnson, daba positivo en un control antidoping por consumo de estanozolol, un anabolizante capaz de incrementar la masa muscular. La noticia corrió como la pólvora por las redacciones de los medios de comunicación, y entre aficionados y deportistas de todo el planeta. El ídolo había caído.
El dopaje en el deporte profesional se ha sofisticado en los últimos tiempos, llegando a emplear técnicas que se alejan de las buenas prácticas deportivas y médicas. El objetivo es conseguir mejores marcas en competición, como hizo un estratosférico Lance Armstrong con sus siete Tour de Francia, de los que fue despojado cuando se descubrió la trama de dopaje en la que estaba envuelto.
Los deportistas se ponen en manos de médicos sin escrúpulos, que juegan con sus cuerpos a su antojo por un puñado de euros y unas pocas portadas en los mejores diarios deportivos, sin tener en cuenta que no solo ponen en riesgo su carrera, sino su propia vida.
Lejos de toda esa vorágine que envuelve al deporte profesional, el uso de esteroides y anabolizantes ilegales es cada vez más habitual. Las personas que usan estos químicos buscan resultados apreciables en tan sólo 15 días, pasando por alto el trabajo físico y psicológico que supondría ejercitarse durante un año para alcanzar esa misma imagen. Un resultado satisfactorio que pese a lo poco recomendable que resulta el proceso, son capaces de repetir de forma cíclica para perpetuar los efectos en su cuerpo.
Estos deportistas ciclados, como se les conoce en el ámbito médico, sufren importantes efectos secundarios como consecuencia del consumo de sustancias prohibidas o por el uso imprudente de medicamentos. El listado es infinito: desde problemas cardiovasulares, hepáticos, endocrinos y reproductivos, a esqueléticos y psíquicos. Las consecuencias pueden ser devastadoras para el organismo, llegando incluso a provocar la muerte.
“Suelen ser personas que se inyectan de todo, gastándose importantes cantidades de dinero para poder estar cerca de su obsesión y llegan incluso a buscar trabajos relacionados con el culto al cuerpo”, explica Elena Eisman, psicoterapeuta clínica y deportiva, acreditada por la División de Psicología de la Actividad Física y del Deporte del Consejo de Colegios Oficiales de Psicólogos (Pacfd).
Eisman advierte de los peligros del uso de esteroides y los efectos que provoca en el cuerpo, “cuando una persona se empieza a inyectar está fomentando el crecimiento de todos sus músculos. Si un corazón normal tiene un peso medio de 100 gramos, el de un ciclado alcanza los 400. Es por eso que muchos dopados mueren por ataques al corazón, porque no hay cuerpo que resista un corazón de esas dimensiones”.
Los músculos ciclados pueden parecer normales a los ojos de cualquiera, pero para profesionales como los masajistas deportivos “al tacto es bastante más desagradable que un músculo trabajado de forma natural, que tienen una musculatura más limpia y definida”, explica Jose González, “estas personas buscan algo muy difícil de conseguir y optan por consumir productos que les hacen perder la percepción de lo saludable, de lo que puede ser sano y lo que les puede hacer daño”.
Los químicos no sólo provocan un aumento exagerado de la musculatura, sino que al combinarlo con una dieta estricta, hacen que los huesos se debiliten por la falta de nutrientes. Esta situación, según Eisman, “puede provocar incluso la muerte ya que nos encontramos con un cuerpo con el doble de musculatura y unos huesos débiles. Una auténtica locura”.
Carlos ha visto de todo en el gimnasio al que acude cada día; explica que la persona que se inyecta anabolizantes tiene un nivel de sufrimiento mucho más bajo que el que no los toma, porque no necesita hacer tanto ejercicio para alcanzar los objetivos físicos que busca. “Los anabolizantes te hacen crecer los músculos de una forma anormal y excesivamente rápida, pero son muy peligrosos. Los emplean en ciclos y son muy adictivos, casi como la cocaína. Se trata de una adicción no sólo química; también lo es psicológica porque cada vez que hacen un ciclo se ven bien y quieren mejorar, pero no encuentran el límite”.
Los ciclos de anabolizantes pueden durar dos o tres meses y tienen un coste de unos 500 ó 600 euros. Muchos ciclados utilizan winstrol, un compuesto que se emplea para los caballos de carreras. “En mi gimnasio se pinchan delante mía; es como si vieras a un diabético inyectarse la insulina. Se han dado casos de personas que no se han pinchado en el lugar adecuado y han tenido que ser operados porque se provocan tumores intramusculares”, cuenta Carlos.
El winstrol provoca una sensación parecida a la que deja el gimnasio después de cada sesión, pero con una diferencia: el efecto dura las 24 horas. El cuerpo cambia después del primer ciclo, dejando evidencias físicas apreciables a simple vista. Cuerpos excesivamente grandes, mucho músculo, cintura estrecha y venas marcadas como consecuencia de la falta de hidratación son algunos de los efectos visuales del compuesto. Unos resultados que crean adicción entre los ciclados, a los que resulta complicado desengancharse.
Carlos lo vive día a día en su gimnasio; se mantiene al margen de todas esas sustancias pero ve cómo cambian las personas que las usan, “la gente no tiene control; van al gimnasio, comen sano y se ciclan. Meterte un ciclo es casi más peligroso que consumir cocaína; puedes tener una sobredosis, porque en cierto modo estás drogando a tus músculos”.
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