“La vergüenza tiene que cambiar de bando”. Es la contundente frase de Gisèle Pelicot, que fue drogada por su marido durante años para que numerosos hombres la violaran. El juicio, celebrado en Francia, ha conmocionado al mundo. “Gracias a todos ustedes tengo fuerzas para llevar esta lucha hasta el final. Esta lucha que dedico a todas las personas que en el mundo son víctimas de violencia sexual. A todas esas víctimas, quiero decir hoy, mirad a vuestro alrededor, no estáis solas”, dijo esta semana la víctima de estas agresiones. La violencia sexual no es aislada, es estructural y así lo evidencian los datos y lo señalan numerosos testimonios, como los recogidos estas últimas semanas en una cuenta de Instagram de una mujer canaria.
El perfil ‘hastaelKonejo’ (@hastaelkonejo) lleva desde agosto recopilando más de 500 casos de abusos, acoso y machismo a mujeres de las Islas en las que señalan a hombres de su entorno como familiares, médicos o profesores… Sus testimonios también apuntan a otros que han estado vinculados a una peña de fútbol o al mundo de la cultura. En su perfil explica que la iniciativa surgió este verano con la intención de que no se ponga el foco en la violencia sexual para relacionarla con la inmigración.
“Esto empezó ”de casualidad“. Todas sabemos que todas vivimos violencia sexual a lo largo de nuestra vida de una manera u otra. Ahora mismo se quiere atribuir la violencia sexual a los migrantes, pero esta violencia no es una novedad, es, de hecho, histórica. Además, cuando se señala a un grupo minoritario de la población, se le quita peso a las agresiones sexuales, ya que parece que son menos de las que son. Esto ha pasado siempre; lo que pasa es que la hermandad entre los hombres y el silencio de las mujeres ha permitido perpetuar este secreto a voces”, subraya la mujer que lleva esta cuenta.
Ahora mismo se quiere atribuir la violencia sexual a los migrantes, pero esta violencia no es una novedad, es, de hecho, histórica
Sostiene que “este tipo de movimientos ayuda a que sea más difícil señalar a un sector de la población para usarlo como chivo expiatorio y pone en el centro lo importante: la violencia sexual hacia la mujer, cometida por los hombres, es estructural y cultural. Lamentablemente, no existe un patrón de agresor sexual. No tienen características en común de ningún tipo, más allá del hecho de que son hombres. Si así fuera, nuestra vida sería mucho más fácil”.
Todas sabemos que son muchas, pero yo creo que no sabíamos que éramos tantas. Y tan cerca
Cree que contar estas experiencias puede resultar reparador para las víctimas. “Todas sabemos que son muchas, pero yo creo que no sabíamos que éramos tantas. Y tan cerca. Eso te da, de alguna manera, un poco de paz a ti misma. La sociedad siempre te dice que tu experiencia es culpa de la mala suerte, de tu entorno, de los amigos que te buscas, de lo que ”atraes“… Nunca se ha aceptado socialmente como una realidad común de la experiencia vital de ser mujer y creo que con este tipo de movimientos todas tenemos más visibilidad sobre la realidad de ser mujer. Ni fue mala suerte, ni es tu entorno, ni eliges mal a tus amigos, ni atraes desgracias; la violencia sexual hacia la mujer es algo estructural y cultural y forma parte de la experiencia vital”.
Agresores en puestos de poder
Esta mujer que está recabando los datos en su cuenta subraya que existe mucho miedo y que ya le han escrito varias víctimas que han compartido su testimonio para pedirle que lo borre por amenazas. “Hay muchos testimonios que no he subido a petición de las víctimas por miedo a represalias, tanto físicas como laborales. Estas personas no solo son figuras públicas, sino que todos están en un puesto de poder con respecto a las víctimas, pudiendo influenciar, limitar o incluso impedir el poder trabajar en ciertas industrias en Canarias. Por ahora, sigue habiendo mucho miedo, pero desde aquí las animo a todas a dar un paso adelante, y que, de una vez, el miedo lo tengan ellos”, remarca.
