La expectación mediática se podía percibir a la llegada a la capitalina Plaza de San Agustín. Un revuelo de unidades móviles, cámaras y periodistas revoloteaba a los pies de la Audiencia Provincial de Las Palmas y hasta los miembros de seguridad que permitían la entrada al edificio no podían evitar mostrar su incomodidad ante lo que se avecinaba, la sentencia del mayor juicio por pederastia celebrado en España.
Pocos minutos antes de que la Sala del Jurado de la Audiencia abriera sus puertas, dos de los imputados que permanecían en libertad condicional, Ivonne González y Juan Luís Benitez, permanecían en silencio, sentados en dos bancos distintos desde donde ni tan siquiera se dirigían la mirada. Al darse cuenta de que varias personas comenzaban a introducirse en su interior, González se puso en pie y se apoyó en la balconada interior del Juzgado, quizás consciente de que se enfrentaba a 146 años de prisión, como había pedido la Fiscalía.
Tras las palabras “audiencia pública” la sala quedó llena en pocos segundos y no sólo por los periodistas. Fernando Torres Baena, aparentemente más delgado, y María José González recorrieron el paseíllo que les llevó hasta sus asientos escoltados por policías y flashes de cámaras. Una vez colocados, el juez Emilio Moya fue directo: iba a haber momentos de tensión y no iba a permitir insultos. Por otro lado, invitó a los familiares de las víctimas que se encontraban en la sala a marcharse, porque se iban a dar detalles que podían no ser de su agrado. Nadie se levantó.
Las palabras emitidas por el ponente fueron duras y escabrosas, durante cerca de una hora expuso los hechos probados y la intensidad de su tono de voz fue creciendo a medida que abordaba los abusos sexuales continuados, la manipulación psicológica ejercida a los menores y las orgías programadas, hasta que se le cayó el vaso de agua y tuvo que parar. Fue entonces cuando la sala se llenó de murmullos, abruptamente interrumpidos por la continuidad de la lectura de la sentencia.
Torres Baena mantuvo el semblante serio y quizás soberbio mientras era declarado un depredador sexual y sólo era absuelto de un delito de tenencia ilícita de armas y del de abuso sexual en concepto de cooperador necesario. El fallo era demoledor y el sensei, su mujer y González, acumularon más de 570 años de prisión. Sin embargo, al oír la decisión de los jueces, todos mantuvieron el mismo gesto frío e inmutable. Constatada la pena, varias personas abandonaron la sala, pero los familiares de los condenados permanecieron en ella.
El único que mostró un ápice de emoción fue Juan Luis Benítez, que no pudo evitar derramar unas lágrimas al escuchar su absolución. La alegría no le duró mucho tiempo y su gesto se torció en dirección a su abogada, María Rosa Díaz-Bertrana, cuando el juez Moya expuso con detalle cada uno de los motivos por los que, en su opinión, también debía ser condenado a unos 20 años de cárcel.
Los abogados de los acusados se mostraron más expresivos que sus defendidos y Díaz-Bertrana hizo muecas de desaprobación durante la intervención de Moya. Tras más de una hora de lectura, Ivonne sólo hizo un gesto de derrota cuando se ordenó la disolución de la Asociación Deportiva Canarias 81 y la clausura definitiva del Gimnasio Torres Baena, momento en que el maestro karateka tragó con fuerza.
Una vez concluido el acto y esta vez con Ivonne acompañándolos, hecho que la defensa trató de evitar sin éxito y que posteriormente decidió no recurrir, Torres Baena y su mujer abandonaron la sala con la misma expresión con la que habían entrado. A la salida de la Audiencia continuaba el revuelo y si el letrado de la Asociación de Víctimas y Afectados del caso Kárate (Avicka), José María Palomino, se mostró satisfecho, no ocurrió lo mismo con el abogado de Torres Baena, que habló del mal estado de su defendido y se fue con un desafiante “recurriremos”.