Colapso cronificado en las urgencias canarias: “Lo habitual cuando llego al turno es que ya no haya camillas libres”
Noche de esta semana en las urgencias del Hospital Universitario de Canarias (HUC), el de referencia para la ciudadanía del norte de Tenerife. Las cerca de 50 camas de las dos zonas de tránsito que tiene habilitadas el centro para ubicar a pacientes pendientes de ingreso en planta o derivación están ocupadas. Mientras, en los pasillos se vuelven a amontonar, a ambos lados, decenas de enfermos en camillas. Alrededor de 40 personas, calculan profesionales del complejo. El atasco llega a las puertas del recinto, con ambulancias paradas a la espera de que se liberen camas en el servicio y puedan dejar a los enfermos que hasta allí han trasladado.
“No podemos aceptar que se normalice que la población sea atendida en estas condiciones”, lamenta Luis Vega, secretario del Consejo Canario de Enfermería. La “continua sobrecarga” de los servicios de urgencias en los hospitales públicos de las Islas sigue alarmando a este colectivo profesional, que ya ha organizado un grupo de trabajo para analizar el escenario y plantear medidas a la administración.
Los episodios de colapsos en las urgencias se suceden desde hace años en los hospitales canarios y el personal sanitario lo ha denunciado de manera insistente. Sin embargo, después de la pandemia, el problema se ha cronificado. “No es algo aislado. Hace años, teníamos rachas con el servicio sobrepasado un tiempo y luego volvíamos a cierta normalidad, aunque siempre con sobrecarga. Pero este último año se ha notado un desbordamiento. Lo habitual es llegar al turno y que ya no haya camillas libres, tener que esperar para desahogar el servicio y poder atender a los pacientes que van llegando”, explica una enfermera de urgencias del HUC.
Esta profesional, que prefiere no revelar su nombre, cuenta que hay pacientes que esperan “hasta doce y quince horas” en los pasillos antes de ser vistos por el personal médico. El de enfermería realiza el triaje a la llegada, para analizar la gravedad de cada caso y fijar prioridades de asistencia. A quienes deben esperar más tiempo, por ser sus dolencias de menor gravedad, “se les reevalúa” en enfermería cada dos o tres horas. “Hay pacientes diabéticos, hipertensos... Hay que irlos controlando para que no empeore el estado con el que llegan”, precisa.
Los enfermos pueden permanecer “dos o tres días” en camillas en los pasillos a la espera de ser trasladados y algunos, los más autónomos, pernoctan en sillones. “Es triste que haya gente que tenga que dormir días en un sillón porque no hay camas en planta”, lamenta la sanitaria, quien admite, no obstante, que desde que este problema ha adquirido una mayor relevancia mediática, la liberación de plazas en las plantas de hospitalización se ha agilizado “un poco más”.
La saturación se traslada a las ambulancias: “No es solo que haya pacientes que no puedan descansar durante una noche. También nos vemos muchas veces con varias ambulancias en las puertas de urgencias porque no hay camillas donde recibir a los pacientes. Son ambulancias medicalizadas, sanitarizadas o básicas que no están en la calle circulando pese a que puede haber gente que las requiera”.
También es “frecuente” la remisión de pacientes procedentes de una clínica concertada especialmente de madrugada. Esa noche llegaron tres de golpe en una misma ambulancia. “Uno tuvo que irse a REA (sala de reanimación), a otro lo tuvimos que pasar priorizado porque venía con un sangrado y la tercera tuvo que quedarse sentada en la sala de espera. Los técnicos de ambulancias también están cansados porque los colapsan por las noches”, advierte.
La misma profesional añade a ese problema el de “la falta de material” en este centro los últimos tiempos. “Empezamos los turnos sin abbocath (vías que se canalizan para administrar la medicación) con las que pinchar, sistemas de suero, jeringuillas, apósitos, vías.... Aparte del colapso, nos vemos teniendo que ir a otros servicios a pedir cosas porque no tenemos suficientes”.
También habla de una “fuga importante de personal formado”. El sindicato Satse ya advirtió hace unas semanas de que “numerosos profesionales con muchos años de experiencia en el servicio” habían solicitado el traslado a otras unidades del hospital debido a “las condiciones precarias en las que se ven obligados a trabajar”.
Entre las causas de estos colapsos, el personal sanitario alude al envejecimiento de la población. La mayoría son pacientes de avanzada edad, pluripatológicos, que acuden a las urgencias por descompensaciones. “A veces, quizás no necesitan atención en un hospital de tercer nivel, sino en un centro geriátrico, pero faltan recursos. Si hubiese más centros con especialistas bien formados, igual no hacía falta desplazarlos hasta el hospital”, comenta la enfermera de urgencias del HUC, que también considera que en ocasiones se deriva desde los centros de salud a personas que, a su juicio, tampoco requieren atención hospitalaria. “Entiendo que en atención primaria hay limitaciones, que hay muchas cosas que no se pueden hacer, y a veces se practica una medicina un poco defensiva, en la que, ante la mínima duda, se envía al paciente al hospital para que se le hagan pruebas”.
Otro de los problemas denunciados por los profesionales y que incide directamente en las urgencias es el de los pacientes sociales, aquellos que tienen el alta médica pero no pueden abandonar el hospital porque no disponen de una plaza en un centro sociosanitario para recibir la atención que precisan o porque están solos o sus familias no pueden hacerse cargo de ellos por diversas razones. Las consejerías de Sanidad y Derechos Sociales aprobaron el año pasado una orden conjunta para agilizar la derivación de estas personas a centros intermedios, pero aún así el problema persiste y son más de 400 los pacientes en esta situación.
Luis Vega, secretario del Consejo Canario de Enfermería, denuncia que esta sobrecarga en los servicios de urgencias de los hospitales de Canarias “vulnera los derechos de las personas que son atendidas en condiciones indignas”. Además, “erosionan profundamente la moral del personal de enfermería, que ve cómo no puede desarrollar su profesión en las debidas condiciones”.
El enfermero de urgencias del Hospital Insular de Gran Canaria , también promotor de la iniciativa #pasillocero, expresa la preocupación de los profesionales por el “silencio” de la administración, que “no muestra un plan de actuación adecuado a la gravedad de la situación”. Vega muestra la “disponibilidad” del Consejo Canario de Enfermería para colaborar con el personal “en las acciones que se puedan tomar”.
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