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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Welcome to 'Manchestá'

La canción del emigrante ha sido tocada desde hace varias generaciones atrás en las Islas Canarias, aunque cantada con distintas voces. Son muchas las letras llenas de vivencias, emociones, incertidumbres que han colaborado en este repertorio con un nexo común: salir en busca de un futuro mejor. En el siglo XIX, con el fin de las políticas repobladoras en España, se inicia el proceso de las disposiciones emigratorias inaugurado con la Real Orden Circular de 16 de septiembre de 1853. Así pues, los pobladores canarios, al igual que los del resto del país, recogen sus bártulos en busca de un mejor porvenir. Varias fueron los causas: la sequía, los elevados precios combinados con salarios muy reducidos, las crisis agrícolas (salvo el auge de la cochinilla), la aguda presión fiscal a la que estaban gravados los isleños, entre otras. América fue el principal destino de los emigrantes canarios durante más de un siglo, repartiéndose por distintos países tales como Cuba, Venezuela, México, Guatemala, etc.

Avanzamos hasta la década de los 60 y 70 del siglo XX en esta breve exposición histórica sobre la emigración en Canarias, la cual empezará a reducirse. El incremento de la inversión privada, traducido en la llegada de ingentes cantidades de dinero invertido para la construcción de complejos hoteleros, y también en el rápido crecimiento de los principales núcleos urbanos, derivará en el incremento de puestos de trabajo en las islas, unido al sector servicios, fruto del potencial sector turístico que se avistaba. Sin embargo, persistía en Canarias un alto grado de analfabetismo que impedía acceder a los puestos que requerían una formación cualificada; además, el número de parados era muy amplio, y era realmente difícil crear puestos de trabajo para todos. Los jóvenes son los que más van a sufrir esta coyuntura económica, y por ello continuarán emigrando. Durante este periodo, el destino de los emigrantes varía, abandonando América del Sur como principal foco para adentrarse en el continente europeo (Inglaterra, Holanda y Alemania, principalmente).

Aterrizando en el presente, el panorama para los canarios no es alentador, sobre todo para los jóvenes, quiénes en esta ocasión se caracterizan por poseer una destacada preparación. La grave crisis instalada en nuestro país desde 2008 más la reforma laboral aprobada en febrero de 2012, han dejado a una nueva generación en el abismo emocional entre aceptar trabajos con unas condiciones lamentables, pero manteniendo cerca a sus familiares y amigos, o bien dejarlo todo en busca de unas oportunidades laborales las cuales les han dado la espalda. Reino Unido, de nuevo en este contexto, se ha convertidoen el principal país de acogida. Según recoge la Estadística del Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE), con datos modificados a fecha de 16 de marzo de 2017, el número de canarios residentes en este país se eleva a 2.763. Sin embargo, la cifra definitiva es superior, ya que muchos de ellos no se registran, bien porque la estancia es temporal, la complejidad del proceso, o bien por las dificultades para transportarse hasta la sede de los distintos consulados españoles repartidos en suelo británico.

Londres es un destino muy atractivo para los futuros emigrantes. Una ciudad con nombre, espectacular, de película. Pero su elevado coste de vida lleva a muchos de ellos a mudarse a ciudades donde mantener una mejor estabilidad económica. Aquí entra en escena Mánchester. “Fui dos meses a Londres, y vi que era una ciudad muy cara. No te compensaba. Entonces pedí un traslado a la empresa en la que trabajaba, y una de las ciudades a elegir era ésta”. Jessica Estévez Pérez, natural de Las Palmas de Gran Canaria, concretamente del barrio de La Isleta, aterrizó en Mánchester un 30 de abril de hace cinco años. “Sabía que había una importante base musical y que era una ciudad muy industrial, pero luego la fui descubriendo, y conocí sobre su historia en el Museo de la Industria (Museum of Science and Industry, Liverpool Rd)”. Nacida el 3 de marzo de 1984, Jessica trabaja actualmente como assistant manager en un hotel llamado Radisson Blu Edwardian, sito en Peter St, puesto al que ha llegado tras una serie de ascensos que ha conseguido desde que empezara como camarera. “A día de hoy, estoy cómoda”, asegura.

