Los últimos acontecimientos producidos en la Cueva de Los Canarios, en la playa de El Confital, han hecho que la Administración comience a plantearse -una vez más- qué ocurre y cuál es el futuro de este Bien de Interés Cultural (BIC) que se encuentra a la intemperie en plena ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Aunque las cuevas son de propiedad privada, la competencia en cuanto a la protección del Patrimonio Histórico pertenece al Cabildo de Gran Canaria, si bien es cierto que la ley contempla el deber de colaboración del Ayuntamiento capitalino, así como la alta inspección del Gobierno de Canarias. La realidad es que estas cuevas, construidas por los antiguos canarios hace más de cinco siglos, han estado abandonadas a merced de que el destino no juegue una mala pasada para las personas que malviven en el lugar a pesar del riesgo de derrumbe y del vertedero en el que lo han convertido en los últimos años. Diferentes colectivos de la capital, especialmente del barrio de La Isleta, han tratado de buscar soluciones ante la Administración para que al lugar se le dé el valor que realmente tiene.
El pasado 20 de febrero la Policía Canaria hizo un reconocimiento del lugar y tomó los datos de las personas que se encontraban allí para posteriormente iniciar los trámites que puedan llevar al desalojo. Los agentes, además, explicaron a estos okupas que estaban incurriendo en responsabilidades administrativas o penales por estar habitando un yacimiento prehispánico con una catalogación y protección especial, por lo que levantaron las oportunas diligencias procesales. Hasta allí también se desplazó personal de Patrimonio Histórico del Cabildo insular para hacer las valoraciones del lugar y así remitir un informe técnico en el que se refleje el grado de afectación.
No es la primera vez que se da una situación de este tipo en la Cueva de Los Canarios. En 2011 las personas que vivían allí incendiaron unos colchones provocando la alarma en la zona. El suceso fue aprovechado por la Administración para expulsar a sus ocupantes y limpiar la zona. El inspector de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria, José de León, recuerda que en ese momento se arreglaron las cavidades, se vallaron y se pusieron unos letreros. En aquellos años se llegaron a organizar visitas guiadas por diferentes colectivos y hasta por centros escolares.
Solo cuatro años después, en 2015, se produjeron una serie de derrumbes que llegaron a afectar a alguno de los yacimientos. En ese momento la Corporación insular encargó un estudio geotécnico para conocer el estado de la zona arqueológica. Durante aquel verano se sucedieron varios derrumbes desde el macizo en el que se encuentran las cavidades que llevaron al cierre de la playa de El Confital para poder realizar la limpieza.
En mayo de 2018 un hombre que habitaba el yacimiento tuvo que ser rescatado por los bomberos y trasladado al Hospital Doctor Negrín tras haberse precipitado por una de las laderas. Sufrió diversos politraumatismos en varias partes del cuerpo. Solo un mes antes, una mujer de 51 años fallecía en el mismo centro hospitalario después de que sufriera un accidente en este lugar. La desgracia obligó a la Corporación insular a volver a tomar medidas, se cerró la zona y se instaló un cartel de ‘prohibido el paso’. Sin embargo, según cuenta de León, un grupo de gente aprovechó el momento y se metió allí “sabiendo que no se podía acceder y conociendo el valor de las cuevas”.
A principios de 2019 varios medios de comunicación publicaron que en el yacimiento vivían varias personas. Entre ellas se encontraba una ciudadana norteamericana que se había convertido en guía turística del lugar. Aprovechaba la presencia de visitantes para invitarles a recorrer las diferentes cavidades a cambio de dinero. Aunque esta iniciativa fue conocida por la Administración, de León afirma que el pasado 20 de febrero localizaron a una joven que decía ser inglesa y que se encontraba sin identificación, por lo que no pudieron determinar que se tratara de la misma persona.
El también arqueólogo hace hincapié en la importancia de la Cueva de Los Canarios, no porque sea un yacimiento de gran tamaño como pudieran ser los de los municipios de Telde o Gáldar, sino porque es un poblado de “tamaño medio” que tiene “muchísimo interés por sus silos excavados”, es decir, las cuevas donde se almacenaba el grano.
Este enclave histórico fue de mucha importancia para La Isleta, que en aquella época era una zona prácticamente aislada del resto de la ciudad. De León cuenta que cuando subía el mar se separaba del resto de Gran Canaria con un istmo de siete u ocho kilómetros de arena. “El grupo humano que vivía en el barrio estaba aislado y sin embargo así fue capaz de vivir durante muchos años, incluso siglos, y plantar en el poco suelo que había allí teniendo en cuenta que es una zona volcánica y árida” aunque es cierto que sus habitantes podían vivir del marisco y la pesca y probablemente de alguna actividad ganadera. “Con eso fueron capaces de reproducirse por mucho tiempo”, asegura. El experto no tiene claro si el cementerio aborigen en el que había más de 500 tumbas que se encontraba en el subsuelo del barrio podía pertenecer a este poblado o a otro grupo aislado que se encontraba en la zona.
Llega un momento en el que estas cuevas se despoblaron y es a mediados del siglo XX cuando vuelven a ser habitadas por varias familias que hicieron obras en el interior. De León recuerda que pusieron pisos, bloques, sanitarios y construyeron muros. “Es decir, las cuevas están ahora mismo sin registro arqueológico porque el material está repartido por la ladera”. En 1992 cuando se crea la Unidad de Patrimonio Histórico en el Cabildo de Gran Canaria, una de las primeras acciones que se realizaron fue limpiar y acondicionar esta zona de El Confital. “Las dejamos muy bien”, asegura el inspector. Sin embargo, solo unos años después y ya adentrados en el 2000 comenzaron a llegar “okupas” de manera “indiscriminada” que se mantuvieron años hasta ser desalojados.
El inspector del Patrimonio Histórico considera que la importancia ya no solo recae en el valor del patrimonio histórico sino en la seguridad, donde interviene el ayuntamiento y los propietarios de las cuevas. “Vamos a establecer contacto con todos para buscar una solución y que se pueda desalojar a la gente, muchos de ellos tienen problemas de vivienda y hay que buscarles una solución”, apunta.
Asimismo, no descarta la posibilidad de que desde la Administración se compre el yacimiento con el objetivo de convertirlo en patrimonio público: “Siempre es bueno para la ciudad poder adquirir todo este conjunto”. La idea más inmediata es recuperar el enclave, limpiarlo y mejorar los paneles informativos con la puesta en marcha de códigos QR. El objetivo es que la gente, sin tener que llegar a la zona peligrosa, pueda contemplar el valor de las cuevas y tener unos carteles interpretándolas desde una vista espectacular. “Eso sí puede ser de uso público”, sentencia el arqueólogo.