Los bomberos de Vegueta supieron de inmediato que se trataba de un cadáver en avanzado estado de protefacción cuando llegaron a la puerta que indicaban los vecinos. Había moscas verdes, un síntoma inequívoco de que el fuerte olor que llegaba al descansillo de las escaleras no podía responder a otra causa. Tuvieron que entrar por la ventana del edificio señalado con el níumero 12 de la calle Doctor Sventenius, del populoso barrio de Zárate, en Las Palmas de Gran Canaria.
Los vecinos estaban alarmados y también se temían lo peor. No habían visto al morador de aquella vivienda los últimos días y llamaron al 1-1-2 ante aquel delator hedor.
Efectivamente, sentado en el salón de aquel pequeño piso de protección oficial encontraron el cadáver de un hombre de más de setenta años, que se marchó de este mundo tras encomendarse al Dios de los católicos: tenía un rosario en la mano.
Luego supieron que era su Dios porque se trataba de un sacerdote, Moisés Bravo Pérez y que, previsiblemente, había muerto por causas naturales.
De las diligencias se hicieron cargo efectivos del Cuerpo Nacional de Policía y personal del Servicio de Urgencias Canario (SUC), cuyos facultativos sólo pudieron certificar que Moisés ya había muerto.