Alberto García Ortiz es cineasta, ganó junto a Irene Yagüe el Premio del Jurado en la sección nacional de Documenta Madrid por el largometraje La Grieta, que cuenta la historia de dos mujeres del barrio madrileño de Villaverde a quienes quieren echar de sus pisos de protección oficial, después de que el gobierno local los vendiera a fondos de inversión extranjeros en 2013. Alberto, actualmente, sigue dedicándose al cine, pero desde hace unos días ya no puede subtitular películas en su casa de Agaete porque no tiene luz. Las placas fotovoltaicas de suministros fueron arrancadas, junto con la puerta principal del portal de su edificio y una de las barandillas. Sin saber por qué y sin cumplirse a la inversa el poema de Niemöller, vinieron a por él. Ahora la grieta está en su casa y no puede continuar pagando el alquiler a su casera porque es a ella a la que el empresario propietario de todo el edificio le está mandando el recado para que se vaya.
El empresario, muy popular y conocido en el norte de Gran Canaria, compró el inmueble con “bichos dentro”, que es como en esa jerga se refieren a las viviendas que se compran con personas residiendo en su interior. Una vez se soluciona el problema de “los bichos” y se reacondicionan las casas, pueden volver al mercado a un precio superior o para una explotación de alquiler vacacional. “La persona propietaria del edificio contrató una empresa de desokupa, tapiaron las puertas de los edificios que estaban vacíos y de los tres vecinos que quedábamos, dos se han ido ya porque nos han cortado el agua y la luz”, explica Alberto a los medios de comunicación en el portal sin puerta de la que ha sido durante tres años su casa. “No sé a dónde ir, esto es pura intimidación, que vengan aquí sin una orden judicial a amedrentar a los vecinos que pagan legalmente sus alquileres con contratos es vigor, me parece una verdadera injusticia”, denuncia.
La casera se ofreció pagarle un hotel para que no se quedara en la calle, pero él “no quería dejar solos a sus dos gatos”, nos cuentan los amigos de Alberto, que no le han dejado solo a él. El cineasta atraviesa sin darse mucha cuenta por los días más complicados de su vida, encendiendo velas para iluminar su casa, y duchándose en el gimnasio.
El inquilino explica que se ha denunciado en la Guardia Civil, tanto el corte de luz como los actos vandálicos en el portal y el tapiado de puertas “y me falta poner otra denuncia por coacciones, pero me da miedo salir de casa y que puedan entrar de desokupa”.
Cuando le preguntamos a Alberto sobre la ironía que entraña que él denunciara a través de una película el drama de los desahucios y él hoy se enfrente a uno, nos responde contundente: “Eran desahucios sobre viviendas públicas, con su comitiva judicial y su orden de ejecución”. Asegura que el trauma es el mismo y que se agrava por las “tácticas mafiosas” empleadas. “Los desahucios son un shock que no le deseo a nadie”.
El director de cine cree que en torno a la especulación urbanística que, en esta ocasión, sufre su casa hay toda una “batalla cultural que están intentando ganar los poderosos para no perder privilegios”.
Desde este periódico hemos intentado contactar con el empresario que las fuentes señalan como propietario del inmueble y hasta ahora no nos ha sido posible.
Actualmente, entre todos los afectados han interpuesto hasta ocho denuncias. “Estando la Policía Canaria fuera y Desokupa dentro, vinieron dos propietarios y no les dejaron pasar con la connivencia de las autoridades”, explica Alberto. “Esos dos pisos que tienen ellos fueron tapiados con puertas de metal”. A corto plazo, Alberto pide una alternativa habitacional donde pueda vivir con sus dos gatos e intentar que cicatrice la grieta que nos recuerda a todos que nadie está a salvo de que le tapien la puerta.