El abandono del Pico de Bandama

Aquel bazar que había en el pico de Bandama, que era una concesión que se le hizo a Juan Espino Morales el 19 de enero de 1955 se encuentra cerrado y tapiado desde el año 1999, pese a la lucha que llevó a cabo Olga Espino, hija y heredera de este empresario. Ella recorrió todas las administraciones posibles para que se reconocieran sus derechos, que el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria pisoteó. Esa lucha se extendió también al litigio sobre la construcción de un restaurante en terrenos que había comprado el señor Espino, antes de que se declarara aquella zona como espacio natural protegido.

Es una lástima que este lugar tan concurrido durante todos los días del año no tenga allí un lugar donde los visitantes puedan tomar un café, un refresco, o comprar algún recuerdo de la isla de Gran Canaria. Incluso podría tomarse como punto de partida para senderistas que quieran introducirse en el cráter o realzar caminatas en los alrededores. Es bastante lamentable, como casi todo lo que ocurre con lugares tan emblemáticos de la isla como son el mirador del Helechal, en Valsequillo, o el de Montaña Cabreja en San Mateo, o en otros miradores con una inmejorable situación y excelentes vistas como el del Lasso o el de Altavista, en Las Palmas de Gran Canaria, o la Cilla de Artenara.

Los turistas suben al mirador del pico de Bandama, entre otras razones, para contemplar el mayor cráter volcánico de la isla; o las fantásticas panorámicas que de allí se divisan e incluso por motivos gastronómicos, ya que en las faldas de esta montaña se halla un restaurante, con una selecta cocina (e inmejorable panorámica), con una interesante arquitectura “racionalista” y que ofrece, además, una muestra de vinos elaborados en aquella comarca.

La Casita del Mirador de Bandama, como se denominaba al mencionado bazar, estuvo regentada durante más de 30 años por la citada Olga Espino. En una carta dirigida al entonces alcalde de Las Palmas, José Manuel Soria, Olga Espino subrayaba el nivel de calidad en trato a los visitantes a los que suministraba información, en tres idiomas, sobre aquel distrito del municipio de la capital grancanaria, e incluso sobre ocio marítimo acuático y pesca deportiva de los municipios de Mogán o San Bartolomé. Así mismo, le comentaba al alcalde el desinterés municipal por mantener en condiciones aquel lugar tan emblemático, por lo que ella misma ejecutaba la limpieza, no sólo del entorno del mirador, sino el de la vía pública, al tiempo que plantaba y regaba las especies endémicas y flores que su familia había puesto allí. Era y es un paraje que amaba desde su niñez y que seguirá defendiendo, pese a los inconvenientes que ha encontrado.

La Dirección General del Patrimonio del Estado desafectó la propiedad del mirador de Bandama en el año 1991 y le ofreció su venta a la familia Espino, según informaba en el Diario de Las Palmas, Cristina Spinola el 22 de junio de 1999. Se le exigía el ingreso del 25% de su valor total. Se produjeron entonces ocho años de espera para que se acometiera la compraventa. Pero, cuando ya se vislumbraba una solución al conflicto, el concejal de Urbanismo en el Ayuntamiento capitalino, Rafael Molina, paralizó ese mismo año su adquisición. Anteriormente, el Ayuntamiento nunca se había interesado en ese local.

El mirador fue diseñado por los hermanos Martín de la Torre y una reforma que se pretendía hacer por el proyectista Suárez Valido no se llegó a realizar. El proyecto de ampliación y mejora del mirador, que fue encargado por Juan Espino en 1957, siguiendo las indicaciones del gobernador civil de entonces, Honorato Martín Cobos, fue paralizado y colapsado por el delegado de la Junta Provincial de Turismo, Eduardo López Merino.

En la carta que dirigió al alcalde, Olga Espino exponía su deseo que seguir al frente del bazar, ya fuera como concesión o como título arrendaticio por parte de la corporación municipal.

Lo cierto es que aquel lugar tan emblemático, que estuvo en el punto de mira del artista César Manrique para realizar allí uno de sus diseños arquitectónicos se fue deteriorando por la incapacidad del Ayuntamiento y de la Consejería de Medio Ambiente de Canarias para conservarlo y vigilarlo. Según Olga Espino, en unas declaraciones al Diario Las Palmas en diciembre de 1998, la inseguridad en el Pico de Bandama era alarmante. “Por las noches, los coches de amantes parejas dejan preservativos y kleenex en todo el espacio protegido, mientras los atracos y robos se producen de forma periódica”. Ciertamente aún pueden verse las señales de varios butrones realizados por los ladrones en la casita-mirador. Además, se produjeron actos vandálicos, rompiendo plantas, dejando toda clase de porquerías en el lugar, o aparecían de vez en cuando jaurías de perros abandonados, algunos de ellos enfermos y hambrientos. Los visitantes podían ver este estado lamentable de abandono o sufrir las consecuencias de la falta de vigilancia, ya que dejaban confiados objetos personales en los coches y se llevaban la sorpresa de que habían desaparecido cuando volvían a su vehículo.

Por su valor geomorfológico y panorámico el lugar tendría que estar constantemente mimado y cuidado, convirtiéndolo además en un centro de interpretación que hable de sus características, de su flora y fauna y de la historia de su entorno.

Para la preservación de esta zona Olga Espino ha creado una asociación denominada Defensores del Espacio Natural Protegido de Bandama, de la que es vicepresidanta la concejal del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Nardy Barrios.