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LA PRINCESA CABALLERO

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Bajo el nombre de Ribon no Kishi, literalmente “El Caballero del Lazo”, esta historia supone un momento cumbre en la carrera de Tezuka, en particular, y en la historia del manga en general, ya que fue el primer shôjo manga en el que el inimitable creador aplicó las bases del manga contemporáneo. Hasta la aparición de esta magnífica obra, las historias gráficas dedicadas a los más jóvenes, varones o hembras, eran de corta duración y prácticamente sin aventuras de por medio. Con la publicación de esta obra, las cosas cambiaron y, con ello, la misma forma de concebir el mercado editorial y este tipo de propuestas.

La obra trata de una princesa que, por razones del destino, ha de ocultar su identidad sexual, disfrazándose de varón. Este hecho, por muy extravagante que nos pueda parecer, no era ninguna novedad en la época en la que surgió dicho manga, pero sí es una muy buena excusa para encontrarnos con situaciones contradictorias que dan pie al humor y a cierto toque surrealista en toda la obra.

La Princesa Caballero

Lo que hace lo único y por lo que se considera a La princesa caballero todo un mito dentro de los mangas es la acertada combinación que Tezuka hizo de este mito de la heroína guerrera junto con otras influencias gráficas y narrativas, pues aparte del claro toque Disney de los personajes -creador al que el dibujante japonés admiraba- hay escenas de peleas de espadas, aventuras con piratas, seres mitológicos y sobrenaturales, y el escenario de toda la trama, que está situado en una Edad Media muy inspirada en la Francia de los Tres Mosqueteros o, si quieren ser justos, en la Austria de la emperatriz Sissi.

En cuanto a la vida de Zafiro, nombre de la princesa protagonista de la historia, es un poco complicada de entender. El personaje nació con dos corazones, pues un angelillo travieso le hizo tragar, en el cielo antes de nacer, un corazón azul, después de que Dios ya la hubiera señalado como niña y, por ende, haberse tragado un corazón rosa. Además, para rematar la faena, en el reino en el que nace impera la ley Sálica, esa ley que prohíbe que las mujeres suban al trono, y desde que nace se corre el rumor de que es un niño.

Menos mal que, al tener dos corazones, puede disimular muy bien, pero nadie le quita a su madre, la Reina, el disgusto de ver cómo su hija Zafiro es educada medio día como señorita pulcra, distinguida, y elegante, y el otro medio día como un valeroso caballero, diestro con la espada y con su brioso corcel.

Tink, el travieso angelillo que ya mencionamos antes, y responsable de todo este desaguisado, recibe la orden de Dios de arrancarle el corazón azul a Zafiro, pues ella es mujer, y por ello, es enviado a la Tierra para llevar a cabo su misión. ¡Qué incauto es al pensar que será una tarea fácil!

Zafiro tiene muchos enemigos y uno de los peores está dentro de su propia familia. Se trata del duque Duralmín, hombre indeseable, egoísta, y déspota que quiere el trono para si y para su hijo, un mojigato petulante llamado Plastic. Duralmín, desde el nacimiento de Zafiro, la hace controlar por medio de espías, ya que no ha visto de qué sexo es el bebé. Una vez Zafiro es más mayor, le concede el relevo de estas maquiavélicas ocupaciones a Nailon, un personaje que odia a Zafiro y a su madre, y que haría de todo con tal de verlas lejos del trono.

La Princesa Caballero © Tezuka Productions

La trama empieza a complicarse una vez que, tras haberse vestido de mujer, con una peluca de color castaño, Zafiro conoce al príncipe vecino, Franz Charming, en un baile de palacio y ambos se enamoran. No obstante, Zafiro tiene que huir sin decirle al príncipe quién es, al igual que haría una chica de pelo castaño cualquiera que quiera ocultar su identidad ¿Se acuerdan de Cenicienta? De esa forma, pretende defenderse de las maquinaciones de Nailon, que quiere sonsacarle a uno de los preceptores de la princesa si ésta es un hombre o una mujer.

El nudo gordiano producido por este primer equívoco empieza a tensarse cuando, en un torneo, los intentos frustrados de asesinato de Zafiro se materializan en la muerte del padre de ésta, y los hados del destino hacen que todos culpen al príncipe Charming de asesinato premeditado. Fue su espada, la que, envenenada antes por Nailon para matar a Zafiro, acabó hiriendo al rey. La princesa, vestida de hombre para la ocasión, ordena que el príncipe Charming sea encerrado en prisión, lo que causa que el nuevo prisionero le declare su eterna enemistad al príncipe Zafiro, como es natural.

Dicho esto, el príncipe Charming no pasará ni una noche en el calabozo, pues su amada desconocida, la de la peluca de color castaño -que no es otra que Zafiro, vestida de mujer- le ayudará a escapar. ¿Quieren saber más?

Tras todo lo anteriormente narrado, la situación se pone bien fea para el detestable Duralmín pues, tras la muerte del rey, el siguiente en el trono es el príncipe Zafiro, con lo que sus posibilidades de gobernar el reino son nulas. Por ello no duda en dar a beber a la Reina, el mismo día de la coronación de Zafiro, un brebaje que la obliga a decir sus pensamientos más oscuros. Así, de una forma tan poco digna, a pocos instantes antes de ser coronado rey, Zafiro ve para su espanto cómo su madre grita a los cuatro vientos que su hijo es su hija, y que se lo han ocultado al pueblo. Esto desata el descontento de los ciudadanos del reino y, cómo no, una inmensa alegría en la fea cara del duque Duralmín, que por fin logra que su hijo acceda al trono y envía a Zafiro y a su madre, ya desposeídas de toda consideración social, a pudrirse en una cárcel lejana.

