Las empresas dedicadas al avistamiento de cetáceos, uno de los negocios verdes que han florecido en España en los últimos años, incrementan “sensiblemente” su actividad en el período estival, aunque “sujetos a una normativa estricta que protege a los mamíferos marinos en su día a día”.
Así lo explica la directora de Aventura Tarifa, Camila Sjostrom, cuyos barcos viajan junto al Estrecho frente a las costas gaditanas “con todas las precauciones para no infringir la normativa”.
El paso del Mediterráneo al Atlántico, además de las Islas Canarias, son lugares habituales para disfrutar de la visión en libertad de delfines, calderones, orcas, zifios o cachalotes, entre otros cetáceos.
Esta misma semana, un grupo de cinco orcas fueron fotografiadas apenas a dos millas al sur de la isla de El Hierro por el grupo de investigación de Cetáceos y Bioacústica de la tinerfeña Universidad de La Laguna que desarrolla un proyecto en la zona.
También se pueden ver en otros puntos de España como las costas de Vizcaya, donde el Centro de Biodiversidad del País Vasco y la agrupación ecologista Ámbar organizan la campaña Cetáceos a las 10 en aguas del mar Cantábrico.
El creciente interés por contemplar cetáceos ha animado el turismo verde en un sector que cuenta con numerosos inversores extranjeros cuyas empresas firman una “carta de calidad” para garantizar que las actividades para los avistamientos se desarrollan minimizando su impacto en el medio marino y respetando a los animales, a los que resulta “fácil acercarse”, según Sjostrom, pues “suelen actuar de manera pacífica y se acercan a los barcos sin problemas”.
Además, las manadas de distintas especies “aparecen mezcladas a menudo” ya que no existen conflictos entre ellas a excepción de casos puntuales como el de los calderones y las orcas: “los primeros suelen echar a las segundas, para proteger a sus crías”.
Los avistamientos están regulados por el Real Decreto 1727/2007 que establece medidas de protección para los cetáceos en aguas marítimas sometidas a soberanía o jurisdicción española, lo que afecta a veintisiete especies de mamíferos marinos, de las cuales más de la mitad se encuentran amenazadas.
Así, el uso del sónar está prohibido durante las aproximaciones pues altera los sistemas naturales de orientación de estos animales y el tiempo máximo de observación, una vez localizados, es de 30 minutos.
El espacio de seguridad fijado en torno al cetáceo incluye un área de aproximación de 500 metros por embarcación que, a partir de los 300, debe navegar a velocidad reducida y no puede llegar a menos de 60 metros excepto en casos de error o emergencia cuando el motor debe ser puesto en punto muerto para evitar percances con las hélices.
Esta regulación también evita la concentración de barcos en una misma zona y obliga a despejarla en caso de molestia a los animales, además de prohibir a los ecoturistas intentar bañarse con los animales, tocarlos, alimentarlos, arrojarles objetos o producir ruidos para atraerlos o molestarlos.
La Asociación Circe, que estudia las poblaciones de mamíferos marinos en el Parque Natural del Estrecho de Gibraltar, Mar de Alborán, Golfo de Cádiz y aguas del sur de Portugal desde hace más de 15 años, apuesta por impulsar la “alianza” entre “los usuarios del mar”, como las empresas de avistamiento, transporte marítimo, administraciones públicas y organizaciones locales dedicadas a la divulgación para mejorar su protección.
David Alarcón, responsable de comunicación de Circe, argumenta que “las actividades de ecoturismo son buenas pero mejor es una labor continuada de divulgación y conservación”, lo que incluye programas de voluntariado y prácticas de empresa para estudiantes como los que impulsa esta entidad, que edita todo tipo de material divulgativo al respecto.