Mismo archipiélago, distintas circunstancias

Situada al Noroeste de Inglaterra, Mánchester fue la cuna de la Primera Revolución Industrial a finales del siglo XVIII, y en ella podemos ver los vestigios del carácter industrial que la ha caracterizado. Las construcciones de ladrillo rojizo, junto a las grandes fábricas abandonadas, se mezclan con los propósitos arquitectónicos de una ciudad moderna que está emergiendo. Dentro de sus límites, muchos canarios han venido a escribir un nuevo y emocionante capítulo de sus vidas.

Rubén Vera Koster se crió en Santa Cruz de Tenerife. Tras acabar la carrera de Empresariales, y coleccionar trabajos que no le permitían vislumbrar una estabilidad a largo plazo, llegó a Mánchester el 16 de enero de 2016. Entre risas, comentamos que se encontró con un clima “lagunero”. La emigración ha estado muy presente en su familia. Su padre emigró a Holanda, país donde nació antes de instalarse en Canarias, y tiene un hermano viviendo en Alemania. Describe Mánchester como una ciudad que se hace querer muy rápido, cosmopolita, llena de vida. Rubén trabaja actualmente en una fábrica que se dedica a la elaboración de contenedores, y también es miembro de Marea Granate, un movimiento social formado por emigrantes españoles, cuyos objetivos son luchar contra las causas y quiénes han provocado la crisis económica y social que sacude a España, aparte de ayudar a los nuevos emigrantes que llegan y asesorarles. Bajo esta condición, hablamos largo y tendido sobre economía y política, destacando la resignación por parte de los españoles ante la crisis, conformándose con un sueldo que hace años era considerado irrisorio, pasando por el tema Brexit, en el que destaca la tolerancia de los ingleses hacia los extranjeros a pesar de la decisión tomada.

El 22 de octubre de 2016 aterrizó Irene Cruz Morales. Criada entre Santa Cruz de La Palma y Breña Alta, su simpatía se hace presente en cada pregunta. Finalizados sus estudios de Diseño en Barcelona, aprender el idioma fue el principal motivo que la llevó a venir a Mánchester, “para tener un futuro en España, ya que en todos sitios te piden saber hablar bien en inglés”. Trabaja junto a su novio realizando inventarios para la cadena de supermercados Tesco, de madrugada, empezando a las dos y finalizando a las doce. “Es durillo”, dice, acompañándolo de un suspiro. Dos cosas le han llamado la atención durante su estancia: por un lado, la suciedad que hay en las calles de Mánchester, algo que no esperaba siendo una ciudad inglesa; y por otro lado, el papel de las personas mayores, “puedes ver a un grupo de mujeres de sesenta años con chicas muy jóvenes en las discotecas, así como a personas mayores trabajando en un supermercado, desempeñando un rol que en España lo haría alguien de treinta. Eso nos choca”. Irene pondrá rumbo a Canarias en el mes de septiembre para encontrar una oportunidad laboral. “Sé que será difícil, pero hay que intentarlo”.

El matrimonio formado por Víctor Armiche González Sarmiento y Encarna Mesa Betancor, originarios de las islas de Fuerteventura y Gran Canaria, respectivamente, llegaron juntos en el verano de 2012. Eligieron Mánchester tras una larga deliberación, en la que el escaso nivel de paro y las conexiones directas con Canarias fueron determinantes. En este intervalo de tiempo Víctor se ha posicionado como cocinero en una guardería; Encarna, por otro lado, trabaja de recepcionista para Siemens. Pero, sin lugar a dudas, el nacimiento de su hijo ha sido su mejor proyecto. “Ya va a la guardería, y entiende cuando le hablan en inglés”, me comentan. Respecto a su relación con los mancunians, opinan en tono divertido que ser canario es un “plus”, ya que la gran mayoría ha estado al menos una vez en Canarias. “Cuando se enteran de dónde vienes, lo primero que te preguntan es, ¿y qué haces aquí?” Les pregunto si tienen pensado volver a Canarias, y me dan una interesante respuesta: “No volveremos. Cambiaremos. Queremos que nuestro hijo conozca diferentes países y culturas, por lo que volver a Canarias a corto plazo queda descartado.

