El espacio que ha creado en redes sociales es un expositor de las violencias machistas que sufren las mujeres. Pero va más allá de eso: es una herramienta feminista, una pieza clave para contar y colectivizar las historias que durante tanto tiempo han sido silenciadas. Cristina Fallarás lleva años compartiendo testimonios de mujeres que se narran a sí mismas al margen de los medios tradicionales, dando forma a una memoria colectiva. “Estoy orgullosa, el trabajo de tanto tiempo ha funcionado”, dijo este lunes en Tenerife. Así se expresó durante su primer evento público desde que se dieron a conocer varios testimonios de víctimas de agresión sexual que apuntan a Íñigo Errejón, obligándolo a dejar la política.
Cristina Fallarás inauguró la nueva edición de La Literatura es Femenina superando las expectativas de asistencia. El acto ¿Qué fue del periodismo? tuvo que trasladarse al Espacio Cultural El Tanque para dar cabida a más de 400 personas. Acompañada de Dulce Xerach (escritora y política canaria) y la periodista Cristina Alcaine, Fallarás reflexionó sobre cómo los abusos que sufrió de niña y adolescente manifestaron la “necesidad de expresarse como sea”, siendo su mecanismo “escribir con una rabia feroz”.
Once libros más tarde, con el décimo segundo en camino, Fallarás tiene claro que “esta sociedad sabe que vivimos violencia constante desde que nacemos hasta que morimos, pero no pasa nada”. Por eso, hace falta crear herramientas nuevas que no formen parte del patriarcado y que pueden llegar a ser muy eficaces. Partiendo de su propia experiencia, apunta que dos mecanismos transformadores son las acciones colectivas y reconstruir en positivo el concepto de las amigas, alejándose de los estigmas que impregnan las relaciones entre mujeres.
Poner en jaque al algoritmo
Los mecanismos colectivos sí funcionan, y así lo ha comprobado. A las 12.00 horas del sábado 26, Meta cerró la cuenta donde tenía recopilados miles de testimonios, incluyendo los que apuntaban a Errejón, debido a denuncias múltiples que recibió en la plataforma. Ante la posibilidad inminente de perderlos, grabó un vídeo denunciando la situación y pidió a sus contactos que lo difundieran. A las 15.00 horas del mismo día sonó su móvil. Al otro lado de la línea, asegura, la directora de Meta se disculpaba y garantizaba el restablecimiento inmediato de su cuenta. “Es la primera vez que una acción colectiva internacional modifica la herramienta. Una victoria colectiva por el bien triunfó al ataque colectivo por el mal”, resumió entusiasta.
Pero no es la primera vez que su cuenta ha quedado bloqueada. Cuando eso sucede, los testimonios corren el riesgo de perderse. Además, al estar publicados solo en redes sociales, no son accesibles para muchas personas que no tienen presencia digital. Por ello, en marzo de este año comenzó a gestarse el libro No publiques mi nombre, en el que la periodista recopiló una parte de esas voces. Saldrá a la venta el 11 de noviembre y sus derechos de autoría, tal y como explicó Fallarás, pertenecen a una asociación que invertirá el dinero en llevar los relatos a más pueblos y ciudades.
La difusión es clave. El silencio ha sido durante mucho tiempo la barrera que ha impedido la identificación de las violencias, el tejido de redes de mujeres y comprender que nada le pasa solo a una. Como el silencio se ha roto, surgen nuevas formas de aleccionar. “Vamos a ser castigadas”, insiste Fallarás, “debemos prevenir su castigo, pedir reparación y que paguen”. Así, explica, los agresores no podrán “colgarse la medallita” en ámbitos masculinos donde la violación se concibe como un logro. “Cuando los tres primeros pierdan dinero, todos los demás se van a reír muy poco”.
La irrupción de las redes sociales, a pesar del tinte negativista con el que suelen pintarse, ha sido un gran catalizador para contarlo: “No crearon las redes para que nosotras nos narráramos. Sin embargo, teníamos tal necesidad de hacerlo que, a la que vimos un resquicio, entramos en tromba. Y no hay quien lo pare”. No hace falta financiación de ninguna entidad ni tampoco apoyo mediático. Solo hay que contarlo. De este modo, a través de movimientos como Me Too o #Cuéntalo, se creó “una marea que dice aquello que los medios de comunicación tradicionales han impedido decir”.
El activismo diario que da frutos
Entre bromas y confesiones, Cristina Fallarás aseguró que lleva “casi una semana en directo” debido a la vorágine que ha despertado el caso de Errejón. No obstante, aseguró que ya desde antes sabía que “tarde o temprano iba a caer”. Recordó el hilo de Twitter que se viralizó en 2023, donde se señalaba al exdiputado Errejón por agresión sexual, aunque no tuvo consecuencias políticas. Poco después, fue nombrado portavoz de Sumar. Un golpe bajo, puesto que la ascensión sociolaboral del agresor es un importante factor que “disuade a las víctimas”.
Casos similares al de este expolítico, asegura, hay muchos más. Las violencias machistas están “tan generalizadas como la gripe”. El caso de Errejón es justamente una muestra que perfila cómo el abuso de poder y las violencias machistas forman parte de todo el sistema, ocupando espacio también en los sectores que se presentan como aliados. Con todo, el activismo de Fallarás continuó y todavía continúa con una premisa: “esto dará sus frutos”.
La escritora insistió de nuevo en que el movimiento feminista no se puede detener. Explicó que todavía se está dando una ruptura del silencio en el que las mujeres revisan e identifican lo que han vivido. Agresiones que hasta hace poco no se nombraban. El paso siguiente es asociarse de maneras distintas, y eso también incluye hacer cambios en el lenguaje, donde los eufemismos no resten importancia a ninguna agresión.
Compartir y generar espacios cómodos para hacerlo puede ser transformador. Hacia el final del evento, varias mujeres se abrieron a contar frente al micrófono los abusos que han sufrido, arropadas por una sala llena de gente. Tras cerca de dos horas de reflexiones feministas y vítores, el acto cerró con un contundente “se acabó el silencio” y un público que rompió a aplaudir de pie. Muchas no se marcharon sin antes abrazarse, compartir números de teléfono y seguirse en redes sociales.