La Avenida de Bonn evoca la misma sensación que el resto de vías de Playa del Inglés. Esa zona, que para muchos es sinónimo de vacaciones, desconexión o simplemente disfrute, es uno de los rinconcitos del sur de Gran Canaria a los que se va a olvidar el bullicio de la capital o, simplemente, interrumpir por un momento la rutina. Sin embargo, el Restaurante-Teatro Rainbow, un pequeño local situado en esta recta, ha reservado su atención para los que constituyen la otra cara de la moneda: los que necesitan un bien tan esencial como la comida para poder sobrevivir.
El 14 de marzo de 2020, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decretaba el estado de alarma por la pandemia del coronavirus. Al día siguiente, las calles pasaron a ser desiertos de asfalto. Ni goce ni disfrute se respiraba ya en Playa del Inglés, si bien aún había gente que por aquel entonces vagaba por sus calles. Si ya la situación era difícil para todos aquellos que no tenían techo antes de la pandemia, ¿qué pasaría con todos ellos en una crisis sanitaria? ¿Y con los extranjeros que residen en este punto de la isla alejados de sus familias y sin ayudas del Estado?
El mismo día de este histórico anuncio, el local Rainbow, llevado por Rüdiger Fuck y en el que trabaja Laurentiu Samoila, pasó a convertirse en una salvación para todas estas personas. Los establecimientos de hostelería y restauración se vieron obligados a cerrar repletos de comida en sus despensas. La posibilidad de entreabrir sus persianas para ofrecer ayuda a domicilio hizo posible el nacimiento de una causa solidaria que se alargaría hasta la actualidad. “Había mucha carne que no se podía tirar y tampoco se podía congelar, por lo que pensamos que era buena idea utilizarla para la gente que duerme en la calle y que no tiene nada”, explica Laurentiu.
Para hacerse eco y poder llegar a más personas, publicaron las acciones solidarias que estaban llevando en el restaurante a través de su cuenta de Facebook. Este anuncio no solo atrajo a personas que necesitaban comer, sino a otras que querían ayudar. “Hubo gente que llegó a venir con bolsas de papas o paquetes de arroz. Nosotros lo preparábamos”, asegura el empleado.
Así, el boca a boca hizo que desde que comenzara el confinamiento más personas acudieran al establecimiento, llegando a atender a más de 40 personas al día“, la mayor parte de ellas, extranjeras y sin techo. ”No podíamos darles el paquete de arroz o de pasta, porque ¿dónde lo cocinan? Teníamos que hacerlo nosotros“, relata Laurentiu.
3,50 euros de solidaridad
Este proyecto también despertó la solidaridad de otros empresarios. Al poco tiempo, el Strandarena y el Hotel Maritim Playa, también por la zona, se unieron al Rainbow para crear el ticket de 3,50 euros que puede canjearse en los tres establecimientos. Los clientes que acuden a ellos pueden comprar ese boleto y “se lo pueden dar a la gente que viva en la calle” para que vaya a comer el menú (sopa, agua y pan) o “pueden dejarlo en el local y utilizarlo para la gente que venga”, explica Laurentiu, quien también asegura que muchas veces cambian los alimentos, porque “no siempre le vamos a dar lo mismo a una persona que viene varias veces”.
El Rainbow, que también realiza una vez al mes una comida solidaria dedicada exclusivamente a las personas que no tienen hogar, recibe apoyo y ayuda del sacerdote católico alemán Axel Werner, que va todos los domingos acompañado de más personas. También se suman a la entrega de alimentos empresas como la panadería Zipf y la charcutería Picasso.
Esta ayuda, por otro lado, se va ampliar en breve. El Rainbow ha comprado un nuevo local donde quiere hacer una “pequeña cocina”, donde se va a repartir comida desde las 13:00 hasta las 18:00 horas para la gente más necesitada.
Sin embargo, la dedicación de ambos alemanes no termina en en los fogones. “A una mujer le llegamos a comprar el billete para irse a Alemania porque no tenía dinero para volar desde aquí, su marido había fallecido”.
Este proyecto intenta paliar el sufrimiento de muchos a los que la crisis les ha supuesto solo un nuevo bache, de otros muchos, en el camino. Una travesía amarga que para algunos tiene fin. “Un chico venía casi todos los días y en un mes no lo vimos. Un día, se pasó por aquí y nos contó que había empezado a trabajar”. El Restaurante Rainbow, sin duda, es un pedacito de colores y esperanza del que puede presumir la Avenida de Bonn.
Pobreza extranjera en el sur de Gran Canaria
Laurentiu explica también que el número de personas que acuden a por comida puede variar dependiendo del día, pero hay épocas en las que esa cifra se ve incrementada. “En Semana Santa vino mucha gente”. ¿El motivo? El cierre de Cáritas. Por ello, durante estos días no solo acudía gente extranjera, sino también canarios.
Precisamente, esta organización de la Iglesia Católica asegura que atendió a 111 personas en las parroquias del arciprestazgo del sur de Gran Canaria durante el año en el que estalló la pandemia. De ellas, más del 61% es de nacionalidad extranjera.
Asimismo, al comedor de Caipsho, que gestiona Cáritas en San Fernando de Maspalomas, llegaron 687 personas a lo largo de 2020 y, aunque la organización no puede dar una cifra exacta de cuántos son extranjeros o residentes, sus trabajadores afirman que la mayoría son de otros países, muchos comunitarios. Unas cifras alarmantes si se tiene en cuenta que solo hablamos de una organización solidaria de las varias que actúa en solo una zona de la isla.