Siguiendo la trama hasta aquí, uno pensaría que éste será el final de la pobre Zafiro. No, pues el duque dicta matar a las dos mujeres, pero tal arbitraria e injusta decisión provoca que el carcelero, el jorobado Gamer, se haga uno de los más fieles servidores de la Reina y de su causa.

La Princesa Caballero © Tezuka Productions

En el encierro de Zafiro y de su madre observamos una de las situaciones más tiernas de la historia, pues Zafiro, tras entender que allí viven ratoncitos, señala el huequito en el que moran para así no confundirse y ellos se preocupan por ella cuando no se le permite comer. Al igual que en la primera película de animación de Disney, Blancanieves y los siete enanitos (1937) o en La Cenicienta (1950) Zafiro traba amistad con estos roedores y la ayudarán en todo lo que les sea posible. Es más, algunas de las portadas originales de la obra gráfica y varias de las ilustraciones desarrolladas por Osamu Tezuka en aquellos instantes parecen sacadas de una de las mesas de trabajo de los animadores del estudio fundado por Walt Disney en 1923.

Mientras tanto, en el reino en el que Plastic gobierna se vive con miedo, con leyes prohibitivas y demenciales, además de con castigos severos que nos hacen recordar la Inglaterra de los tiempos del príncipe Juan Sin Miedo tras la marcha de su hermano, Ricardo Corazón de León, a luchar en las Cruzadas, situación que tan bien han sabido plasmar, con sus licencias creativas, todo sea dicho, las diferentes versiones cinematográficas, televisivas y literarias que tratan la figura de Robin Hood.

Dicho todo esto, y volviendo a preocuparnos por el personaje principal, ésta regresa a su reino para encontrarse con sus enemigos, una vez que logra salir de la cárcel, gracias a la inestimable ayuda de los ratones. De repente se sabe que el rey busca una chica para casarse y, tras la natural espantada de todas las doncellas casaderas -y las que no lo son, en busca de refugio- Zafiro se deja apresar, vestida de mujer, para entrar en el castillo. Sin embargo, fracasa en su empeño de robarle la corona al rey Plastic y se ve, de nuevo, en los calabozos de su antiguo hogar.

Es allí donde recibe la visita, por vez primera, de un personaje que estará en el resto de la obra de una manera muy presente. Se trata de la Dama Hell, una bruja muy poderosa que desea para su hija, Hekate, el corazón rosa de Zafiro, pues quiere que su hija se vuelva una señorita educada y tierna para poder casarla con el príncipe Charming.

© Tezuka Productions

El resto de la narración, así como el posterior desarrollo de los acontecimientos -incluyendo cómo consigue el desorientado príncipe Charming entender quién es la misteriosa chica del cabello castaño de la que está enamorado- forman parte de una obra que no ha hecho otra cosa que crecer dentro del imaginario que es el manga contemporáneo. Leerla es ser testigo de una de las grandes obras gráficas de toda la historia del noveno arte y de la incontestable confirmación de la tremenda validez, influencia y genialidad de un creador como lo fue Osamu Tezuka.

Y es que, incluso, La Princesa Caballero fue capaz de plasmar en sus páginas, en plena década de los años cincuenta del pasado siglo XX, una huelga de servicios en la Edad Media como protesta por una acción gubernamental, una situación que desmitifica aquel tópico que dice que en el shôjo manga solamente se tratan temas intranscendentes y ñoños…

Osamu Tezuka

En plena reivindicación de la figura de su creador, merced a nuevas reediciones de sus obras y a la posibilidad de visitar sendas exposiciones sobre su vida y su obra, inauguradas en las ciudades de Barcelona (España) y Tampere (Finlandia), poder leer La Princesa Caballero se me antoja una muy buena excusa para dejar atrás todo aquello que resulte innecesario y disfrutar con una AVENTURA gráfica con mayúsculas, creada por aquél que se le conoce como “El Dios del manga”, aunque dudo que a Osamu Tezuka le gustara dicha definición para con su persona.

© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2019

© Tezuka Productions

Para más información sobre la serie La Princesa Caballero, por favor consulte el siguiente enlace: www.leprechaun.es/ o en los siguientes números de teléfono: +34928279471 y +34828918162

Bajo el nombre de Ribon no Kishi, literalmente “El Caballero del Lazo”, esta historia supone un momento cumbre en la carrera de Tezuka, en particular, y en la historia del manga en general, ya que fue el primer shôjo manga en el que el inimitable creador aplicó las bases del manga contemporáneo. Hasta la aparición de esta magnífica obra, las historias gráficas dedicadas a los más jóvenes, varones o hembras, eran de corta duración y prácticamente sin aventuras de por medio. Con la publicación de esta obra, las cosas cambiaron y, con ello, la misma forma de concebir el mercado editorial y este tipo de propuestas.

La obra trata de una princesa que, por razones del destino, ha de ocultar su identidad sexual, disfrazándose de varón. Este hecho, por muy extravagante que nos pueda parecer, no era ninguna novedad en la época en la que surgió dicho manga, pero sí es una muy buena excusa para encontrarnos con situaciones contradictorias que dan pie al humor y a cierto toque surrealista en toda la obra.