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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Talento canario en la mitad del mundo

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

El escritor argentino Jorge Luis Borges decía que los lugares se llevan, que los lugares están en uno. De la mano de miles de isleños que han visto cercenadas sus expectativas laborales por la crisis económica y la precariedad de los empleos, Canarias ha viajado y se ha instalado en el último lustro en multitud de rincones del mundo.

Son sobre todo jóvenes que dejan atrás la familia y los amigos, los pilares sobre los que se ha sustentado su vida hasta ese momento, para aventurarse en lo desconocido e intentar labrarse un porvenir desde otras latitudes. Perder para tener la oportunidad de ganar.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) prevé que en la próxima década más de 13.000 personas abandonarán las Islas cada año en el camino del exilio económico que ya emprendieron entre 2012 y 2013 Davinia Sánchez, Noé Rodríguez, Tara Niño y Simón Rodríguez, cuatro jóvenes canarios con estudios superiores en Veterinaria que decidieron hacer las maletas, cruzar el charco y tratar de forjarse un futuro mejor a más de 7.000 kilómetros de distancia, en Ecuador, un país en la mitad del mundo. Talento en fuga.

Davinia Sánchez

Licenciada en Biología y doctora en Sanidad Animal, esta grancanaria de 31 años ha logrado escalar y ocupar puestos de responsabilidad en la Universidad Nacional de Chimborazo (UNACH), ubicada en la ciudad de Riobamba, en la sierra andina.Además de impartir docencia, Davinia trabaja en un proyecto de investigación para mejorar la calidad de la carne de la cobaya, una exquisitez en Ecuador, donde se denomina cuy. También da cursos de formación a profesores e investigadores.

Davinia emigró en abril de 2012, apenas tres meses después de doctorarse en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). Lo hizo decepcionada con la empresa en la que había estado trabajando desde que finalizó sus estudios. “Me habían ofrecido un puesto para dar cursos de manipulación de alimentos por las Islas. Me pidieron que me hiciera autónoma y que les pasara las facturas de los billetes de avión y los coches de alquiler. Los cursos me los pagaron dos meses después de empezar, pero se hicieron los locos con los billetes y el coche”, cuenta.

La opción de irse a Ecuador se le presentó en Fuerteventura en forma de correo. Una universidad del país andino buscaba doctores y ofrecía un sueldo de 1.700 dólares y un billete de ida y vuelta. “No conocía mucho de las características de la universidad ni del lugar, sólo que el 70% de las casas no tenía agua potable, pero vi que en Canarias no tenía ninguna oportunidad, que en mi trabajo no me podía desarrollar profesionalmente y que no estaba ganando nada. No me lo pensé mucho y me fui. No tenía nada que perder”, afirma Davinia.

Aterrizó en Jipijapa, un cantón de aproximadamente 65.000 habitantes en la provincia de Manabí, en la franja costera de Ecuador. Davinia asegura que la acogida fue buena, que encontró las puertas abiertas en un país que estaba intentando crecer a través de una ''revolución en la Educación“. Sin embargo, se topó con un sistema excesivamente burocratizado y con una gestión que no duda en calificar de ”desastrosa“. Los contratos se retrasaron y la joven grancanaria se vio obligada a frenar su actividad investigadora por la falta de proyectos y de medios en la universidad de la costa ecuatoriana.

Hastiada tras diez meses en esta situación, Davinia viajó a la sierra, donde se crían las cobayas, para seguir formándose con vistas a una futura investigación sobre la carne de este animal. Allí le llegó una nueva oportunidad laboral. En Riobamba contactó con un amigo que trabajaba en una de las dos universidades de esta ciudad de 260.000 habitantes, también conocida como la cuna de la nacionalidad ecuatoriana.

''Antes de llegar a su universidad me llevó a la otra, a saludar a un compañero que también trabajaba en un postgrado. Cuando llegué, me encontré a la vicerrectora de investigación, me preguntó y sobre la marcha me ofreció un contrato. Era extremadamente bueno. Aproveché y vi las instalaciones, era otro mundo“, relata. Después vendría la visita a la segunda universidad, la de su amigo, y otra oferta, la segunda en menos de 24 horas. Eligió la primera y en dos semanas se instaló en la sierra.

''Hay mucha diferencia entre la costa y la sierra. En la costa son más de vivir el día a día, pase lo que pase, y en algunas zonas hay mucha inseguridad. La sierra es muchísimo más segura, la gente es más sistemática, más culta y, por lo menos, hay procedimientos en los trámites burocráticos“, asevera Davinia, que reconoce que el nivel formativo en Ecuador es aún muy bajo. ”Forman más técnicos que pensadores y no conciben eso de hacer un gran esfuerzo para sacar las cosas adelante, se limitan a cumplir su horario“, dice.

