Un cuestión de (des)lealtad

La exconsejera de Sanidad del Gobierno de Canarias, Teresa Cruz Oval

Juan Manuel Bethencourt

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La utilización abusiva de la primera persona del singular (o de la tercera persona en alusión a sí misma, lo que es peor aún) precipitó la abrupta destitución de Teresa Cruz como consejera de Sanidad del Gobierno de Canarias. Queda claro que el (mal) manejo de esta situación de crisis ha resultado fatal para la consejera, que extremó el don de la inoportunidad al conceder dos entrevistas en las que ponía el foco en su propio espacio político y el rango de los asesores incorporados al comité de crisis, más que en la dolorosa situación a la que se enfrentan Canarias, España y toda la humanidad en estos momentos. Consciente de que la política, que es como la vida, es cuestión de prioridades, Ángel Víctor Torres se tomó unas pocas horas de reflexión y luego anunció su cese, que estaría relacionado no tanto con el saldo de la respuesta pública a la crisis del COVID-19 como con las tensiones innecesarias generadas durante las últimas semanas dentro y fuera de la Consejería de Sanidad y desde luego dentro del Gobierno cuatripartito. Fue la respuesta presidencial a la deslealtad manifiesta de la consejera con sus declaraciones. Se podría añadir que si había poderes ocultos moviéndole la silla a la consejera entre bambalinas, Teresa Cruz les facilitó claramente la labor.

¿Deslealtad por qué? Porque su opuesto, la lealtad, es siempre una calle de doble sentido. Y Ángel Víctor Torres ha sostenido y defendido a Teresa Cruz todo lo razonable e incluso más allá. Hay pruebas sobradas de ello, comenzando por la tormentosa negociación de las oposiciones en el complejo mapa laboral de la sanidad canaria. La ya destituida consejera, cargada de buenas intenciones (por eso no se le niega), hizo brotar sobre sí misma un panorama inmanejable: enfrentada al mismo tiempo a los sindicatos de la sanidad pública y a la patronal de las clínicas privadas, mal acompañada por un equipo de gestión inexperto ya para la dirección adecuada de un monstruo presupuestario en tiempos de normalidad; no digamos para una situación sin precedentes que devora días a golpe de titular trágico. Ver a Teresa Cruz defendiendo su parcela de poder al mismo tiempo que se contabilizaban nuevos muertos y contagiados en el Archipiélago fue la gota que colmó el vaso de la paciencia presidencial. Resultaba inadecuado, insensato y antiestético. Ahora llega Julio Pérez, que aparte de formar parte ya del Gobierno y ser miembro de la aristocracia del PSOE tinerfeño tiene un conocimiento de la Administración y el ecosistema sanitario con las suficientes garantías. Dicho en términos futboleros, Ángel Víctor Torres ha buscado un fichaje de rendimiento inmediato. Dicho esto, Pérez lo tiene muy difícil. Todos lo tenemos en realidad. Porque el que se considere indemne a esta crisis es un insensato; o algo peor, un cínico.

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