B. es una de las mujeres que ha enviado su testimonio. Cuenta a este periódico que en 2011 fue arrinconada en un baño de un local donde se desarrollaban eventos antifascistas y al que acudían hombres vinculados a una peña de fútbol. Asegura que fue acosada y que se le profirieron comentarios machistas, pero cuando fue a contar a su pareja de ese momento lo que le había ocurrido, este le aseguró que era algo habitual y “típico”. Explica que ha intentado contactar con la peña en la que se aglutinaba uno de esos grupos (ya disuelto) de los que están saliendo testimonios sobre comportamientos machistas, pero que no ha recibido respuesta oficial, tan solo la de una persona que lamenta esos hechos que atribuye a antiguos miembros. Este periódico también ha intentado contactar con la peña sin que haya habido respuesta por el momento.
Esta mujer reclama un comunicado de dicha peña en la que se posicione y condene esos hechos que se denuncian. “Sería una pequeña reparación para las mujeres, porque desde luego no está siendo justo y han censurado cientos de publicaciones en las cuales no se puede comentar”. “Hay muchas mujeres que lo están pasando mal por este silencio que está habiendo. Sale algo tan fuerte y yo he tocado en todas las puertas que he encontrado a ver si alguien decía algo”, incide B., que añade que “hay un código de hombres, un secreto y un pacto entre caballeros de ”vamos a esperar a que pase el chaparrón“, afirma.
La Ley estatal de Violencia de Género de 2004 recoge como tal la violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad. Además, la Macroencuesta de violencia contra la mujer del Ministerio de Igualdad ya reflejó que once millones de mujeres han sufrido violencias machistas en España (53,7%), es decir, agresiones físicas, malos tratos psicológicos, agresiones sexuales, acoso… El extenso informe, para el que se realizaron más de 9.000 encuestas en todo el país, aborda todo tipo de violencias que afectan a las mujeres y ha realizado especial hincapié en la violencia sexual, que deja alarmantes cifras como el hecho de que solo el 8% de las víctimas denuncia.
El caso de Giselle y la inspiración de Cristina Fallarás
La mujer que se encuentra tras la cuenta hastaelKonejo afirma que es muy importante que Gisèle Pelicot reivindique que “la vergüenza tiene que cambiar de bando” y que haya decidido hacer el juicio público. Considera que “es un gran paso para acabar con la vendetta social contra la víctima”. “Dar la cara, ponerlo ahí fuera es súper importante para crear ese debate social. Decirlo, ya no en redes, a tu familia, a tus amigos, acostumbrarnos a crear esa conversación. Aunque no te apoyen o te crean. Aunque te cuestionen. No tienes nada de lo que avergonzarte”, apunta.
“Una mujer que comparte públicamente su agresión sexual solo gana escepticismo e incredulidad social, y exigencia pública de pruebas que demuestren esa agresión, pero… ¿Cómo demuestras que estabas inconsciente? ¿Cómo demuestras que un hombre te mete mano y no te deja salir del taller donde llevaste el coche? ¿Cómo demuestras una violación si esa persona no te ha pegado una paliza?”, se cuestiona. Y añade que, de hecho, “Giselle se enteró de casualidad. La mujer tenía pérdidas de memoria y se lo atribuían a un Alzheimer temprano. Si no hubiera sido por esos vídeos, ¿cómo hubiera probado Giselle esas violaciones si no hubo forcejeo y, por lo tanto, pruebas físicas que indiquen algún tipo de agresión?”
Así mismo, recuerda que la periodista Cristina Fallarás (@cfallaras) es pionera en España en compartir las agresiones de mujeres en Instagram con su movimiento “cuéntalo”. “Lo mío ha sido ”por accidente“. Desde aquella mujer que, de manera espontánea, decidió contar su agresión y me dio por preguntar, hasta hoy, ha sido algo que se ha ido dando de manera natural y que considero lo suficientemente importante como para parar ”el mundo“ en mi página y darle visibilidad a esta problemática”, afirma.
Sostiene que en su cuenta es importante el componente local. “La cercanía siempre te hace empatizar más y ayuda a entender que los agresores no están ”allá“ ni están ”dispersos“ en el territorio, sino que los agresores son muchos, de diferente índole, están en tu misma comunidad autónoma, en tu ciudad, en tu barrio y/o en tu calle. Y es más, por la cantidad de casos en un territorio tan limitado, es muy probable que tú conozcas a uno y no lo sepas”, concluye.
Puedes escribirnos a jennifer@canariasahora.com si quieres ampliar tu testimonio o ponernos bajo la pista de casos concretos.