“Ha habido malos tratos, sí, pero se están sacando las cosas de contexto. En aquellos años se pegaba, había castigos en colegios públicos, privados, en las propias casas y en la Casa Cuna, y entonces era normal. No eran malos tratos. ¿Qué estudiante de esos años no se llevaba algún golpe en los dedos con una regla si se portaba mal?”
Habla el padre Fermín Hernández Hernández, actual párroco de la Casa Cuna, quien ha escrito un libro que ya está camino de una editorial “para contar la verdad sobre la Casa Cuna. Hubo cosas malas, es cierto, algunas, pero también hubo muchas cosas buenas, muchísimas”.
Uno de los cometidos del libro, según comentó a este periódico en conversación telefónica, es limpiar la mala imagen que se está dando tanto del Hogar Sagrada Familia, de las Hermanas de la Caridad, y el de los máximos responsables de ese hospicio entre los años 50 y 70, entre ellos son Juana Alonso, madre superiora de la Casa Cuna entre 1951 y 1970, de quien algunos internos no tienen tan gratos recuerdos como el sacerdote, que también fue un acogido de esta religiosa.
Fermín Hernández asímismo niega que las “entregas” de bebés a familias adoptantes fuesen irregulares. “Todo lo denunciado son casos puntuales, ha podido haber alguna irregularidad, pero solo eso”.
Una pesadilla
Sin embargo, los testimonios de quienes han denunciado malos tratos en la Casa Cuna de Tenerife a la abogada Natalia Rodríguez Castillo, que investiga el caso, derivados de una primera denuncia por abusos sexuales que supuestamente cometió el cuidador Julio Carrillo González, han derivado en una pesadilla.
Dos personajes aparecen de forma continua en ese mal sueño: sor Juana y el chófer de la institución durante esos años, un tal don Sergio, ya fallecido, y al que al menos diez mujeres coinciden en señalar como autor de abusos sexuales continuados.
El extraño entramado de sor Juana Alonso con las familias pudientes de Tenerife y sus peculiares “reglas” para hacerse con un niño o una niña, fueron desvelados el pasado domingo en El País. No salen a relucir los castigos físicos y humillaciones que varios ex denunciantes de ese “hogar” plasman en sus testimonios.
Entre ellos, el de una mujer que recuerda que “las monjitas, como Sor Juana, Sor Consuelo, Sor Margarita y Zamora, una chica alta ella con voz grave, criada en la Casa Cuna y que gozaba de algún privilegio como cuidadora, cuando se enfadaban te ponían en sus rodillas y se hartaban a darnos nalgadas hasta dejarnos el trasero amoreteado. Tendría entre siete u ocho años”.
También que sor Juana era quien autorizaba tratos como “nos bajaban a las cuadras, cogía excrementos de los animales y nos lo ponían en la boca con un esparadrapo cruzado en la boca”. “Las cuidadoras, delante de las monjas, cogían a las niñas y nos pisaban la cabeza. Recuerdo, que como consecuencia de todo esto las niñas nos dábamos fuertemente contra la pared; a esto lo llaman en psicología el síndrome de niños institucionalizados”.
Otra denunciante asegura que “yo entré con dos años y tres meses, febrero 1959. Desde que entré estoy traumatizada: nos asustaban por la noche: yo dormía tapada con la sábana e intentaban quitármela; un día por ejemplo la superiora Sor Juana mientras yo subía corriendo al comedor me pegó una cachetada muy fuerte que casi no me caigo, hechos similares se repetían prácticamente todos los días”.