La agricultura intensiva, el crecimiento turístico incontrolado, la expansión y posterior urbanización de los pueblos o la implantación de parques eólico han hecho que los ambientes desérticos de Canarias se hayan convertido en testigos de la resiliencia de la vida que se desarrolla en condiciones muy extremas. Enormes llanuras donde la actividad se deja ver tímidamente, ecosistemas caracterizados por su aridez y sequedad, acompañados de la calidez de sus temperaturas, arenales, dunas… Espacios conocidos -o confundidos- en Canarias por ‘secarrales’ que forman una comunidad de gran importancia por su alto porcentaje de endemismos, tanto animales como vegetales, y que cada día se tienen que enfrentar a un sinfín de amenazas que les hace peligrar su existencia.
En Canarias hay grandes ambientes desérticos que encaran el desconocimiento por parte de la población de su enorme valor natural y geológico. Estos espacios concentran un elevado número de animales y plantas exclusivos de las Islas, especies que han evolucionado para adaptarse a vivir en esas condiciones extremas. “Son tan valiosos como un pinar canario o un bosque termófilo y se les está dando trato de solar”, subraya el naturalista y fundador de Azaenegue Naturalistas Daniel González. Se pueden detectar principalmente en Fuerteventura y Lanzarote, así como en las islas e islotes que forman el Archipiélago Chinijo y en las vertientes sur de las islas capitalinas, Gran Canaria y Tenerife. Y dentro de cada uno de ellos se dan microambientes como los jables, llanos pedregosos y arenosos, tabaibales, cardonales…
Son unos de los puntos de abastecimiento más frecuentados por las miles de aves que cada año cubren la ruta migratoria que une África y Europa, especialmente en las Islas más orientales y el sur y sureste de Gran Canaria. Durante la primavera cuando salen en busca de comida con condiciones más favorables hacia el Ecuador y el Sahel, y en la vuelta para reproducirse en el sur de Europa, llegando muchas de ellas a desviar su ruta hacia las islas orientales. “Estas zonas desérticas son ocupadas por esas especies, algunas de ellas se quedan a pasar el invierno completo y otras son las aves sedentarias, las que pasan aquí todo el año”, apunta González.
Al enumerar las amenazas que sufren estos espacios se pueden englobar todas en “destrucción y degradación de su hábitat”. La destrucción se provoca con la urbanización de los pueblos y esta se implanta con todo lo que ello conlleva: tendidos eléctricos, nuevos habitantes en la zona, paseos en bicicleta, motos… Incluso otras especies animales que tienen un gran impacto como los perros y gatos, pues localizan huevos, pollos y son capaces de depredar sobre adultos, diezmando las poblaciones. Se trata de aves mayoritariamente esteparias -nidifican en el suelo- y el transitar de la gente y animales hace que los espacios dejen de tener condiciones para que las aves se reproduzcan.
Otro de los problemas son las macroplantas fotovoltaicas y eólicas, ocupan una gran superficie y vienen acompañadas de tendidos eléctricos con las nuevas redes de distribución. Todo ese cableado se convierte en una trampa para las aves que hacen recorridos nocturnos y colisionan con estas infraestructuras. “Un tendido eléctrico que permanece de por vida puede ser la causa de muerte de cientos de aves en un corto espacio de tiempo”, afirma. La caza furtiva es una amenaza ocasional, pero todos los años en la época en la que la veda está abierta se da algún percance. A ello se suma el daño que causan especies introducidas como la culebra real en Gran Canaria, las ardillas en Fuerteventura e, incluso, las cabras en esta Isla, así como los erizos. “Todas las especies exóticas introducidas son parte del problema”.
Las plantas que ofrecen refugio a otras especies
Pero los ambientes desérticos no solo son hogar para especies animales, también para vegetales, pues sin las plantas los animales no podrían sobrevivir en ellos. La particularidad que tienen las Islas Canarias es que se encuentran en mitad del océano, por lo que las especies que llegan tienen “una fuerte presión para evolucionar y distinguirse del continente”, señala la bióloga botánica Atteneri Rivero Quintero. “Las plantas se mueven pero son sésiles -no poseen movilidad propia- llegan y se instalan en el sitio, eso favorece que en el Archipiélago tengamos muchos endemismos únicos en el planeta”, asegura.
Destaca la importancia de los seres vivos que tienen la capacidad de vivir en ambientes “extremadamente duros” y que forman la estructura de todo un ecosistema, pues sin ellos en esos lugares no habría vida. Explica la bióloga que esas plantas tienen raíces muy profundas o largas que hacen que se sujete el suelo, además con las hojas y los tallos recogen la pequeña humedad de la noche, y si están cerca de la costa reciben el spray marino y la transforman en pequeñas gotas. “Contribuyen a que ese territorio pueda tener agua y suelo, que ahora mismo con el cambio climático nos estamos enfrentando a la pérdida de suelo, y sin suelo no podríamos vivir, tanto para la agricultura como para sustento de nuestra vida cotidiana”, apunta. Además de ello, ofrecen refugio a otras especies.