La emigración no es solo para los jóvenes

“¿Usted está loco? ¿Usted cree que lo voy a contratar teniendo cincuenta y ocho años por si se me cae muerto de un plumazo detrás de la barra? Yo no necesito a un viejo de cincuenta y ocho años. Yo necesito a un joven de veinte que haga el trabajo que yo necesito”. Respuestas de este tipo forman parte de la triste crónica de un desempleado mayor de 55 años en España. En esta ocasión, fue nuestro siguiente protagonista el receptor de dicha bastedad. Los datos sobre el desempleo en España en referencia a las personas mayores de 55 años son desoladores. Según la Encuesta de Población Activa, haciendo referencia al primer trimestre del año, hay 560.100 personas buscando empleo. Habida cuenta que en 2007 la cifra era de 137.000 parados, se ha llegado a multiplicar por tres esta alarmante tasa. “Si pasas de los 40, te puedes ir despidiendo del mercado laboral”, aclara.

La principal consecuencia de la inactividad laboral en personas mayores de 55 años es el “efecto desánimo”, y no es para menos. Arquímedes González Concepción, nacido en Venezuela en el seno de una familia de emigrantes originaria de El Paso (La Palma), y residente en la isla de Tenerife desde hace muchos años, no quiso pertenecer al grupo de los que sucumben ante tales circunstancias laborales. El 23 de enero de 2017 llegó a Mánchester dispuesto a conseguir un trabajo, y también con algo de frío. Me cito con él en el bar La Bandera, regentado también por otro emigrante procedente de Tenerife, Yashin Dadashnejad, y se escucha de fondo la famosa canción de Rosana, El Talismán. Todo muy canario, sin duda. Arquímedes explica que apenas tuvo oportunidades laborales en los últimos años, desempeñando en mayor medida trabajos como comercial, y los problemas económicos hacían mella en casa. “El único sueldo permanente era el de mi mujer. La situación no podía seguir así”.

Siempre es importante tener apoyos en un país extranjero. En el caso de Arquímedes, su cuñada, quién lleva más tiempo residiendo en esta ciudad, lo ayudó con los trámites necesarios para poder empezar de cero. Acto seguido, se puso manos a la obra para conseguir un empleo, y lo consiguió. Actualmente trabaja de kitchen porter (entre pinche y freganchín) para una cadena de restaurantes mexicanos llamada Wahaca. “Se me ha hecho duro debido a mi edad y a los años que llevaba sin trabajar con un horario establecido. Sin embargo, mis compañeros ven a diario mi esfuerzo para sacar adelante el trabajo, y han sabido apreciarlo”. Arquímedes no nos muestra en ningún momento una actitud derrotista. Todo lo contrario, rebosa optimismo, y tiene sus metas muy claras: cubrir los gastos de sus hijos, y dominar el inglés. Solamente pide una cosa a los políticos españoles: “Deberían de crear una Ley que castigue los tratos discriminatorios por edad o por enfermedad a nivel laboral. No se puede discriminar a las personas de más de cuarenta años que quieren trabajar, o a las personas discapacitadas”.

Son muchas las historias en las que podríamos ahondar sobre los emigrantes que abandonan las Islas Canarias. Todas ellas contienen matices que las diferencian, pero al mismo tiempo, están unidas por otras muchas: la incertidumbre previa, la nostalgia por una semana soleada, la tristeza que se agudiza en los cortos días de invierno… Pero también coinciden en que Mánchester es una ciudad que los ha acogido con los brazos abiertos. Se deja querer, admirar por su antónima forma de vida, su arquitectura, lo pragmática que se les presenta desde el primer día. Además, les da trabajo, múltiples facilidades para aprender el idioma y crecer como personas. El emigrante canario no es rencoroso, ya que espera volver algún día y aportar todo lo que ha aprendido en las islas que los han visto crecer. Por otro lado, los ‘mancunians’ sienten admiración por nuestro archipiélago, y por sus habitantes también, así que no sería descabellado encontrarse algún día una pancarta de grandes dimensiones en pleno centro de Albert Square en la que se pueda leer: “Hi guys, welcome to Manchestá”.