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El 'Programa Daniela': un cambio de visión sobre el consumo de sexo de pago

Una mujer ejerciendo la prostitución.

Nanda Santana

Las Palmas de Gran Canaria —

Pasó septiembre. Un mes de inicio, de rentree, en que se retoma la actividad laboral, comienza el curso político y también el escolar; el mes en que llega el otoño. Será por eso que se nos suele pasar por alto que también es el mes para reflexionar sobre uno de los negocios más lucrativos del mundo, junto al narcotráfico y la venta de armas: el tráfico y la trata de mujeres y niñas -niños también, pero en un porcentaje que no llega al 2%- con fines de explotación sexual. Nos lo recuerda anualmente su Día Internacional, que se celebra el 23 de septiembre porque fue en esa fecha de 1913 cuando se promulgó en Argentina la primera norma legal en el mundo contra la prostitución infantil, la Ley Palacios. En 1999, y a instancias de la Conferencia Mundial de la Coalición contra el Tráfico de Personas en coordinación con la Conferencia de Mujeres de Bangladesh, llegaría la declaración del Día Internacional contra la explotación sexual y la trata de personas.

En Gran Canaria hay varias organizaciones que trabajan en el lento y largo proceso de devolver la dignidad, la autoestima y la vida a mujeres -casi adolescentes algunas- que han caído en las redes de la trata y la prostitución forzada: Cáritas Diocesana con el Centro Lugo, Villa Teresita, Médicos del Mundo y Oblatas del Santísimo Redentor con el Programa Daniela, que lleva en marcha siete años en Gran Canaria. Las impulsoras de este último -las propias religiosas y un equipo multidisciplinar de psicólogas, trabajadoras sociales, educadoras, abogada y voluntariado- piden a día de hoy una Ley nacional que haga más efectiva la lucha contra esta lacra. También un cambio de visión sobre el consumo de sexo de pago. Y una transformación de la mirada de la ciudadanía para “ver las secuelas de la violencia vivida por mujeres que dejaron sus países en busca de mejores oportunidades y vieron sus sueños truncados al ser engañadas y explotadas a través de la prostitución”, señalan. “Además -insisten- lo de menos es si la trata ha desbancado o no al narcotráfico en este triste trío de negocios millonarios; lo que hay que destacar es la estrecha relación entre aumento de la demanda de prostitución y trata. Es el mercado el que quiere y elige los productos; por eso está disminuyendo la edad de las chicas que traen las mafias. Es importante sensibilizar a los jóvenes y alertar de las consecuencias de normalizar la prostitución como un trabajo más, como una opción de ocio. Esto les hace cada vez más insensibles y sin capacidad de empatía con esa persona que por su situación de vulnerabilidad (por necesidad económica, adicciones…) ha visto en la prostitución una forma de vida. Tampoco hay que olvidar las consecuencias psicológicas y las secuelas que deja la prostitución, que es toda una escuela para interiorizar las relaciones de desigualdad”.

Hacer de altavoz para buscar respuestas conjuntas

Conocida como la esclavitud del siglo XXI, la trata mueve, según datos de la OIT, unas ganancias ilícitas de unos 32 billones de dólares al año, de los cuales el 76% proviene de la explotación sexual. “Es una realidad oculta que es importante hacer visible”, explica Carolina Ortega, trabajadora social del Programa. “Normalmente leemos o vemos que la Policía ha liberado a mujeres explotadas por una red de trata y pensamos que eso no nos atañe, que es algo que se da en la Península o en otros países. Lo cierto es que también ocurre en nuestras islas, pero somos pocas las personas que nos damos cuenta de que todo eso sucede muy cerca: en la calle de al lado, en un piso vecino nuestro, en el bar de la esquina, en la playa donde nos bañamos. Y aún somos menos quienes decidimos hacer algo por y para las mujeres y niñas víctimas de este flagelo. Por eso es importante tener conciencia para reconocer que a nuestro lado puede haber una mujer que está siendo víctima por trata o explotación sexual y es nuestro deber denunciarlo a la Policía y ayudarla. Lo que no se nombra no existe. De ahí que el mensaje sea visibilizar, pues en Canarias es una realidad poco conocida. Desde Oblatas, mediante el Programa Daniela, queremos ver, mirar, escuchar, acompañar y acoger a las mujeres que están siendo víctimas. Y ser transmisoras y altavoces de esta realidad, a fin de exigir y buscar respuestas conjuntas desde Estado, organizaciones civiles y ciudadanía”, concluye Ortega.

El Protocolo de Palermo de la ONU define la trata de personas como “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Una explotación que incluye, como mínimo, la prostitución u otras formas de explotación sexual, los trabajos forzados, la esclavitud o las prácticas análogas, la servidumbre o la extracción de órganos”.

