El Fiscal Superior de Canarias, Vicente Garrido, dijo este jueves que el ADN del presunto violador en serie de Las Palmas, que fue encontrado ahorcado en un baño de la cárcel de Salto del Negro el 22 de enero, se ha dejado de cotejar con 402 muestras de supuestas violaciones tomadas entre 1998 y 2005.
Sobre las repercusiones de la muerte de Miguel Ángel M.R., de 47 años, acusado de cometer al menos una veintena de agresiones sexuales y otros delitos graves como un intento de homicidio, en Gran Canaria y otras islas del Archipiélago, en relación al proceso penal que se seguía contra él, Garrido recordó que la actuación que desarrollaba el Juzgado de Instrucción Número Tres de Las Palmas de Gran Canaria “estaba encaminada a obtener las pruebas necesarias para inculpar a esa persona, supuestamente autor de varios hechos delictivos”.
Sin embargo, prosiguió, como esa persona ha fallecido, -en unas circunstancias que investiga la Policía, porque, aunque todo apunta a que pudo haberse suicidado se trata de determinar si en su muerte participaron otros presos de la prisión, según informaron fuentes policiales-, “el proceso ha acabado, se extinguió porque no puede ir más allá de su propia vida”.
Vicente Garrido agregó que esto “no quiere decir que no se siga investigando hechos delictivos, porque a lo mejor él era el autor, o a lo mejor no”.
Lo que sí reiteró es que “fallecido el supuesto autor, ya no hay que cotejar nada con ese señor porque el procedimiento se extinguió para él y la Justicia no puede seguir un proceso contra él, lo que no quita que pasado mañana aparezca otro sospechoso distinto sobre otros hechos que tengan relación y haya que seguir investigando en la línea que sea oportuna”.
El también conocido como “el violador de la furgoneta blanca” fue encontrado ahorcado el pasado 22 de enero en la cárcel de la capital grancanaria cuando disfrutaba de sus dos horas de patio.
Miguel Ángel M.R. fue detenido el 11 de octubre y permanecía en el penal de Salto del Negro desde que lo ordenó el juez, el pasado 16 de octubre.
Debido al rechazo que suscitan en la cárcel los delincuentes sexuales, y sobre todo por el gran número de delitos cometidos en la misma isla, el interno se encontraba “incomunicado” del resto de los presos, si bien compartía el patio con otros tres internos.