En este tipo de ambientes se pueden encontrar endemismos como los cardones, que han tenido modificar su cuerpo para tener almacenaje de nutrientes y agua, la lechetrezna de la mar (tabaibilla pequeña), que es muy abundante verla en Fuerteventura y se ha llegado a ver en El Médano, Tenerife. “La he podido ver en Montaña Roja, pero llevo tres años saliendo a buscarla y no le encuentro, ha desaparecido por la presión a la que se enfrenta la zona, con un pueblo masificado al lado”, lamenta Rivero, y detalla que es una especie que vive en el continente, en lugares desérticos, pero si se dejara aquí podría derivar en una especie que fuera única en Canarias.
Comenta la bióloga que existe una planta “muy importante” en estos ecosistemas que es la Traganum moquinii, una especie protegida por el Gobierno de Canarias que es “estructurante”, ya que genera hábitat. “Gracias a esta planta hay dunas y beneficia a las personas porque es el primer frente de batalla cuando hay temporales marítimos, hace de muro de contención, protegiendo incluso a nuestras casas”. Como especie “única en el mundo” está el limonium bollei (siempreviva de saladar) en Isla de Lobos, en un ambiente desértico donde hay penetración de agua marina.
Al igual que los animales, las plantas se enfrentan a muchas amenazas. A las anteriormente nombradas se suman los pisoteos en las playas, donde se ponen las toallas encima, el cambio climático y la consecuente subida del mar… “Aunque la temperatura le favorezca porque están acostumbradas a vivir con temperaturas muy altas, se van a ver reducidas por ese aumento del nivel del mar, pues no están preparadas para vivir fuera de los ambientes desérticos”. Rivero cree que el problema está en que la gente no conoce la importancia de estos ambientes, por ello en muchas ocasiones prefieren ver un hotel.
La conciencia y divulgación, claves para protegerlas y recuperarlas
Ambos expertos coinciden en que se debe hacer un mayor esfuerzo en generar conciencia. Consideran que hay que llegar al punto en el que la sociedad canaria tenga la misma idea que existe de un pinar canario o una laurisilva para comenzar a darle ese mismo valor a las zonas desérticas. A partir de ese momento todo va a cambiar. Para conseguirlo es importante la divulgación y se entienda que lo que se está viendo “no es un secarral, sino un ecosistema donde todas las especies, tanto animales como vegetales, que viven ahí son super heroínas. Tienen muchas adaptaciones y cambios en su morfología y en su cuerpo para poder vivir en esos ambientes”, señala Rivero, quien plantea la necesidad de protegerlas, pero también de recuperarlas. “Los proyectos de recuperación son a largo plazo puestos de trabajo de calidad. Los canarios tenemos que pasar de ser trabajadores de la hostelería a trabajadores de la naturaleza”. González insiste en la mejor planificación a la hora de urbanizar y los usos del territorio, que el negocio de las renovables no siga en manos de las multinacionales y que la transición energética se haga de una manera más sensible.
Alaemon Conversación, “crear conciencia desde lo positivo”.
A principios de 2024 un grupo de amigos que forman un equipo multidisciplinar y lleva años visitando ambientes desérticos en los diferentes archipiélagos que forman la Macaronesia y el Sáhara Occidental deciden asociarse y nace Alaemon. Una asociación para el estudio y conservación de la biodiversidad y las culturas del desierto con el objetivo de generar conciencia sobre el valor que tienen estos ambientes desde el punto de vista ecológico y la cultura que gira en torno a ellos sobre la adaptación del agua, la arquitectura, aljibes, la forma de cultivar el territorio… La finalidad es intentar crear conciencia desde lo positivo, a través de la fotografía, exposiciones o charlas, explica el presidente del colectivo, Efraín Acuña.
“La idea es ir poniendo en valor estos espacios para que se conozcan, ya que una vez que se conocen es más fácil protegerlos o defender algunas zonas. La gente ignora la diversidad que hay tanto de fauna como de flora”, asegura. En estos momentos y hasta el viernes 15 de noviembre se puede visitar la exposición ‘Desiertos de vida. Biodiversidad de los desiertos canarios’ en el Centro Cultural Castillo del Romeral (San Bartolomé de Tirajana), de 17.00 a 20.00 horas. Además, próximamente habrá una charla coloquio sobre la biodiversidad de los ambientes desérticos de Canarias y sus amenazas de conservación.