Se cumplen 50 años de la tragedia de José Mata, el último torero canario

Paco Aguado / Efe

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El 27 de julio de 1971, hace justo medio siglo, fallecía en el desaparecido Sanatorio de Toreros de Madrid José Mata, el último matador de toros nacido en las Islas Canarias, a consecuencia de las complicaciones de la gravísima cornada sufrida dos días antes en la localidad ciudarrealeña de Villanueva de los Infantes.

Aquella tragedia, provocada por el toro “Cascabel”, de la divisa de Luis Frías, generó no poca polémica en la prensa de la época, en tanto que la falta de medios y la tardanza en la intervención médica -en una situación similar a la de Paquirri años después- hicieron que la herida, con rotura de la vena femoral, se gangrenara hasta derivar inevitablemente en la muerte del honesto diestro.

José Mata García había nacido 34 años y tres días antes en la parroquia de Tricias de la localidad de Garafía, en La Palma, desde donde, como tantos paisanos, emigró a Venezuela con su familia cuando contaba con pocos años de edad.

Se aficionó a los toros en Caracas, donde fue adiestrado por el diestro local Eleazar Sananes, alternando sus primeros pasos en el oficio con el trabajo en el restaurante de un hermano y recibiendo clases de arte dramático, pues durante toda su carrera Mata compaginó la actividad en los ruedos y con los platos.

Regresó a España para debutar como novillero a primeros de los años 60 y tomó por fin la alternativa en Benidorm (Alicante) el 8 de agosto de 1965 de manos de Manuel Benítez “El Cordobés”, con quien le unía una buena amistad.

José Mata se convirtió así en el segundo, y de momento último, matador de toros nacido en las islas afortunadas, después de Avelino Rivero “Pedrucho de Canarias”, que la recibió en 1953 en Santa Cruz de Tenerife y que toreó muy pocas corridas antes de hacerse banderillero y asentarse en Venezuela.

Muchas más, aunque solo 27, llegó a sumar Mata, al que le costó mucho abrirse paso en el competido y cerrado toreo de los años 70, aunque sí que logró hacerse con un más que estimable ambiente en Las Ventas, donde confirmó la alternativa el año 65 y llegó a actuar hasta en doce ocasiones entre novilladas y corridas, con el corte añadido de varias orejas.

Torero de más calidad de la que se le reconocía, el canario sobresalió varias tardes en Madrid con corridas muy duras, como las primeras de Victorino Martín, y hasta llegó a lidiar en solitario seis toros del conde de la Maza en la Monumental de la calle de Alcalá el 4 de octubre del 70.

En cambio, solo llegó a hacer dos paseillos en Canarias, y ambos en 1971, en la entonces recién inaugurada plaza de Las Palmas y en la de Tenerife, justo antes de cortar su última oreja en Madrid apenas tres domingos antes de entrar, con Carnicerito de Úbeda y Paco Ceballos, en el fatídico cartel del 25 de julio en Villanueva de los Infantes, y en sustitución del anunciado Juan Calero.

En aquel escondido ruedo manchego fue cuando la certera cornada de “Cascabel” puso fin al que parecía que iba a ser el definitivo despegue de Mata, que, casado con la bailarina Marie France Goudard, durante esos años fue habitual actor de reparto en películas como “Chantaje a un torero”, junto a El Cordobés, “El Relicario”, con Sara Montiel, “Don erre que erre”, con Paco Martínez Soria, o “El marinero de los puños de oro”, con el boxeador Pedro Carrasco.

Tras su muerte se mantuvo la actividad taurina en Canarias y, a su estela, surgieron novilleros como Orlando Ramos, Fabián Sosa, Manuel Rivero o Juan Manuel Fierro, aunque ninguno llegó a alcanzar el nivel de Mata, al que un busto sigue recordando en una de las calles de Santa Cruz de la Palma.

Considerado como el símbolo y el mejor representante del modesto pero dilatado toreo canario, Mata no llegó a ver cómo, pese a que no hay ninguna ley específica que los prohíba, no se ha vuelto a celebrar en las islas ningún festejo taurino desde hace casi cuarenta años.