La portada de mañana
Acceder
La guerra entre PSOE y PP bloquea el acuerdo entre el Gobierno y las comunidades
Un año en derrocar a Al Asad: el líder del asalto militar sirio detalla la operación
Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

Alegría y desolación tras la vuelta a casa

Animales abrasados, fincas y palmerales quemados y algunas casas calcinadas fueron las primeras imágenes que vieron este martes por la noche los miles de vecinos que regresaron a sus viviendas, a pesar de que no era recomendable, en los municipios de Mogán y San Bartolomé de Tirajana, los más afectados por el incendio de Gran Canaria.

Ante esas primeras escenas devastadoras de pueblos desiertos y fantasmales, algunos sin signos de vida, sin luz ni agua, los sentimientos de los afectados estallaron con ambivalencia: la enorme alegría de quienes vieron indemnes sus propiedades contrastaba con la maldita desolación de los que habían perdido sus casas o propiedades queridas a causa del fuego.

El rastro de los gases que aún perduraban en algunas zonas, las altas temperaturas y la posibilidad de una reactivación del fuego fueron los principales inconvenientes que retrasaron la autorización para subir a los pagos rurales de Fataga y Ayagaures, dos de los pueblos más afectados por las llamas.

En la subida a Fataga, los vecinos fueron presa de los nervios y provocaron serios enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y los concejales que se encontraban en la zona, quienes se mostraron impotentes para calmarlos.

Tras varias horas de ira, una caravana de casi trescientos coches compuesta por vecinos, agentes de policía y sanitarios se acercó al pueblo ubicado entre dos cordilleras de montañas, cuyo panorama era desolador, ya que a pesar de la hora (las 00.30 horas) la luna llena permitía divisar las grandes extensiones de verde convertidas en jirones de negro fúnebre como furgones funerarios.

Una vez en el pueblo, algunos de los habitantes festejaban con algarabía el buen estado en el que se encontraban sus casas, comercios y otros lugares, donde las llamas sólo alcanzaron fincas y casas exteriores.

Por eso permanecieron hasta altas horas de la madrugada en la plaza del pueblo comentando el suceso.

La desgracia

Otros ciudadanos no corrieron la misma fortuna: en la desgracia regresaron a sus predios los vecinos de Cercados de Araña o Ayagaures, lugares que en los que dejaron sus fincas regadas al salir y los animales provistos de alimentos para varios días. Sin embargo, la imagen que encontraron a la vuelta, agravada con los oscuros del amanecer, fue la de un pueblo desierto, con una mezcla de olor a quemado y animales muertos.

Tan sólo se oía a lo lejos a un gallo que se esforzaba en anunciar el nuevo día. De esta forma, el gallo que se salvó de la tragedia testimoniaba su supervivencia.

Los miles de vecinos desalojados en Gran Canaria contaban de madrugada las pérdidas sufridas mientras se ponían manos a la obra para restaurar las zonas afectadas, ya que la agricultura y ganadería a pequeña escala era, hasta ahora, su forma de vida. Algunos tuvieron que ser atendidos por psicólogos.

En el municipio de Mogán siete casas quedaron totalmente calcinadas, una localizada en Veneguera, cuatro en Barranquillo Andrés y Soria, y dos en el Valle de Mogán, lugar éste último por donde las llamas pasaron de largo sin dañar la estructura interna de las viviendas.

Ya con las primeras luces del día, los habitantes de estas zonas continuaban sus esfuerzos por borrar, dentro de las posibilidades, las huellas que las llamas dejaron en su viviendas, fincas, corrales y propiedades.