La joven doctora grancanaria descarta el regreso a las Islas en un futuro próximo. Se ve viviendo en Ecuador, por lo menos, la próxima década. ''No termino de ver la posibilidad de volver. Si me hubiera quedado, no habría podido avanzar. En Ecuador me dan proyectos, dirijo a personas, doy cursos... Eso me da currículo y me va a ayudar para que cuando vuelva por lo menos pueda competir con lo que ya hay aquí“, sentencia Davinia, que ha aprovechado las fiestas navideñas para casarse con su pareja y para intentar cerrar algunos acuerdos de colaboración con la ULPGC.

Noé Rodríguez

“A pesar de las cosas negativas que pueda tener Ecuador, a diferencia de España aquí sí puedo vivir dignamente de mi profesión”. Noé Rodríguez enarbola un discurso muy crítico con los dirigentes políticos españoles, a los que acusa de falta de sensibilidad, talla y aptitud. Se considera un exiliado a quien forzaron a partir de una tierra hacia la que siente un gran apego.

Noé se licenció en Veterinaria por la ULPGC en 2006 y se doctoró en la misma universidad en 2012. A finales de ese año, recién cumplidos los 29, viajó a Ecuador tras un intento fallido de acceder a una universidad chilena. Entonces trabajaba de comercial en una empresa de higiene ambiental y químicos. ''La posibilidad surge a través de un compañero, también doctor, que iba a irse y me avisó por si me podía interesar. Me dio el contacto y escribí un correo justo cuando ya tenía planes y billetes para irme a Irlanda a indagar sobre trabajo. En cuestión de horas me respondieron y tuve que decidir si iba o si me quedaba“, recuerda.

Los inicios en el país andino no pudieron ser más complicados. Noé se instaló en la provincia de Bolívar, en el centro de Ecuador, donde comenzó a trabajar en una universidad estatal. Durante el tiempo en el que permaneció en este centro se sucedieron los atrasos en los contratos y los pagos e incumplimientos de las condiciones que había pactado antes del viaje. Además le imponían unas exigencias que, según explica, no podían ser cumplidas por las deficiencias que presentaba la universidad.

En septiembre del año pasado decidió marcharse de Bolívar y encontró acomodo en Riobamba junto al mismo compañero que le había avisado de la oportunidad de ir a Ecuador. Actualmente trabaja en la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo, universidad en la que imparte docencia en la carrera de Ingeniería Zootécnica. Mientras busca financiación para realizar una investigación sobre las vicuñas, un mamífero originario de los países andinos, la universidad le ha asignado la dirección y el asesoramiento de dos tesis de grado, requisito necesario para que los estudiantes puedan titularse como ingenieros zootecnistas.

''A nivel de investigación está todo en pañales en Ecuador (la inversión en I+D+i es de casi el 0,50%, similar a Canarias). El nivel de los estudiantes de la universidad ecuatoriana es muy bajo con respecto a la media de España, de lo cual es responsable sobre todo la educación preuniversitaria. Ello supone que muchas veces se tiene que adaptar la docencia al nivel de lo que sería un instituto en España“, relata Noé, quien matiza, no obstante, que el país se encuentra inmerso en un proceso de reestructuración que ha llevado incluso al cierre de algunas universidades que no cumplían los requisitos mínimos.

En su opinión, estos cambios repercutirán con el tiempo en la mejora progresiva del nivel de educación superior del país: “Ecuador está intentando hacer un esfuerzo importante para que se fomente la investigación, partiendo de cero, todo lo contrario de lo que ocurre en España con las políticas erróneas tan evidentes que fomentan los iluminados que nos desgobiernan”.

En cuanto a la forma de vida, Noé reconoce que le han impactado los contrastes y que le cuesta entender algunos aspectos del temperamento de los ecuatorianos. “Supone una lucha diaria porque no encuentras toda la formalidad a la que uno está acostumbrado, muchas veces veo una falta de conciencia de responsabilidad en muchos ámbitos y existe eso que aquí llaman viveza criolla, que básicamente es aprovecharse de las situaciones sin importar quien salga perjudicado, lo cual te exige estar siempre alerta”.

Este joven emigrante grancanario anhela regresar a las Islas, pero en su horizonte más cercano sigue apareciendo Suramérica. “No se me quita de la cabeza volver desde que la situación mejore, pero creo que no será en un tiempo inferior a diez años. Quiero dedicarme a alguna actividad que me permita vivir dignamente y feliz, aunque no esté relacionado con la docencia o la investigación”, señala el joven doctor, que echa de menos a la familia y a los amigos, pero también “un cachito de queso curado de cabra, una romería y echar una parranda con la guitarra y el timple”.

