Unos dispositivos similares a un 'marcapasos' han abierto una nueva vía al tratamiento de pacientes fármaco-resistentes
MADRID, 23 (EUROPA PRESS)
En España se estima que hay unos 400.000 personas con epilepsia, un trastorno neurológico que “se conoce desde hace mucho tiempo pero sigue siendo un enigma”, según ha reconocido el director del Instituto de Neurociencias de Alicante, Juan Lerma, ya que hasta en el 70 por ciento de los casos se conoce la causa que ha motivado su desarrollo.
“Muchos pensamos que es una especie de queja del cerebro, pero tenemos que indagar más en lo que la motiva”, según ha reconocido en una entrevista a Europa Press este investigador, cuyo centro pertenece a la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con motivo del Día Nacional de la Epilepsia.
El profesor Lerma ha apuntado que hay investigaciones que están indagando en una posible base genética de la enfermedad, “si acaso hay alguna”, ya que aunque el porcentaje de casos hereditarios es muy bajo, de apenas un 1 por ciento, la secuenciación del genoma permite buscar una relación entre alteraciones genéticas y la enfermedad.
De hecho, ha asegurado, “se piensa que la causa genética no tiene que ver con un gen sino varios, y probablemente tenga que ver con variaciones de una sola letra en el ADN, generando una susceptibilidad mayor en algunos daños”.
Lo que ya se sabe, reconoce este experto, es que la enfermedad obedece a un desbalance entre la actividad excitadora y la inhibidora. “En el cerebro hay dos sistemas, uno acelerador y otro de freno, y en el balance de ambos el coche va bien pero, cuando hay una sobrexcitación o una bajada de señales inhibidoras, es cuando se da la epilepsia”, ha explicado Lerma.
De hecho, los tratamientos farmacológicos actualmente existentes van dirigidos hacia este sistema de freno o aceleración, con el inconveniente que estos sistemas funcionan para todo, por lo que “los efectos secundarios pueden son más grandes”.
Además, en un 20 por ciento de los casos estos tratamientos no resultan eficaces y los pacientes generan resistencias, lo que obliga a buscar nuevas terapias que, actualmente, pasan por la cirugía o la estimulación eléctrica, tanto con electrodos profundos como de forma intracraneal.
La cirugía consiste en la resección del foco epiléptico y, aunque funciona en gran parte de las ocasiones, Lerma reconoce que hay que determinar muy bien la zona del foco a fin de que no afectar otras zonas cerebrales.
En cuanto a la estimulación, este experto ha reconocido que se trata de una vía terapéutica que “se está estudiando bastante” y es, ya que algunos de los dispositivos desarrollados permiten averiguar cuándo se va a producir un ataque y prevenirlo.
LOS 'MARCAPASOS' DEL CEREBRO
“Son pequeños implantes, como una especie de marcapasos, con electrodos que llegan a determinadas zonas del tálamo, y cuando se produce la actividad cerebral, aplica estimulación eléctrica e inactiva esos núcleos sin que el paciente ni se entere”, ha detallado Lerma.
De momento, ha reconocido, sólo se utiliza en pacientes fármacorresistentes y con una frecuencia de ataques epilépticos muy alta que impide llevar una vida normal, ya que se trata de un tratamiento muy invasivo.
“El problema de los electrodos implantados es que cualquier objeto introducido en el cerebro produce una reacción inflamatoria y una lesión”, ha avanzado, si bien ha destacado que se está trabajando también en los materiales a emplear para que sean “lo más inocuos posible”.
Además, esta técnica ya ha demostrado que también puede funcionar en el manejo de otros trastornos mentales, ya que “también funciona bien en casos de depresión que no se pueden revertir con medicamentos”.
El mayor obstáculo de todo ello, lamenta este experto, es que “la investigación es muy lenta y costosa”. “Esto en la vida de un paciente es desesperante, porque no se va a encontrar una solución para él, sino para sus nietos”, ha concluido.