España es uno de los principales países de destino y tránsito de Europa de sus víctimas, según Naciones Unidas. En 2016 el Ministerio del Interior detectó 12.419 personas en riesgo de ser víctimas de trata con fines de explotación sexual, aunque sólo se llegó a identificar a 591, nueve de ellas menores de edad. Ese mismo año fueron detenidos en distintas operaciones policiales 348 traficantes, principalmente procedentes de Rumanía, Nigeria y China.

“Las redes extienden sus tentáculos por todo el planeta. Solemos pensar que las esclavas sexuales son de África o Asia. Pero también hay europeas, y españolas entre ellas. De hecho, las últimas chicas que atendimos este verano eran checas -cuenta Carolina- y venían, cómo no, engañadas por una falsa oferta de empleo. Tenían tan solo 19, 21 y 23 años, viajaron con toda la ilusión de trabajar como camareras y terminaron siendo obligadas a prostituirse en un local de alterne de la provincia de Las Palmas. En nuestra casa de acogida han compartido espacio con otras mujeres con historias similares, provenientes de Nigeria, República Democrática de Congo, Rumanía y Colombia: venían buscando mejores oportunidades que en sus países de origen y han terminado encontrando pesadillas en suelo español”, asevera.

Casas de acogida y pisos de autonomía

Si a nivel global y europeo las cifras son inquietantes, la realidad en territorio español no es menos alarmante. Los datos recabados por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad suman 10.091 personas con edades comprendidas en un 80% entre los 18 y los 35 años. En cuanto a origen geográfico, Rumanía es el país con mayor número de víctimas (32%), seguida de Nigeria (27%), República Dominicana y Brasil, ambas con un 5%, Bulgaria y Paraguay, con un 4%.

En Canarias no existen datos concretos para determinar la magnitud de la problemática de la trata pero sí de la prostitución. “Por nuestro trabajo -explican en Daniela- sabemos que hay muchas mujeres que acceden a este mundo y que cada vez el uso de estos servicios está más normalizado. Según el Diagnóstico de la Prostitución de Mujeres en Canarias, de Esther Torrado, entre 2.000 y 3.000 mujeres ejercen en estos momentos la prostitución, muchas de ellas obligadas”.

Ante esta problemática, desde el Programa Daniela apuestan por la implantación de un Protocolo Insular y Autonómico de Actuación Institucional para adoptar medidas de prevención, investigación, tratamiento y coordinación con las entidades que llevan años asistiendo a las víctimas. Además, apelan a la responsabilidad política y social para un abordaje integral del complejo fenómeno de la prostitución y la trata de personas con fines de explotación sexual. Asimismo, piden más medios para poder seguir garantizando la asistencia, recuperación, alojamiento y acompañamiento integral de estas mujeres.

A día de hoy, el Programa Daniela cuenta con una Casa de Acogida y el Piso de Autonomía que tienen en Gran Canaria. La primera tiene capacidad para 15 personas (mujeres y menores), y en estos momentos aún residen en ella 4, tras la vuelta a su país de las tres jóvenes checas que atendieron este verano. El piso, que se inauguró tras los cinco primeros años de andadura del Programa, se propone dar continuidad al trabajo iniciado en la casa, apoyando el empoderamiento de sus usuarias y dotándolas de mayor seguridad y autonomía de cara a la inserción social y laboral, y el retorno a una situación de normalidad e independencia. En estos momentos lo habitan dos nigerianas y una congoleña.

Por último, desde Daniela insisten en la importancia y repercusión del trabajo en red, de la colaboración y coordinación entre entidades públicas y privadas, del papel de los medios de comunicación y de la trascendencia de un buen uso de la tecnología como herramienta potentísima para la sensibilización y la transformación social.

Mabel Lozano: cine para concienciar

A nivel nacional, son especialmente conocidas la labor de la actriz, cineasta y activista Mabel Lozano y la acción de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (APRAMP). Lozano ve con especial preocupación la frivolidad con que los jóvenes contratan servicios sexuales, ignorantes de que detrás de una meretriz puede haber una mujer traficada. La actriz, que lleva más de una década concienciando mediante sus documentales, busca desde detrás de la cámara educar y transmitir realidades complejas.

En 2016, su documental Chicas Nuevas 24 horas fue nominado a los Premios Goya, y en el contexto de este proyecto presentó el pasado 18 de septiembre su último trabajo, una aplicación que da acceso a un videojuego gratuito, Chicas nuevas 24 horas: Happy, con el que pretende concienciar a adolescentes de entre 14 y 18 años de que ser partícipe de la prostitución es una forma de delincuencia. “Los jóvenes no saben absolutamente nada del delito que supone la trata de personas y encima lo relacionan con el ocio”, declara.

Con #Exit pretende llegar a ellos a través del lenguaje al que están habituados como nativos digitales que son. La activista lo define como “un videojuego lleno de aventuras y de emoción, a través del cual los jóvenes se pondrán en la piel de Happy, una nigeriana de 19 años”, cuya experiencia tendrán que seguir a través de la app: sus orígenes en África, su viaje en patera hasta España y sus vivencias en este país.

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