Mientras aguarda a que llegue la oportunidad de volver a su tierra, Noé se ha fijado tres objetivos para aprovechar su estancia en Ecuador: aprender, hacer currículo y ahorrar.

Simón Rodríguez y Tara Niño

Una trama de película de cine negro sorprendió a esta pareja grancanaria nada más llegar a su destino: la ciudad de Jipijapa, la misma en la que había aterrizado un año antes Davinia.

Simón Rodríguez (35 años) y Tara Niño (32), licenciados en Veterinaria los dos y doctora en Reproducción Animal ella, comenzaron a trabajar en la universidad de este cantón de la franja costera de Ecuador en mayo de 2013. Un mes antes, un profesor había fallecido tras recibir un disparo en la cabeza en la puerta de su casa. En junio, el fiscal que investigaba este suceso también fue asesinado a balazos.

Poco después se supo que el profesor estaba realizando pesquisas sobre un desfalco de dinero público en la institución universitaria y que había rechazado un intento de soborno de las altas instancias. El rector del centro y dos de sus hijos fueron señalados como los autores intelectuales del crimen del fiscal y acabaron en la cárcel. La universidad fue intervenida.

“Ahora están empezando a rodar cabezas de los altos cargos, Hay profesores que llevan más de un año sin cobrar y se han puesto en huelga. Lo nuestro ha sido estar en un sitio equivocado en el momento menos indicado”, explican Simón y Tara, ya en Gran Canaria tras siete convulsos meses en Jipijapa, la localidad originaria de los famosos sombreros panameños.

La pareja había decidido seguir los pasos de algunos de sus compañeros de carrera y emprender el viaje al país andino de la mano de un intermediario ecuatoriano residente en Madrid. “Me convenció el sueldo”, afirma tajante Tara. La universidad le ofrecía un puesto como docente investigadora por 2.000 dólares al mes, un sueldo muy alto para el nivel de vida en la región. Simón también fue contratado como personal técnico docente.

Por esas fechas él trabajaba en una ONG como captador de socios y ella como veterinaria de campo, en régimen de autónomos. ''Vivíamos con 300 euros en una casa de mis padres, sin pagar alquiler“, asevera Tara. ''Aquí no se valora el título, allí va delante de ti”, apostilla.

La enrevesada trama de corrupción que sacudió la universidad no fue el único sobresalto que padecieron en Jipijapa. A finales de noviembre les rescindieron el contrato tras descubrir que el intermediario les había llevado a Ecuador mediante un convenio firmado de forma “irregular”.

A pesar de estas experiencias negativas, Simón extrae una lectura positiva de su aventura ecuatoriana y recuerda con especial cariño una de sus últimas anécdotas en el país, ya en el camino de regreso: ''El taxista que nos llevaba nos dijo que había escuchado en la radio que en la parroquia (barrio) de Julcuy, donde yo trabajaba, estaban empezando a comercializar carne de cabra. Fue un proyecto que armé yo dentro de una actividad de vinculación en la comunidad, en la que se vuelca de forma práctica en la sociedad todo el potencial de la universidad. Ellos tenían la cabra como quien tiene a un perro, no sabían qué darle de comer, no tenían esa cultura. Yo intenté echarles un cable para cambiar esa visión y de lo poco que conseguí fue que empezaran a generar economía por ellos mismos“.

Actualmente los jóvenes grancanarios tienen sobre la mesa dos ofertas de empleo para regresar a Ecuador, una de ellas en Quito, la capital, y otra en Cuenca, en la sierra, donde las condiciones son mucho más favorables que en la costa. Tara ha solicitado una beca Prometeo para retomar su actividad investigadora en el terreno de la reproducción animal y una universidad de Cuenca ya ha mostrado interés en incorporarla a su plantilla.

''Sólo me plantearía volver con la beca. Son 4.500 dólares libres de impuestos durante un año. Los seis primeros meses te dan hasta 500 dólares para pagar hospedaje, hasta 1.000 para pasajes y 3.000 para la sanidad, además de pagarte congresos“, apunta Tara.

Simón reconoce que le gustaría más quedarse en la Isla, pero tampoco le importaría regresar a Ecuador si las condiciones son ventajosas. ''Hablando con los compañeros, todos coincidimos, llegamos a la misma conclusión. Nadie quiere irse de su tierra porque sí, es por necesidad, por las circunstancias económicas o porque a tu país no le interesas, nadie estaría aguantando esto si en España te brindaran la oportunidad de un trabajo digno“, zanja.

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